Rosa Díez: «El tumor primigenio se llama Zapatero, Pedro Sánchez es la metástasis»
La expolítica publica ‘La Sombra’, un libro que señala el origen de las derivas antidemocráticas del PSOE
Aunque lleva años apartada de la primera línea política, Rosa Díez (Sodupe, Vizcaya, 1952) regresa al debate público con La sombra: Memoria histórica de Zapatero, un libro en el que repasa los años del expresidente socialista desde la mirada de quien fue una de las voces más críticas de su liderazgo dentro del PSOE. Exeurodiputada socialista y cofundadora de UPyD, Díez se reivindica como testigo incómoda de una etapa que, a su juicio, marcó el inicio de la demolición de los consensos de la Transición. En sus páginas sostiene que, bajo la batuta de José Luis Rodríguez Zapatero, se manipuló el lenguaje, se legitimó políticamente a ETA y se alimentó el independentismo catalán, todo envuelto en la retórica de una «segunda transición» que sirvió para maquillar un retroceso democrático.
La conversación llega tras una semana en la que THE OBJECTIVE ha publicado en exclusiva las actas de las negociaciones con ETA incautadas al terrorista Thierry en 2008. Un material que, según Díez, confirma «la anomalía» de un proceso que elevó a la banda a la categoría de interlocutor político y dañó profundamente la convivencia de los españoles y su confianza en las instituciones democráticas.
En esta entrevista, Díez traza la línea que une aquellas decisiones con la estrategia actual de Pedro Sánchez –«la metástasis del tumor, que es Zapatero», afirma–, y defiende que el expresidente buscó desestabilizar el sistema democrático desde la raíz: señalar al PP como heredero del franquismo para expulsarlo del consenso y presentarlo como un partido ilegítimo. Ese movimiento, sostiene, tenía como fin concentrar poder y romper la lógica de alternancia y consenso que había garantizado la convivencia y la concordia en la España de la Transición.
PREGUNTA.- ¿Qué le ha llevado a escribir a La sombra ahora, más de una década después de la salida de José Luis Rodríguez Zapatero de la Moncloa?
RESPUESTA.- Yo creo que cumple una obligación como de servicio público. Esto de descorrer el velo cuando a mi juicio más necesario era poner negro sobre blanco lo que es la historia real –no la memoria histórica, sino la historia–. Y luego, además, se produjo algo en los últimos meses del año pasado. Yo este libro lo entregué en la editorial en el mes de mayo, si no recuerdo mal. Llevaba meses oyendo en todas las tertulias, en todos los debates, en los artículos y tal, una frase que se repetía: «Todo empezó con Zapatero». Cada vez que alguien criticaba cualquier cosa de las que hacía Sánchez, ponía de manifiesto cada una de sus andanzas, alguien decía siempre: «Todo esto no es de ahora, todo esto empezó con Zapatero». Y yo dije pues es verdad, claro que empezó con Zapatero, pero vamos a poner negro sobre blanco lo que significa «todo empezó con Zapatero», empezando por concretar qué es «todo». Y eso me llevó a sentarme delante del ordenador y a hacer memoria, a revisar mis propios papeles, mi propia historia durante todo ese periodo y ordenarlo como un documento, que yo creo que es de memoria, no de memoria histórica, sino de memoria.
P.- Usted estuvo en la primera línea del PSOE en el año 2000, cuando Zapatero resultó elegido como secretario general del partido. ¿Cómo explica que quien usted define como un diputado sin peso, sin una opinión conocida, acabara convirtiéndose en secretario general contra todo pronóstico?
R.- Yo creo que fue precisamente por eso. Recuerdo que en aquella época yo llevaba ya muchos años en el PSOE, realmente desde el 77. En aquel momento, en el Congreso del 2000, era presidenta de la delegación socialista española en el Parlamento Europeo. Estaba en ese sitio donde quieren llegar todos, porque ahí puedes trabajar mucho y que nadie se entere o no hacer nada y que nadie se entere, pero en todo caso, cobrando un suculento sueldo. Yo estaba allí y Almunia tuvo un resultado horrible en las elecciones. Dimitió, y Congreso. En ese congreso había un candidato que era Bono, una candidata que era yo –que fui la que primero presentó la candidatura–, Matilde Fernández, que era la candidata de Alfonso Guerra, que se sabía que no iba a ganar pero que optaba a tener cuota. Y yo pensaba que era un momento de cambio, que el Partido Socialista tenía que cambiar de fondo y forma. Otra gente, fundamentalmente los más históricos del Partido Socialista, creían que lo que había que hacer era tener un secretario general que hubiera ganado elecciones. Y optaron por Bono, que naturalmente se dejó querer cuando Felipe González le bendijo.
¿Pero qué pasó? Que en el recorrido por las agrupaciones, lo que se respiraba era cambio. Y en fin, el establishment nunca quiere cambios, ya sea el político, económico, el que sea, nunca quiere cambios, pero cuando va de cambio quieren decidir quién es el cambio. Y el establishment del PSOE decidió que el cambio era Zapatero. ¿Por qué? Porque no le conocía nadie, porque no había hecho nunca nada en su vida –aunque llevaba tres legislaturas de secretario general de León, nadie le conocía su posición–, pero era la cara sonriente y amable de lo que ya empezaba a definirse como la «política evanescente». Y entonces Alfonso Guerra y Felipe González, que no se hablaban ya hacía mucho tiempo, decidieron que el cambio era ese chico joven, sonriente, que parecía nuevo, que era joven porque había nacido seis años más tarde que yo, pero que no era nuevo. Lo parecía porque no había hecho nada. Mira, yo recuerdo –creo que lo cuento en este libro– que durante mi campaña previa al Congreso estuve en Barcelona y una de las personas con las que estuve fue con el que entonces era secretario general de la UGT en Cataluña, Pepe Álvarez, que es el actual secretario general de la UGT. Y charlando con él, –que ni siquiera era afiliado del PSOE, pero la gente con la que yo iba me dijeron «hay que verle»–, entonces me dijo: «yo creo que el que suena y el que puede ganar es Zapatero». Y yo le dije: «hombre, pero si no lo conoce nadie». Él dijo: «por eso, porque no lo conoce nadie».
«El PSOE viejo, el que hizo con el Partido Popular la Transición, ese PSOE se murió. Lo mató Zapatero»
P.- En el libro describe con detalle cómo ya en ese momento comenzó a percibir la deriva que tomaría el PSOE bajo aquella nueva dirección. ¿Por qué esperó hasta el 2007 para romper con el partido?
R.- Porque una, en su ingenuidad –porque en el fondo yo ahora lo veo y digo pero qué tonta fui, qué ingenuidad–, piensa que puede cambiar las cosas desde dentro. Claro, yo había militado el Partido Socialista desde el año 1977, siendo ciudadana que vivía en el País Vasco, siendo una española en Euskadi. Militar en el Partido Socialista o en el Partido Popular en aquellos años, en cualquier partido que no fuera nacionalista, ahí militaban los que se dejaban. Y ya presentarse a las elecciones en la lista de un partido, es lo que te digo: nada de peleas para ver quién iba en la lista, íbamos los que nos dejábamos. Entonces, con esa vivencia, con lo que habíamos vivido, con lo que habíamos sufrido, con lo que habíamos luchado, con el miedo que habíamos soportado, con los funerales a los que habíamos asistido, con la palabra que nos habían dado los dirigentes del Partido Socialista, con cuyo eslogan, con cuyas letras nos presentábamos en las listas, pues una no renuncia y dice bueno, «esto hay que cambiarlo desde dentro». Y tú crees que lo puedes cambiar desde dentro, y trabajas para cambiarlo desde dentro.
Yo escribía artículos, porque claro, antes de irme en el 2007, en agosto, tiras de hemeroteca y siendo diputada en el Parlamento Europeo, siendo miembro del Gobierno vasco en coalición antes, siendo miembro del Comité Federal, yo escribía sobre todo esto que estaba pasando, sobre la ruptura de todos los consensos, de todos los pactos de Estado. Escribía críticamente sobre ello, y pasaba una cosa que era terrible. Yo publicaba un artículo y los primeros que me llamaban eran dirigentes del PSOE, de distintas federaciones, miembros del Comité Federal, personas de mucho relieve y de mucha influencia. Y me decían: «Muy bien, Rosa, estupendo, sí, señor…». ¡Pero hombre, levántate tú también, di algo! Entonces yo creía –ingenuamente, como se demostró– que iba a concitar un consenso interno precisamente para impedir esa deriva antidemocrática de un partido socialista que dejó de ser español, en el sentido de ser un partido vertebrador de España; y que dejó de ser, desde luego, socialista en términos de progresistas, de defender la libertad y la igualdad para todos los españoles.

Cuando llegué a la conclusión de que no había nada que hacer, de que desde dentro no podía cambiarlo, pues ya no es que quise cambiar el PSOE desde fuera, es que quise aportar a la política algo desde fuera del PSOE. Entonces no me fui para cambiar el PSOE. Me fui para, modestamente, aportar algo a la política desde fuera. Ayer, fíjate que hablando con un querido amigo del Partido Socialista –bueno, ya no está en el Partido Socialista, lo han echado–, pues me decía: «Qué terrible». Después de leer una de las entregas sobre las actas de ETA que ha publicado THE OBJECTIVE, me decía: «que terrible». Le decía yo «qué tremendo». Y me dice: «Sí, terrible, pero yo lo siento más, porque yo entonces era un dirigente del Partido Socialista y esto no lo hizo uno solo». Y yo le dije «Sí, sí, tú lo sentirás mucho, pero yo más». Yo recuerdo que en aquella rueda de prensa agosto del 2007, cuando yo anuncié que me iba del Partido Socialista y del Parlamento Europeo, que también dejé mi acta, cuando yo anuncié eso, yo recuerdo que el titular de casi todos los medios fue una frase mía que era: «El PSOE ha muerto». ¿Y ahora decís que el PSOE ha muerto? El PSOE viejo, el que hizo con el Partido Popular la Transición, ese PSOE se murió. Lo mató Zapatero. No se murió de viejo. No, no. Lo mató premeditadamente, con una estrategia para borrar lo que fue la Transición y todo lo que de ella se deriva.
P.- Usted se acuerda de George Orwell para explicar cómo el uso del lenguaje condiciona la realidad. ¿Cuál fue, en su opinión, el ejemplo más grave de esa perversión lingüística que denuncia durante la etapa de Zapatero?
R.- Es muy difícil elegir un momento, pero fíjate tú que quizá, en relación con ETA, fue cambiar el concepto de «libertad» y el concepto de «justicia» por el concepto de «paz». Porque claro, ¿quién va a estar en contra de la paz? Pero la paz es una de las palabras más manoseadas de la historia. No nos mataban en el País Vasco y en el resto de España porque hubiera guerra, nos mataban porque defendíamos la libertad, la igualdad y la sociedad plural y democrática, que es el ejemplo. Colocar el debate en que es por la paz es la perversión mayor. Cambiar el compromiso de derrotar a ETA –que es el compromiso del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo y de la Ley de Partidos derrotar a ETA–, por el final negociado de la violencia. ¿Perversión mayor cabe? ¿Cómo que el final negociado de la violencia? ¿Era violencia? ¿Había dos violentos que se pegaban y había que negociar entre los violentos, en igualdad las fuerzas y cuerpos de seguridad que defienden la democracia y a todos nosotros con los asesinos? Esa es la gran perversión.
Y luego, en relación al otro gran eje, que fue demoler el modelo territorial, el modelo democrático, el modelo diseñado en la Constitución. Su primer discurso, el primer discurso así más conocido de Zapatero en Barcelona, en aquel mitin que Pasqual Maragall era candidato a la presidencia de la Generalitat, en la que dijo aquello de «Yo apoyaré lo que decidan los catalanes, porque por encima de lo que decidan los catalanes no hay nada». Es la quiebra de que hay una nación, y de que por encima de cualquier decisión territorial, o de cualquier otro ámbito, está la decisión colectiva. Lo que sea necesario para todos los españoles. Y luego, a partir de ahí, tú tiras de hemeroteca y te encuentras con miles de derivadas. En un Comité Nacional del Partido Socialista de Euskadi se definió a los terroristas como «aquellos que los jueces han considerado asesinos», y se definió a las víctimas como «aquellas que tienen la consideración de víctimas». Tú lo lo lees ahora y dices ¿es posible? Pues eso es la perversión. Tú perviertes ese lenguaje y perviertes la democracia, y al final, las propias instituciones de la democracia.
«Estoy avergonzada no solo de lo que hizo Zapatero y todos los que le ayudaron, también de los silencios cómplices de entonces y de ahora»
P.- Sobre la banda terrorista ETA: ¿Qué sintió al conocer las actas incautadas a Thierry en 2008 que han visto la luz esta semana en THE OBJECTIVE? ¿Se siente reivindicada tras años denunciando aquellas negociaciones?
R.- No, reivindicada no. Me siento asqueada, enfurecida, si pudiera, avergonzada… Avergonzada no solo de lo que hizo Zapatero y todos los que le ayudaran a hacerlo, de los silencios cómplices de entonces, y permíteme que te diga, de los silencios cómplices de ahora. En cualquier democracia, en cualquier país democrático del mundo esas actas que habéis publicado formarían parte del debate público de primera magnitud. Estarían hoy en el debate público. Leer –porque esto no es que alguien te lo diga– cómo se levanta acta de cómo los representantes de Zapatero le dicen a los terroristas que les avisan de que les van a detener. ¿Qué es eso? ¿Eso será complicidad con el terrorismo? O presumir de que ya han cambiado un fiscal para tener un fiscal más amable.
Es que es un escándalo de tal nivel… Es un escándalo que lo hicieran, es un escándalo que no haya una reacción en este momento en el que se ha aprobado lo que sabíamos, en algunos casos, lo que sospechábamos, en otros lo que sabíamos, se ha probado. El que se haya probado no es menos doloroso, es más doloroso si cabe, porque confirma todo lo que veníamos diciendo y más doloroso porque no hay reacción. Porque esta sociedad española… ¿Qué es esto? ¿Cómo es posible que no haya una reacción ni política –y perdona que te diga– ni mediática? ¿Qué pasa? Es que esto es una anomalía. Es una anomalía democrática. Es la perversión. Cuando empieza la perversión, termina contaminándolo todo. Y lo ha llegado a contaminar absolutamente todo.
«Zapatero salva a ETA cuando está derrotada en términos militares»
P.- De todo lo que ha trascendido ¿cuál fue, según usted, el precio político más alto que Zapatero pagó a la banda terrorista durante estas negociaciones clandestinas?
R.- Legalizarla. Es que Zapatero legalizó a ETA al convertirla en un interlocutor político con el que se hablaba de política, como con cualquier otro partido político. Amnistió su historia de terror al hacerse socio después de ellos, pero realmente ya en el acto de dialogar con ETA, porque el diálogo es es un instrumento reservado a los iguales. Dialogas con un igual, negocias con uno distinto. Pero dialogar, «el final dialogado de la violencia», que es como le llamó a toda esa historia, es algo que en su propia definición reconoce al igual. Porque negociar, negocias con el distinto, dialogar, negocias con alguien de tu entorno. Entonces se dialoga en el Parlamento, se dialoga entre entre personas que se reconocen como iguales… La mayor traición es esa, reconocer a ETA como un interlocutor político, que es no solo amnistiarlo, sino legalizar a la organización terrorista, legitimarla. Darle una legitimidad que ella había perseguido a lo largo de toda su historia poniendo muertos. Y dársela –lo que es más sangrante– cuando ETA estaba derrotada.
Porque eso es muy interesante. Es que Zapatero salva a ETA cuando ETA está derrotada. Derrotada en términos –vamos a decirlo para que se me entienda– militares. Es decir, sin capacidad para crear comandos nuevos, con comandos deshechos… Cuando está derrotada por los cuerpos y fuerzas de seguridad, y también por los ciudadanos en la calle, que nos costó mucho salir, pero terminamos saliendo. Cuando está derrotada, Zapatero la rescata.
Y hace lo mismo, si te fijas y si lo recordamos, con el independentismo catalán. Cuando están derrotados, cuando han bajado, cuando ya no tienen apoyo en su propia comunidad autónoma –la única en la que podían tener respaldo ciudadano–, en el peor de los momentos, los rescata. Hasta el extremo de llamar a Artur Mas a la Moncloa y negociar con él un estatuto por encima de lo que habían decidido en el Parlamento autonómico. Esa es la gran… Es que traición es poco. Es la personificación de la falta de empatía humana, de la falta de ética, de la falta de moral, de un político que llegó para destruir lo que habían construido, incluso sus mayores en el propio Partido Socialista Obrero Español. Y para eso había que legalizar a los enemigos mortales y jurados de la democracia e ilegalizar –en términos de no sentarse a la mesa con ellos y de excluir del consenso democrático– al otro gran artífice de la Transición, que fue el Partido Popular, o la derecha nacional española, que es la única que le puede, como decíamos antes, ganar las elecciones.

P.- El pacto del Tinell marcó la exclusión del PP del consenso democrático y, según expone, fue la primera cesión de Zapatero al nacionalismo catalán. ¿Qué consecuencias tuvo aquel cordón sanitario?
R.- A ver, no fue una cesión. El nacionalismo catalán se benefició, pero él lo quería. Nadie se lo había pedido. Quiero decir que no se lo pidieron los independentistas. Eso era para Zapatero un instrumento para excluir al Partido Popular. La historia era esa. Si Zapatero estaba cuestionando la Transición, para cuestionar la Transición con alguna credibilidad entre las bases del Partido Socialista, tenía que demonizar a uno de los actores de la Transición. Entonces, como pasa ahora con Sánchez, creo que las palabras son importantes. Sánchez no cede ante ante sus socios de Gobierno, ante sus socios de legislatura, no. Hace con ellos lo que quiere hacer, porque ellos están de acuerdo con él. Bueno, Zapatero no cedió al independentismo como no cedió ante Artur Mas. Fue iniciativa de Zapatero el Pacto del Tinell.
Lo que hizo en el Tinell fue excluir al Partido Popular del consenso democrático para cuestionar la Transición. Porque toda su historia ha sido el cuestionamiento de la Transición. Ese era un instrumento para cuestionar la transición, porque deslegitimaba –trataba de hacerlo– a uno de los actores. Y eso fue el Tinell. Eso fue el 2003, si no recuerdo mal. Pero es que eso tú lo ves escrito ahora y dices «es que parece parece mentira que esto se haya producido». Pero es que en 2004, uno de los actores con los que sí se podía pactar en Cataluña, pactó con ETA que no atentaran en Cataluña. Y esos son los socios progresistas y de izquierdas de Zapatero, que siguen siendo en este momento los socios de Sánchez.
Pero eso que decíamos al principio, cuando tú me preguntabas «¿por qué ahora?» Es que vamos a poner luz sobre todo esto. ¿Cuando decimos todo, qué significa todo? Pues significa que el tumor primigenio se llama Zapatero y que lo que ahora sufrimos son las metástasis. Son las metástasis de aquel tumor que nunca se extirpó. Porque no lo hemos extirpado. Entonces ya está bien, vamos a ver si desvelamos eso. Que llevamos levantando y levantando, como cuando uno le abren hasta encontrar el tumor.
P.- Como recordaba hace un momento, Zapatero prometió aprobar el Estatut catalán tal y como saliera del Parlament. Usted lo califica de estatuto con alma de Constitución y denuncia que incluso se había despenalizado el delito del referéndum ilegal para consolidarlo. ¿Hasta qué punto este cálculo político explica que en 2017 se pudiera declarar la independencia de Cataluña?
R.- Pues claro, si en el Código Penal no se hubieran modificado los artículos que que consideraban delito convocar referéndums ilegales, pues hubiera sido un delito la convocatoria de ese referéndum, además de todo lo que sucedió alrededor de la convocatoria, la violencia, todo lo demás, la propia convocatoria hubiera sido delictiva. Pero eso se excluyó o se quitó del Código Penal. Lo hizo Zapatero, de la misma manera que se excluyó el impedir que ante el Constitucional se pudiera recurrir previamente un Estatuto antes de que se hubiera aprobado.
Claro, ¿eso lo quitó para qué? Para que cuando luego el Tribunal Constitucional tardó cuatro años en dictar sentencia después de que se aprobara el Estatuto de Autonomía de Cataluña, sacaron a la gente a la calle para decir que era una vergüenza que cuatro años más tarde, con un estatuto que llevaba cuatro años en vigor, hubiera habido una sentencia. Pero ellos habían hecho lo necesario para cuestionar después cualquier decisión del Tribunal Constitucional. Realmente todo estaba dibujado para que eso ocurriera así, porque el recurso previo de inconstitucionalidad hubiera impedido que se tramitara ese estatuto.
El recurso de inconstitucionalidad había que modificarlo. Esa ley, por ejemplo, era una que necesitaba ser modificada, porque se recurrían muchísimas cosas que no tenían ningún sentido de fondo, pero había que mantener lo esencial. Bueno, lo quitaron todo. ¿Para qué? Para tener una estratagema, un argumento más para luego poderlo utilizar. Pero es que te recuerdo que Sánchez dijo que recuperaría esos recursos, el previo de inconstitucionalidad y también el de el de convocatoria ilegal de referéndum. No solo no lo recuperó, sino que quitó del Código Penal algunos de los delitos por los que habían sido condenados los que convocaron el referéndum.
«Ese es el objetivo de toda la historia de Zapatero, cuestionar la Transición»
P.- Sobre la Ley de Memoria Histórica, usted señala que no se concibió para cerrar heridas, sino para señalar al PP como heredero del franquismo. ¿Qué le lleva a pensarlo?
R.- Leer las actas de los debates. Aparte de que yo estaba en el Partido Socialista en aquel momento y estaba en los debates en los que se hablaba de ese asunto. ¿Cuál era el objetivo? El objetivo no era restañar no digo heridas, sino injusticias, porque las heridas no se restañan con las leyes, sino injusticias. Yo qué sé, personas que habían estado en el bando republicano y que habían sido represaliadas. No, no, no se trataba de eso. Había habido en la época de Felipe González –y yo diría que incluso con UCD, pero desde luego con Felipe González– decretos, precisamente, para reconocer a los oficiales o suboficiales de la República, para reconocerles el rango, para darles pensiones. Mi padre, que ya se había muerto, fue suboficial y mi madre cobró pensión como viuda de suboficial de la República gracias a los decretos de entonces. Es verdad que había muchas cosas todavía por hacer, seguramente, pero la ley no tenía ese objetivo.
La ley tenía como objetivo excluir también ahí, poderles llamar franquistas, hasta el extremo de que yo invito a la gente a que lea esos debates. Y si no se lo creen, porque parece duro creérselo, que lean los debates que se producían en el Congreso de los Diputados. Iba el Partido Popular y presentaba, por ejemplo, una transaccional a un artículo, a una enmienda que ya se había aprobado. Se presentaba no otra enmienda, sino una transaccional, para a ver si lo acotaban, en ponencia o en comisión. Es que el PSOE retiraba el texto. ¿Para qué? Para que no lo pudiera votar el PP. Porque su objetivo no era sacar una ley de consenso. Su objetivo era echar también en esa materia del consenso democrático al Partido Popular.
No nos tenemos que olvidar. Ese es el objetivo de toda la historia de Zapatero, cuestionar la Transición. Cuestionar, por tanto, la Constitución y las instituciones democráticas que se derivaron de la de la transición, no solo el espíritu, que era el espíritu del encuentro. Cuestionarlo todo y, a partir de ahí, hacer todo lo necesario para que ese cuestionamiento que primero caló entre las filas del Partido Socialista pudiera ser trasladado a la sociedad española cuando ganó las elecciones.

P.- Sobre esta misma cuestión, usted escribe que Zapatero llamó «segunda transición» a lo que en realidad demostró ser un retroceso democrático. ¿Cree que nos encontramos ya ante un escenario en el que no se cumple con los estándares democráticos europeos?
R.- Hombre, somos el único país del mundo en el que en el Gobierno de la Nación existen ministros que alaban a Lenin, a Stalin, a partidos políticos que en Europa están declarados por el Parlamento Europeo y por las instituciones como autores de crímenes de lesa humanidad. El Gobierno de España es una anomalía democrática en la Europa democrática. Pero vamos, eso no es que yo lo crea, es que eso es una cosa fácilmente constatable. Somos el único gobierno de la Unión Europea, y de las democracias que yo conozca, que les aplica amnistía a los delincuentes y les saca de la cárcel porque necesita sus votos para poder estar en el poder. En fin, esto no es una democracia plena en el sentido de que las democracias plenas, la libertad de expresión no está perseguida, la libertad de cátedra tampoco, la libertad de prensa tampoco, las libertades generales tampoco. Aquí te señalan en cuanto abres tu boca y explicas tu verdad. Y claro, eso no es compatible con la democracia.
«Sánchez no se va a ir por las buenas. Se irá si no le queda otro remedio»
P.- ¿Se puede trazar, pues, una línea recta entre las decisiones de Zapatero y la estrategia actual de Pedro Sánchez?
R.- Como decía antes, Sánchez y su banda son la metástasis del tumor, que es Zapatero. Que es, no que era. Que es.
P.- ¿Cree que aguantará Pedro Sánchez en el Gobierno hasta el año 2027, o que convocará elecciones por sorpresa?
R.- Tratará de aguantar, porque su destino penal está unido a tener a la Fiscalía y a los abogados del Estado defendiéndole. Entonces, cuanto más claro sea que el banquillo lo tiene cerca, más se atará a la Moncloa y al poder que le da seguir en la Moncloa. O sea, aguantar, si de él depende, aguantará todo. No sé si le veremos salir en una ambulancia del Samur o con los GEO, o con los GEO protegiendo la ambulancia del Samur. Por las buenas no se va a ir. Se irá si no le queda otro remedio.