El Sahara, la CIA y el sorprendente papel del príncipe Juan Carlos
Estados Unidos montó una operación para que el Sahara pasara a Marruecos hace 50 años

Juan Carlos de Borbón, Príncipe de España, se despide de las autoridades en el Aeropuerto Internacional de El Aaiún. | Europa Press
Mohamed VI está empeñado en anexionarse el Sahara, mismo empeño que su padre hace ahora exactamente 50 años. Sin lo que pasó entonces, jamás estaría ocurriendo lo de ahora. Los actores se repiten: el pueblo saharaui abandonado, Marruecos empeñada en ganar territorio y quedarse con sus riquezas naturales, España haciendo dejación de las que debían ser sus funciones y Estados Unidos apoyando a los reyes alauitas de una manera imprescindible.
Hoy voy a narrar la triste página de la historia que vivimos hace 50 años, en la que el espionaje jugó un papel decisivo. Bueno, y también el entonces príncipe Juan Carlos.
En 1975, Estados Unidos mandó como embajador a España a Wells Stabler, con la misión prioritaria de controlar la sucesión tras la muerte de Franco y ser el contacto directo con Juan Carlos. Poco después de su llegada, desde la Casa Blanca decidieron montar una arriesgada operación: la entrega del Sahara a Marruecos.
Fue una conspiración en toda regla. Su éxito exigía que nadie descubriera que la partida de ajedrez, jugada con discreción entre las autoridades marroquíes y españolas, estaba siendo manipulada a distancia por actores externos cuya identidad y movimientos nunca debían ser conocidos. Por suerte, el paso de los años y la desclasificación de documentos en Estados Unidos permiten reconstruir una operación dirigida por la CIA, en la que Juan Carlos jugó un papel presionado por la necesidad de ganarse apoyos vitales como el de Estados Unidos.
La conspiración de la CIA
Vernon Walters, subdirector de la CIA, el militar que había tenido la osadía necesaria para preguntarle a Franco qué pasaría en España tras su muerte, mantenía buenas relaciones en España, pero aún mejores con el rey Hassan II. La geoestrategia del momento político que se vivió en 1975 y su mano manipuladora permitieron cumplir el objetivo.
En agosto de 1974, el gobierno franquista había dado el primer paso para deshacerse del Sahara. Carecía de sentido seguir ocupando el territorio. Propusieron lo más lógico en relación con la vieja relación mantenida con los saharauis: descolonizar el país y celebrar un referéndum de autodeterminación. La idea no gustó a Hassan, que ansiaba ampliar su Estado y quedarse con la gran riqueza que ya se intuía en la parte norte del Sahara: fosfatos, petróleo y gas. Estados Unidos también mostró su rechazo, en su caso porque si el Sahara se independizaba era carne de cañón para que Argelia ganara influencia y eso abriera la puerta a la presencia soviética. Además, Marruecos era un gran aliado de los americanos, fiel hasta la médula, aunque solo fuera porque era la opción más interesante de Hassan para mantenerse en el trono y evitar a los rebeldes que habían maniobrado para acabar con su reinado con golpes de mano y dos intentos de asesinato.
Estados Unidos estaba ayudando a España de cara a la Transición y al mismo tiempo abrió otra unión temporal de intereses con Marruecos para que el Sahara pasara a su dominio. En el diseño inicial de la operación participaron agentes de la CIA con un gabinete de estudios estratégicos ubicado en Londres y financiado por Kuwait, cuyos resultados le entregaron para su aprobación al secretario de Estado, Henry Kissinger.
Tras hacerse pública la voluntad española descolonizadora, Hassan recurrió a la ONU y el caso de la autodeterminación pasó a la Corte Internacional de Justicia para que dilucidara los antecedentes históricos. Marruecos consiguió su objetivo de ganar tiempo: España paró el referéndum.
La dialéctica marroquí fue sumamente agresiva, pero España se mantuvo en sus trece. El gobierno de Arias no quería que el conflicto prosperara y siguió con sus planes. Durante los primeros meses de 1975 el Ejército comenzó a ejecutar la «Operación Golondrina». Poco a poco trajeron de regreso a las tropas y desmantelaron sus instalaciones. Todo dentro de unos planes secretos que no tardaron en llegar a oídos de los agentes de la CIA destacados en España. Según documentos de la agencia estadounidense conocidos muchos años después, el príncipe filtró a su contacto directo en España, el embajador Stabler, los planes de Franco con respecto al Sahara. Lo haría durante meses.
El mensaje en clave de Kissinger
Mientras, la CIA implementaba su confabulación en contacto permanente con sus socios marroquíes y la interlocución directa entre Walters y Hassan. Decidieron llevar a cabo una marcha pacífica de cientos de miles de marroquíes sobre el Sahara que ha pasado a la historia como la «Marcha Verde».
Solo faltaba el beneplácito oficial del presidente Ford. El 21 de agosto de 1975, Kissinger mandó un telegrama desde la embajada de su país en Beirut, en el que, utilizando lenguaje en clave, autorizaba el inicio de la operación, que debía concluir con la entrega del Sahara a Marruecos: «Laissa podrá andar perfectamente dentro de dos meses. Él la ayudará en todo». «Laissa» es la Marcha Verde y «Él» es Estados Unidos.
En las siguientes semanas se sumarían acontecimientos que ayudaron a cimentar el plan, como el lógico apoyo de Francia a su aliado marroquí, y otros sobrevenidos que lo facilitaron. De nada debía servir la opinión mayoritaria en el mundo de que los saharauis tenían derecho a gobernar su propio territorio.
El 12 de octubre Franco enfermó y esta vez los médicos reconocieron que ya no había salida, podía tardar más o menos, pero no viviría mucho tiempo más. El 17 de octubre Hassan anunció una «marcha del pueblo». No mencionó, claro, que la enfermedad del dictador le venía como anillo al dedo para sus planes: estando moribundo, el gobierno español no iba a meterse en una guerra.
El 30 de octubre el príncipe asumió la jefatura de Estado en funciones, que ya no abandonaría. Si ha quedado claro el papel de apoyo no explícito a Estados Unidos, no lo está tanto su relación durante esos meses con Hassan. Los dos se llevaban y se llevaron siempre «como hermanos». La versión más creíble habla de un pacto para que la «Marcha Verde» no acabara en un desastre que enfrentara abiertamente a los dos países y el consiguiente acuerdo de paz por el que España les entregaba el Sahara, exactamente lo que Vernon Walters había planeado.
Juan Carlos tuvo la iniciativa urgente y sorprendente de viajar el 2 de noviembre a El Aaiún, la capital del Sahara, para reunirse con los militares allí destinados y subir su moral. Después, el 6 de noviembre, se produjo la marcha secundada por 350.000 marroquíes y el acuerdo de España con Marruecos y Mauritania, que concedía la parte rica del Sahara a los primeros.
