Noruega presionó a Rajoy para que cumpliera lo prometido por Zapatero en las actas de ETA
Un emisario de Oslo le pidió en La Moncloa que negociase con los terroristas Ternera, Pla y Sorzabal

El expresidente del Gobierno Mariano Rajoy en el último foro de La Toja. | Elena Fernández (EP)
Nada más entrar en La Moncloa en diciembre de 2011, Mariano Rajoy recibió una petición urgente del Gobierno de Noruega para abordar en una reunión el alto el fuego definitivo que ETA había anunciado el 20 de octubre de aquel año. Este se había producido justo un mes antes de las elecciones generales en las que el PSOE perdió de forma estrepitosa el poder, con Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato.
El Ejecutivo noruego lo encabezaba en aquel momento el primer ministro Jens Stoltenberg, quien dejó el cargo en 2013 para dirigir la OTAN durante una década. Rajoy aceptó reunirse con un emisario noruego, quien nada más sentarse en Moncloa le pidió que enviase a Oslo a un representante para reunirse con tres miembros de ETA: Josu Ternera, David Pla e Iratxe Sorzabal, la tríada sobre la que se sustentaba la dirección de la organización terrorista tras las sucesivas desarticulaciones de las cúpulas etarras que se habían producido desde la ruptura de la tregua indefinida de 2006.
Rajoy recibió con sorpresa la petición noruega, sobre todo cuando el emisario le reclamó que cumpliese con ETA lo prometido por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero en las reuniones que dieron lugar a las actas secretas que ha desvelado THE OBJECTIVE recientemente, y donde el Gobierno socialista se había comprometido a negociar el desarme de la banda terrorista tras el alto el fuego definitivo.
Según desvelan a THE OBJECTIVE fuentes próximas al exmandatario popular, el expresidente rechazó de plano la petición noruega y dio instrucciones para que nadie de su Gobierno aceptase ninguna reunión con ETA en un país tercero y que tampoco se atendiesen las peticiones del Centro para el Diálogo Humanitario Henri Dunant. Esta entidad había mediado en la tregua fallida de 2006, al igual que la Comisión Internacional de Verificación (CIV), que la izquierda abertzale impulsó tras 2011 para intentar que personalidades extranjeras condicionasen a Madrid en lo que denominaban «el final de la lucha armada» de la organización terrorista.
ETA ofreció en mayo de 2012 al Gobierno el inicio de contactos para hablar del desarme y del desmantelamiento de sus arsenales con el objetivo de alcanzar «una solución definitiva» al problema del terrorismo. Eso sí, incluyendo a cambio una salida «a la situación de los presos», según relató Ram Manikkalingam en nombre de la CVI. Sin embargo, Moncloa no aceptó la jugada de esta comisión ni las presiones de Oslo.
El propio Rajoy relata varios pasajes de todo esto en su libro Una España mejor publicado en 2019, aunque sin dar nombres. «Nunca hubo ninguna suerte de contacto con ETA y menos aún ningún tipo de negociación. A pesar de las continuas peticiones de la organización terrorista y de la llamada ‘Comisión Internacional de Verificación’ afirmando que ETA estaba dispuesta a dialogar, mi Gobierno jamás reconoció la legitimidad, ni de ETA ni de dicha Comisión», señala el expresidente al respecto.
El caso «más palmario de esa determinación» por parte de Rajoy se produjo «al poco de llegar a La Moncloa, cuando fuimos informados de que tres importantes dirigentes de ETA –los citados Ternera, Pla y Sorzabal– estaban en Noruega con el conocimiento de las autoridades de ese país».
«Su pretensión era reunirse con los representantes del Gobierno español ‘para afrontar juntos una solución definitiva y acodada al conflicto político’. A través de diferentes vías, el Gobierno de Noruega pretendió que hubiera una reunión, a lo que siempre me negué. Según nos dijeron, su postura se sustentaba en una solicitud del anterior Ejecutivo socialista para que actuaran como mediadores en sus contactos con la banda terrorista», apunta el expresidente.
Rajoy no se dejó intimidar por lo pactado por su predecesor pese a la insistencia de las autoridades noruegas. «Le expuse con toda claridad (al Gobierno noruego) mi posición radicalmente contraria a ese plan: yo no estaba dispuesto a dialogar políticamente con ETA bajo ningún supuesto», apunta en su mencionado libro. Al final, Oslo expulsó en febrero de 2013 a los tres negociadores, «donde llevaban esperando al menos ocho meses para iniciar una negociación que nunca existió».
Problemas para el embajador noruego
Una víctima colateral de todo ello fue el nuevo embajador que Noruega envió a España a mediados de 2012, Johan Christopher Vibe. Un detalle desconocido que Rajoy incluyó en su libro es que su Gobierno retrasó varios meses la incorporación del diplomático escandinavo a su puesto porque había sido uno de los mediadores con la banda terrorista. Por eso, Madrid veía con incomodidad su llegada al frente de la embajada noruega en un momento en el que ETA cumplía con el alto el fuego, pero se resistía a disolverse.
«Cuando desde Oslo se solicitó el plácet como embajador para un diplomático cuya tarjeta de visita había sido hallada en poder de uno de los terroristas, esta petición quedó sin respuesta durante varios meses, algo muy excepcional entre países amigos», revela el expresidente del PP sobre el caso de Vibe.
Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado continuaron persiguiendo a los terroristas etarras tras el alto el fuego definitivo de 2011. «Durante mi etapa de Gobierno, practicaron más de 150 detenciones que quizás merecieron menos atención por parte de la opinión, puesto que ETA había anunciado el cese de su actividad armada», rememora Rajoy.
«A pesar de ello, el Estado de derecho nunca dejó de perseguir a los terroristas, hasta el punto de que la cúpula de ETA fue desarticulada en dos ocasiones, el 22 de septiembre de 2015 y el 5 de noviembre de 2016. Y el 12 de octubre de 2016 fue localizado en Francia un arsenal de ETA, el mayor desde 2004», añade para dejar claro que la banda terrorista no acabó con Zapatero en 2011, sino que la desaparición solo fue efectiva en 2018, tras el anuncio de su disolución.
En todo caso, Rajoy enfatiza en su libro que los españoles en su conjunto pueden sentirse «legítimamente orgullosos» de haber acabado con ETA «sin ceder a ninguno de los chantajes y sin abonar ninguna suerte de precio político». Todo ello, pese a los intentos de Noruega a poco de llegar a La Moncloa. «Nada se llevó con ella», concluye el expresidente.