Pedro Sánchez y la consulta a su familia
«No es ético que una figura como la de presidente del Gobierno dé su opinión sobre un juicio en marcha»

Pedro Sánchez y Begoña Gómez.
El pasado domingo 9 de noviembre, Pedro Sánchez disfrutó de una sesión de baño y masaje en un periódico de cuyo nombre no quiero acordarme. En Madrid se celebraba la Virgen de la Almudena, y Ayuso se sentía indispuesta en el acto principal de dicha celebración. Un servidor está seguro de que esa leve indisposición por una gastroenteritis tuvo más que ver con su imposibilidad de digerir esos titulares que por comerse una corona de nata, el dulce típico madrileño para celebrar esta festividad.
El presidente del Gobierno no desaprovechó la oportunidad para querer influir en el juicio al fiscal general del Estado y decir que estaba seguro de la inocencia de este, y más después de haber visto las jornadas que llevaban de este. No es ético que una figura como la de presidente del Gobierno dé su opinión sobre un juicio en marcha, pero eso al periódico tampoco le importó y fue lo que más destacó de esa jornada de spa realizada en Moncloa, para convertirlo en su titular principal.
Un servidor debe reconocer que tiene algo de morboso. Si no, no se explica que una vez mis ojos se despertaron ese día para buscar en el móvil las noticias del día, y se encontraran con esa «exclusiva» tan manida y repetitiva, tuviera la necesidad de levantarme rápidamente, ducharme, vestirme y acudir a la cafetería más cercana donde sé que tienen ese periódico a disposición del público. Allí se encontraba la figura majestuosa de Sánchez fotografiado como si fuera un jefe de Estado serio. Un Adenauer o un Churchill, pero en este caso de marca blanca, la que ha obligado a comprar a los españoles en los supermercados y en las urnas. Me quedé boquiabierto, y no fue para que me entrara la tostada, sino por las típicas preguntas y los tópicos de las respuestas. Corrí un grave riesgo de que se me llenara de moscas, dicen que en boca cerrada no entran estas, pero eran tantas las excrecencias allí escritas, que ya se sabe la querencia de este insecto por abrazarlas.
Que la entrevista iba a ser decepcionante lo sabía desde aquel primer adormecido momento. Leerla no fue lo que hizo despejar el nuevo día, sino perseverar en una cotidianidad fiel a sí misma. Ni siquiera tomar un segundo café, hizo que me sobreexcitara lo que acababa de leer. Sólo el corazón me empezó a latir de una manera más rápida, como cada vez que necesito hacer uso de mi imaginación para escapar temporalmente de la realidad. Sólo hubo una declaración del presidente que me permitió este juego y fue la siguiente: «He reflexionado con mi familia y en 2027 me presentaré a la reelección». «Largo me lo fiais», pensarán algunos, pero sí en la España de hoy hay un Don Juan Tenorio, ese es Pedro Sánchez.
El latido se volvió taquicardia pensando en ese momento. Tuve claro entonces que el tercer café no entraría en mi organismo. Imaginé, antes de que pueda llegar ese tenebroso momento, cómo fue la manera de hablar con cada uno de sus familiares para consultarles si les parecía bien que se volviera a presentar. Primero elegiría a su hermano David, que estaría ocupado sabiendo cuál era su función en Extremadura, y qué era eso de las artes escénicas donde él estaba al mando. Yendo a Portugal a hacer la compra, pero durmiendo en la «casa» de su hermano Pedro, que no le cobraba alquiler, pues todo queda en familia, y además para pagar ya estamos el resto de españoles. A David le parecería bien que se presentara mientras él se pudiera ir «con la música a otra parte» y dar sus conciertos en cualquier lugar que no sea «Villa Candado».
Después seguiría con su hija Carlota. El presidente esperaría a que la estudiante llegara de la Universidad. La hija de Pedro Sánchez estudia en la Universidad privada ESIC University, en Pozuelo de Alarcón. Cursa un doble grado en ADE y Marketing en inglés. La matrícula anual ronda los 12.900 euros. No hay que olvidar lo que dijo el presidente sobre las universidades privadas, definiéndolas como «chiringuitos educativos» y «expendedoras de títulos», dudando del nivel de la calidad y el rigor de las mismas. Un servidor no quiere pensar que Sánchez haya mandado a estudiar a su hija a esta Universidad porque dude de sus capacidades intelectuales y busque un lugar donde se le facilite el título. Aunque para preguntarle sí le parece bien que se vuelva a presentar a las elecciones, sí que le favorecerían las supuestas «pocas luces» de una chica que estudia en una universidad privada. Una niña pija, «hija de papá», fácil de manipular.
Para el final dejaría a su mujer, Begoña Gómez. Alguien de quien está tan enamorado, que durante cinco días pensó en dejar lo que más quiere, el poder político, como muestra de amor insuperable ante los ataques «inaceptables» que estaba sufriendo ella. Tras esa marejada inventada, llegó la calma de siempre con Sánchez en la Moncloa y su amada al lado. Begoña le respondería afirmativamente, sabiendo que eso es lo que le hace más feliz a su marido. Ella volvería a sentar «cátedra», en este caso en el tema del amor, dando una clase magistral con su ejemplo.
