Sal Emergui: «Familiares de los rehenes decían que no entendían la hostilidad de España»
El periodista, autor de ‘Descifrando Israel’, describe el «trauma» del 7-O y los retos de la tregua en Gaza

Sal Emergui, autor de 'Descifrando Israel'.
Sal Emergui (Barcelona, 1974) es uno de los corresponsales españoles que mejor conoce la realidad de Israel y los entresijos del conflicto con Palestina. Activo en el terreno desde hace más de 25 años, ha trabajado para los principales medios de comunicación españoles y en lengua española y catalana. Es autor de Descifrando Israel, uno de los volúmenes más completos para analizar el presente y el futuro de Oriente Medio. En el libro, que acaba de lanzar su segunda edición, recopila entrevistas con un centenar de intelectuales, académicos, espías, emprendedores, artistas, oficiales y dirigentes. Además, aporta un retrato del país y un análisis sobre la situación y los sentimientos que sacuden la sociedad israelí antes y después los ataques de Hamás del 7-O.
PREGUNTA.- El pasado 13 de octubre, pocos días después del segundo aniversario de los atentados del 7 de octubre y tras dos años de guerra, Israel y Hamás han firmado una paz o alto al fuego. ¿Cree en ese acuerdo?
RESPUESTA.- Más que un acuerdo de paz, hablaría de un acuerdo de tregua, y ojalá aguante. Aunque yo me conformaría con ese objetivo mediano, una tregua, porque un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos es hoy en día casi imposible. Si me equivoco, sería la persona más feliz del mundo. La tregua es también difícil, pero más posible. La paz requiere cambios y compromisos en el terreno que los 20 puntos de Donald Trump tampoco dejan claro, aunque el presidente de EEUU ha conseguido realmente algo que pocos han logrado: por un lado, que Benjamín Netanyahu acepte el acuerdo con Hamas aún en pie, y en segundo lugar que Hamás ceda, por la presión de varios países, y entregue los rehenes vivos. Pero no es un acuerdo de paz tal y como se habla aquí. La paz de Trump y Netanyahu en este plan es una tregua y luego acuerdos con otros países árabes para ampliar los acuerdos de Abraham (iniciados en 2020), pero no el reconocimiento de la fórmula de dos Estados.
Dos Estados
P.- Hablando de dos Estados, ¿cómo ha cambiado la sensibilidad de los israelíes respecto a esa idea, o sea, que Palestina tenga un Estado propio?
R.- El 7 de octubre y sus efectos ha provocado un terremoto emocional entre los israelíes y los palestinos más allá de cambios dramáticos en la región. El problema es que la solución de los dos Estados tiene más apoyos en Madrid, Barcelona o París que en Ramallah, Jerusalén o Tel Aviv. Y a la paz tienen que llegar israelíes y palestinos, no los españoles con los palestinos o los estadounidenses con los israelíes. Por lo tanto, es algo difícil. Hay tres obstáculos: los grandes temas en discordia que no han variado como la cuestión territorial y Jerusalén; los actuales liderazgos, con Israel que tiene un gobierno que se opone -y no solo su ala más ultraderechista- a la creación de un Estado palestino, mientras en Cisjordania hay un líder muy mayor como Abu Mazen, elegido en 2005 y que, aunque quisiera, tendría difícil llevarla a cabo también por lo que pasa en el terreno como por ejemplo la creciente extensión de los asentamientos, Y, por último, lo que piensan los dos pueblos; el 7 de octubre ha tenido un efecto en muchos israelíes, incluso de centro izquierda, sobre la retirada de Gaza de 2005. Este es el principal argumento de la derecha: ‘Mira qué pasó en Gaza, imaginaos qué puede pasar en Cisjordania si nos retiramos’. Sin olvidar que cuando había mayoría a favor también la misma mayoría decía que era difícil de aplicar.
P.- La solución de los dos Estados es, por lo tanto, una idea más occidental, moldeada alrededor del debate de aquí y no de quien vive en primera persona el conflicto.
R.– En las sociedades occidentales siempre estuvo ese debate, aunque desde hace unos años en Israel el debate ideológico se ha trasladado en gran parte a uno pasional y personal en torno a la figura de Netanyahu. Pero muchos israelíes, incluyendo del centro, creen que la idea de los dos Estados hoy sería como dar un premio a Hamás. Después del 7-O se ha perdido esa filosofía, ese idealismo sobre los dos Estados, que en cambio se defiende fuera. Hay menos apoyo en la sociedad israelí, pero también en la sociedad palestina. Un dato: una encuesta reciente entre los palestinos decía que el 53% se opone a esa idea. Y en Gaza, Hamás por supuesto no la quiere. Cuando irrumpieron en el sur de Israel el 7-O no lo hicieron gritando a favor de los dos Estados, sino ‘Allahu akbar’. Esta solución es muy complicada a corto y medio plazo.
P.- ¿Hay una sensación en la sociedad israelí de traición de las democracias occidentales, de agravio por las posiciones de algunos sus gobiernos, como por ejemplo el de España, que apoyó a la flotilla o las protestas de la Vuelta ciclista?
R.- Hay muchos tipos de israelíes, por lo que es difícil decir qué piensa Israel. Pero sí puedo decir que esa palabra, ‘traición’, yo la sentí cuando entrevisté a las feministas de Israel y me contaron que después del atentado de Hamás y de las violaciones durante el festival, intentaron llamar y comunicarse con sus colegas de otros países europeos, y ni siquiera les contestaron las llamadas. Esas mujeres se sintieron traicionadas. Por otro lado, en Israel nunca ha tenido mucha importancia el ‘qué dirán fuera’. Ellos dicen que prefieren la condena a la condolencia. Es decir, que la seguridad es más importante que la opinión pública. Pero yo siempre digo, cuando me entrevistan emisoras o televisiones israelíes, que las relaciones internacionales son una parte fundamental de su seguridad nacional. Y no solo lo que dice Sánchez o Macron, al que dan más importancia, sino que Israel como país no puede permitirse el lujo de vivir aislado. Aunque es cierto que tuvo mucho eco lo de la Vuelta de España, o la anulación de contratos de armas y hasta Eurovisión. Los israelíes dan mucho eco a eso.
Imagen de España en Israel
P.- ¿Cuál es la imagen de España en Israel en este momento?
R.- Yo llevo ahí más de 25 años y realmente siempre cuando decía España había reacciones positivas. Entre otras cosas, por el fútbol, que es casi una religión allí. Pero ahora hay enfado. Aunque, seamos sinceros, a Netanyahu lo que le importa realmente no es lo piensa Europa o al menos no todos los países europeos sino lo que piensa Trump. Es decir, para él la comunidad internacional en cierta forma es el despacho oval. Pero sí que en Israel hay decepción, enfado y sorpresa por el deterioro de las relaciones con España. Y por eso, cuando estuve hace un mes en la Plaza de los Secuestrados, en Tel Aviv, por primera vez algunos vinieron y me preguntaron: «¿Por qué nos odiáis tanto en España?». Nunca había recibido ese mensaje.
P.- ¿Fue impactante?
R.– Ellos ven lo de Eurovisión, ven cómo España lidera el boicot, ministros pidiendo la ruptura de relaciones o cómo el presidente Sánchez habla de genocidio citando a la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, que en Israel es considerada todo menos objetiva. El Gobierno de Netanyahu respondió que Sánchez lo hizo para ocultar sus problemas internos. Es evidente que en España hemos visto cómo Israel se ha convertido en un arma política, en una especie de tema interno, una bandera. Cuando hubo un acuerdo de tregua, había miembros de la coalición del Gobierno que estaban en contra o lo criticaron mientras que los israelíes y gazatíes estaban a favor.
P.- Estuvo en los hospitales cuando llegaron los rehenes israelíes, en el momento de su liberación. ¿Qué es lo que vio?
R.- Hablando de esto, incluso algunos de los familiares de secuestrados me dijeron que no entendían la hostilidad de España hacia Israel. Y no entendían por qué no tenemos ninguna simpatía hacia ellos. Y me lo decían incluso envueltos en su drama humano. Por lo demás, la vuelta de rehenes ha sido una inyección de esperanza en Israel. Hablé con los familiares de secuestrados y también con los profesionales sanitarios. Su consigna fue sobre todo no darles una rutina, después de dos años la prioridad era darles la libertad para hacer lo que quisieran. Y en cuanto a la sociedad, además de esperanza, hay alivio. Ha sido la guerra más larga de Israel, que empezó a nivel mediático internacional como Ucrania tras ser atacada, y acabó peor que Putin. Pero la gente quería este acuerdo de tregua.
P.- Habla de guerra, ¿fue una operación militar o un genocidio?
R.- Si preguntas en Israel, la inmensa mayoría te dirá que es una ofensiva militar, admitiendo sus efectos en Gaza aunque recordando siempre las dimensiones del 7-0. Y que Israel, pese a ello, dio ayuda humanitaria al enemigo, porque el enemigo para ellos es una especie de Estado que había creado Hamas desde 2007 en la Franja de Gaza.

P.- Pero no todo el mundo.
R.- Es verdad que en Israel dos oenegés de derechos humanos dijeron hace pocos meses que fue un genocidio. Y otros, entre ellos académicos e historiadores militares, dicen que no lo fue. Nadie en Israel niega que el ataque de Hamás y la respuesta fue algo sin precedentes, y que no hay guerras bonitas. Dicen que hicieron lo que tenían que hacer para que desde Gaza no vuelvan a atacar a Israel. Y no vuelva un 7 de octubre, como declararon líderes islamistas. Incluso en la izquierda israelí decían que había que atacar como respuesta, aunque tras las imágenes y lo que sucedía en Gaza aumentaban aquellos que estaban en contra de seguir la ofensiva, pero eso no significa que estaban a favor de Hamás, ni mucho menos.
Futuro de Netanyahu
P.- En el libro cita a David Grossman, uno de los principales pensadores de la izquierda israelí. Grossman sostiene que en Israel es más fácil ser de derechas. ¿Es así?
R.- Está clarísimo. Lo es por demografía y por realidad. Por demografía, porque el sector más liberal de centro izquierda se ha ido reduciendo en los últimas dos décadas. 82.000 personas se han ido de Israel en el último año. Pero es que el centro israelí, si lo comparas con España, sería la derecha. Y lo que ha hecho el 7 de octubre es que ha provocado una reacción. Han visto a los civiles de Gaza dando la bienvenida a los secuestrados con golpes y escupitajos. No han informado de su paradero, en algunos casos, en dos años. Es lo que se ve en Israel que, como digo desde hace dos años, es una guerra muy diferente a cómo se ve en Europa.
P.- ¿Cree que Netanyahu ha instrumentalizado el dolor del 7 de octubre, el trauma nacional? Es una tesis que se puede leer en la BBC y The Guardian.
R.- Después del 7 de octubre, cualquier gobierno en Israel hubiera respondido. Cualquier gobierno, incluso de izquierda, hubiera reaccionado como hizo Netanyahu. La gran diferencia es que otro hubiera acabado seguramente mucho antes la guerra y hubiera buscado un acuerdo en la época de Joe Biden. En primer lugar, para la vuelta de rehenes, pero también para reducir el desgaste interno y externo de Israel. Los sondeos mostraron una clara mayoría a favor del alto el fuego y la creación de una comisión de investigación del fracaso del 7-0 a la que se niega el Gobierno. En la oposición y amplios sectores de la sociedad consideraron que Netanyahu alargó la guerra para evitar el adelanto de elecciones.
P.- ¿Está todavía fuerte Netanyahu?
R.- Sí en el duelo de partidos, pero pierde en el de bloques, que es lo que decide la victoria. Aún es pronto para pronosticar en un país en el que solo los irresponsables o atrevidos lo hacen, ya que en pocos minutos pueden pasar mil cosas. Yo creo que Netanyahu aspira a un empate en las próximas elecciones generales, porque esto le permitiría seguir gobernando, que es lo que ocurrió en las últimas elecciones. La derecha está más organizada en torno a un líder, mientras que en el centro-izquierda hay más división y candidatos. La esperanza para la izquierda es ahora Yair Golan, un exgeneral que el 7 de octubre de 2023 se fue solo al sur, un reservista ya mayor que empezó a salvar a los civiles y eso le dio mucha popularidad. Hoy ha aglutinado a los votantes del Partido Laborista y Meretz y podría ser una sorpresa en las próximas elecciones, aunque lo más probable es que el nuevo Gobierno sea de centro derecha, que le incluya, o solo derecha sin él.
Futuro de Hamás
P.- En el libro Descifrando Israel, además de aportar análisis personales, hay muchas citas y entrevistas. Una de ellas, a Micah Goodman, un intelectual muy conocido en el país, en la que dice que el sentimiento predominante de los israelíes es el miedo, y el de los palestinos, la humillación. ¿Coincide con esa idea?
R.- Sí. Y Goodman lo dijo antes del 7-O. Pero sí que es cierto que hay un sentimiento imperante y constante en Israel de búsqueda primordial de seguridad. Y con la seguridad se justifican muchas cosas que no solo son criticadas fuera sino también en algunos sectores en el país. En el lado palestino, hay sentimiento de humillación, por ejemplo con los checkpoint en las carreteras en Cisjordania, por ejemplo. Y esto provoca un sentimiento de injusticia e incluso de venganza. Es un círculo que se retroalimenta desde los inicios del conflicto.
P.- Y entre humillación y sufrimiento, ¿se puede crear una nueva generación de terroristas?
R.- Es pronto para conocer los efectos de lo que estamos viendo. Según los sondeos, en la Franja de Gaza todavía hay muchos que consideran que la decisión de Hamás de hacer el ataque del 7-0 fue correcta. Y en estos primeros días de tregua hay otros dos sentimientos: la desesperación, que produce odio y sed de venganza, y en eso es clave el sistema de la educación, las escuelas, etcétera. Pero también hay cada vez más palestinos que dicen que lo que hizo Hamás les ha provocado una tragedia. Por tanto, digamos, también hay enfado hacia Hamás al ver su situación antes y después del ataque. Por eso digo que el 7-O en Israel y la posterior ofensiva en Gaza ha provocado traumas en ambos pueblos que van a tardar mucho en cicatrizar.
P.- ¿Hamás está ahora más fuerte o más débil?
R. Desde el punto de vista militar, mucho más débil. Pero es que Hamás creó un auténtico régimen. Un grupo que hacía atentados pero que tras ganar las elecciones de 2006 y la violenta toma de control en detrimento de Al Fatah en 2007 creó un mini ejército con decenas de miles de efectivos y divisiones en cada región. Todo esto ya no está. Es decir, esta guerra a nivel militar ha descabezado su cúpula. Y sus líderes están fuera. En Israel dicen que han eliminado a más de 20.000 efectivos de Hamás, pero ha reclutado otros 20.000. Sobre la popularidad de Hamás habría que verlo en algún tipo de elecciones. Según los sondeos que hacen en Cisjordania, Hamás tendría quizás más apoyo allí que en Gaza. Incluso Fatah afirma y recuerda que Hamás es parte del pueblo palestino y no un grupo que vino de fuera.
P.- O sea, que sigue allí.
R.– Hamás sigue allí, y aunque quede uno dirán que han ganado o que han resistido.
P.- ¿Y quién ha ganado de verdad esta guerra?
R.– En las guerras no gana nadie, al menos no de forma absoluta. ¿Y en este caso, qué significa ganar? No es una guerra simétrica entre dos países sino entre un país y un grupo armado que actúa en zona urbana. Israel ha ganado, por supuesto, a nivel militar ante Hamás y el eje iraní ya sea en Irán o Hizbulá en Líbano, pero a nivel mediático y a nivel internacional su relato ha perdido.
P.- Sobre relato y realidad, ¿son reales los números que de víctimas en Gaza, que beben casi exclusivamente de fuentes de Hamás?
R.- Es difícil de saber. Yo, como periodista, lo que siempre quiero y creo que hay que hacer es, cuando se cita el Ministerio de Sanidad en Gaza, decir que está, como casi todo allí, bajo control de Hamás. Los israelíes ponen en duda esas cifras, la de los casi 70.000 muertos en la Franja, y se preguntan que cómo es posible que en Ucrania no haya recuento de muertos, y en Gaza saben el número exacto inmediatamente tras cada ataque. Lo que es indiscutible es que la Franja de Gaza ha vivido y ha sufrido una tragedia enorme y difícil de describir.
P.- ¿Va a durar la paz, o tregua?
R. Va a durar lo que dure la voluntad activa de Trump de que siga. Incluso si Hamás entrega los cadáveres de rehenes que aún debe entregar, veo muy complicada la segunda fase de la tregua, que le pide entregar el poder y sobre todo las armas. ¿Y si lo hace? ¿Y qué tipo de armas? ¿Y a qué fuerza entregarlas? Es difícil de decir, porque eso iría contra su ADN. Si se supera esa segunda fase, la tregua puede durar. Pero la otra pregunta es, ¿qué pasará a nivel político en Israel, que acudirá a las urnas en 2026? Y, repito, hay que ver si el imprevisible sheriff, es decir Trump, mantiene su interés en la región, en el conflicto, o va a otras cosas. Si logra imponer a todas las partes que siga la tregua, durará.
        