Lección de decencia de Guardiola al procaz Sánchez
«Ahora la estrategia del presidente popular es ahogar al PSOE con una pléyade de elecciones, una tras de otra»

Ilustración de Alejandra Svriz.
A lo peor se la pega porque ya se sabe que cuando se abre una urna puede salir un sapo. O una golondrina, que se lo digan a Javier Milei. Pero, por lo pronto, la presidenta de Extremadura le ha propinado a Sánchez una lección insuperable de decencia democrática: si no puedes aprobar los Presupuestos, ley fundamental de cada legislatura, disuelves el Parlamento y les dices a los ciudadanos que arreglen, con su voto nuclear, el engorro. A Guardiola, el PSOE y sobre todo Vox, le han tocado los costados en la idea de que «esta chica —frase textual de un pacense— se va a venir abajo». Pero ha hecho lo contrario: venirse hacia arriba en la certeza de que lo que le espera de aquí al 21 de diciembre será un calvario. Para ella y para Feijóo. Tiene enfrente a un Vox que sólo quiere sentarse a la entrada de su tienda y ver pasar el cadáver de su enemigo, el PP, y un PSOE que acude a las elecciones con más basura en sus entrañas que el peor estercolero del Mundo Mundial. Aun así, ¡cuidado Guardiola!, estos sanchistas son capaces de vender un albañal como una patena. «Talmente», diría un castizo.
En cualquier país digno y democrático, cuando un Gobierno se queda en descomunal minoría y no puede llevar al Parlamento proyecto alguno porque se lo tumban, el jefe del tinglado pide el Boletín Oficial del Estado y despide la presente historia. Es lo que ha hecho Guardiola y es lo que no ha hecho Sánchez. La diferencia entre una persona íntegra y un miserable. No lo tiene fácil la presidenta extremeña que empezó francamente mal y que ha terminado muy bien. Tuvo que rectificar su primario desdén hacia Vox, ha aguantado sus acometidas, el boicot de los siervos de Abascal, ha abierto grietas entre los radicales de la derecha y ahora —proclaman las encuestas— está en disposición de acercarse a los 33 parlamentarios. Hasta ahora, Guardiola solo cuenta con 28, los mismos que obtuvo el finado Fernández Vara. Aparte de los irredentos de Vox, alguno de cuyos representantes en Madrid es un fanático impresentable, tiene Guardiola enfrente a un PSOE cuyo candidato es un golfo implicado en el escándalo del hermano organista (literal) de Pedro Sánchez. Fíjense cómo percibirán de negro los socialistas regionales que en los últimos días han tomado dos decisiones precautorias: la primera, proceder a la sustitución urgente de David Sánchez como preboste de las Artes Escénicas de la Diputación de Badajoz; la segunda —toda una execrable bajeza de su protagonista— la ha reseñado el candidato socialista Miguel Ángel Gallardo, que ha afirmado que él no tiene nada que ver con Sánchez, que en 2017 él apoyó a Susana Díaz. Lo dice, sin ponerse rojo, un tipo que durante estos siete años se ha distinguido como el palanganero mayor de Sánchez en Extremadura.
A Sánchez —diga lo que diga la insoportable propaganda oficial— la decisión de Guardiola le ha cogido en calzoncillos, en la semana misma en que ha comparecido en el Senado para explicar sus muchísimas relaciones con la corrupción generalizada. No puede mentir, pero mintió. Duro momento para él, pero también para el Partido Popular que se juega mucho en este envite, en esta lidia de ajedrez que, según opina un reputado colaborador de Feijóo: «Lo más probable es que termine en tablas». El PP tiene quizá la mejor circunstancia a favor: que el trolero más grande que vieron los siglos, no puede mentir bajo pena de delito flagrante. No puede mentir pero lo ha hecho. Es de suponer que el PP preparara, como si se tratara de un grupo de entomólogos detallosos, todos los momentos en que Sánchez pudo caer en un renuncio, cosa difícil porque la legión de asesores que le pagamos le dibujaron todos los escenarios posibles. También estudiaron al adversario. El senador del PP, Alejo Miranda, fue objeto de un seguimiento especial, tanto que se quejó, y con razón, de que su móvil particular «[había] sido hackeado». ¿Qué casualidad, verdad? Aquí, en España desde que Sánchez llegó al poder nada sucede sin haberse dibujado de antemano, por eso el PP debe desarrollar un acoso y derribo sin pausa en este día.
De Junts, ciertamente, la gente ya no sabe qué pensar porque en estas pasadas horas han pergeñado un par de ingeniosidades sugestivas. Por ejemplo: «Podrá [el PSOE] ocupar sillones, pero no gobernar» o esta otra: «El PP tiene ahora que aprobar». ¿Qué pretenden apuntar las dos? ¿Que el PSOE lo tiene ya imposible? ¿Que el PP debe someterse a sus exigencias? Pues, quizá, pero este cronista ya les adelanta esto: Feijóo no va a mover una ceja para que el catalán sea reconocido en Bruselas, tampoco para ceder a los secesionistas una «financiación singular», o sea un concierto que deposite en la Generalidad todos los impuestos habidos y por haber, caso vasco y navarro. Por cierto: los chupasangres políticos del PNV ya se han colocado en situación de «prevengan», de «por si acaso». Desprecian profundamente a Sánchez —de hecho lo desprecian desde la moción de censura del 2017— pero han conseguido de él diezmos y primicias sustanciales. Ahora, ¿de qué lado están? Del suyo. Dicen: «Jugaremos mientras haya partido» y «la situación se acerca a la agonía». Sánchez, que puede ser un desalmado pero no es un tonto del haba, sabe que no puede descuidar al PNV porque este partido tarda en traicionar lo que Lamine en decir estupideces; nada. Por eso, a la menor posibilidad de una moción de censura, los chicos/as de Aitor Esteban darán el volantín. Que nadie dude de ello.
Y nadie, tampoco, se engañe: Feijóo nunca será presidente con Abascal de vicepresidente. Ahora la estrategia del presidente popular es ahogar al PSOE con una pléyade de elecciones, una tras de otra: empezamos con Extremadura donde la voluntariosa Guardiola roza la mayoría absoluta; continuamos con Castilla y León en que las gentes de Mañueco, si no meten demasiado el cuezo, quizá se sitúen en 136 escaños, suficientes para gobernar sin las moscas testiculares de Vox y para sumar más que las izquierdas marginales de la región; finalizaremos, en principio y por este año con Andalucía, ahí Juanma Moreno tiene que demostrar que la feroz campaña de las mamografías, una inmoralidad engordada por la ministra Montero, no le han restado grandes apoyos entre el público femenino. Y tras Andalucía, ya se avistarán, inexorablemente para Sánchez, las demás autonómicas, municipales y generales, pero todo eso si este sujeto, Sánchez, no se inventa cualquier atrocidad para dilatar unos kilómetros más su estancia como «okupa» en La Moncloa. ¿Lo más inmediato? Pues su comparecencia en el Senado el día onomástico de San Martín. Ya saben lo que reza el aforismo español: «A todo…». San Martín.
