El derrumbe de Sánchez complica que el PSOE pueda sostenerse como partido nacional
La estrategia de Pedro Sánchez es resistir, aguardar los errores de los adversarios y soportar a sus aliados

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado jueves en Bruselas. | Reuters
En noviembre y a comienzos de diciembre sucedieron acontecimientos casi inverosímiles que se abatieron sobre el PSOE. Más allá de su impacto sobre la opinión pública, por ahora limitado, lo relevante es que esos acontecimientos han bloqueado su comunicación con sectores clave de sus votantes, han desconcertado a sus cuadros y han desarbolado su aparato electoral.
Recordemos la cadena de acontecimientos. A la condena del fiscal general (21 de noviembre) le siguió la filtración (24 del mismo mes) de que el PSOE había contratado la empresa del antiguo asesor de Moncloa, Paco Salazar, acompañando su foto en un restaurante con la ministra y portavoz Pilar Alegría, plausiblemente para preparar su campaña en Aragón. Se filtró que el PSOE le ponía en contacto con partidos socialistas latinoamericanos para ofrecer sus servicios. La indignación sacudió a las mujeres del PSOE.
En días siguientes se revelaron varios presuntos casos de acoso a mujeres por algunos dirigentes, entre ellos el vicesecretario general de Valencia, al que la secretaria general y candidata Diana Morant simuló no conocer. Quedó claro que las denuncias de julio, que provocaron la salida de Salazar de Moncloa, no se investigaron. Se desencadenó un Me too en el PSOE. El 27 de noviembre, Ábalos y Koldo García ingresaron en la cárcel, con presagios de largas condenas. Las andanzas de la inefable Leire acabaron con su detención en compañía de un expresidente de la SEPI, hombre de confianza de la vicepresidenta Montero, y otros implicados en una red de cobro de comisiones, conectada con Cerdán.
El 11 de diciembre, resucitó el rescate de Plus Ultra, revelándose conexiones con Zapatero y la empresa de sus hijas. El 15 de diciembre Sánchez trató de reaccionar con una larga intervención televisada; el 17 no quedaba nada de ella, salvo su propósito de seguir en Moncloa hasta 2017.
Al otro lado de la colina, Mazón acabo dimitiendo. Los costes de su supervivencia un año han sido enormes para el PP, pero su salida —a medias— lo ha liberado de un peso muerto.
La tensión política se transmite a la sociedad. Es tanta, que técnicas de investigación social y comercial fundamentales, como las reuniones de grupo, quedan bloqueadas por la incomunicación entre los participantes[i]. Un estudio de More in Common concretó que el 14% de la población ha roto alguna relación el último año para no hablar de política.
El CIS hizo el trabajo de campo de su barómetro de diciembre entre el 1 y 5, en medio del vendaval. Las encuestas publicadas sobre Extremadura coinciden en que el PP de Guardiola está al borde de la mayoría absoluta y en el crecimiento de Vox, mientras el PSOE descendería un 12/14%. Todo indica que el PSOE sufrirá un desgaste mayor en las próximas semanas. Por tanto, los datos que se exponen son solo una etapa, teñidos de provisionalidad:

En diciembre han cambiado poco las estimaciones de voto respecto a noviembre, dado el bloqueo que provoca la tensión política. Los choques frontales compactan las posiciones, como las trincheras. Pero se mueven lo suficiente para que el PP amplíe su ventaja a un 6,2% en voto válido. En escaños, pocos cambios respecto al mes pasado, pero decisivos: el PP ganaría 5 (142) y Vox, 29. Habría una mayoría de centro derecha de 205 escaños, sumando uno de UPN. En el centro izquierda sería dramático: el PSOE perdería 18 escaños, hasta quedar en 103. Los 31 de Sumar se reducirían a 10 y 4 de Podemos. Junts, pasaría de 7 a 4.
Es clave que el PSOE se acerque al límite de 100, por debajo del cual sus cuadros entrarían en pánico. Las encuestas de las próximas semanas serán determinantes.
Los últimos días dibujan un nuevo panorama político:
- Lo que va a hacer Sánchez parece inspirado en el discurso de Camilo J. Cela en la entrega de los Príncipe de Asturias de 1987: «En España, el que resiste gana». Otra idea, en el mismo discurso, es el pensamiento de Felipe II: «Yo y el tiempo, contra todos». Hasta julio de 2027. Resistir, aguardar los errores de los adversarios y soportar a sus aliados/as. No hay más.
- Sánchez sabe que tiene ese tiempo porque ninguno de sus asociados lo va a abandonar: El magma Sumar, pese a los aspavientos de Yolanda Díaz, ha demostrado que no dejará el gobierno. El PNV apurará el cáliz de su decisión de 2018 porque no va a dejar en la estacada a Sánchez después de que Ortúzar haya entrado en el Consejo de Telefónica. Verá como el PS de Euskadi complementa la mayoría de Bildu en las próximas autonómicas. Bildu mantendrá su apuesta por Sánchez, como es natural.
- Los independentistas catalanes le presionarán con nuevas ideas para extraer España de Cataluña (transferencia de los cuerpos nacionales de la Administración Local) y hacer ruido en instituciones internacionales al margen de España (ingreso en la Unesco, anunciada por Sánchez el 15 de diciembre; los idiomas en la UE, etc.). La nueva financiación sigue serpenteando. La entrevista Otegui-Puigdemont garantiza la actuación acorde de Junts y Bildu.
- La paz impuesta por Sánchez en lo que queda del PSOE se resquebraja. Detrás de las filtraciones sobre Salazar hay alguien. Había dos ideas sobre el PSOE para después de 2025: que Sánchez pudiera resistir tras colocar sus peones en las federaciones o que la operación que se puso en marcha en la madrugada del comité federal del 5 de julio desembocara en una salida dirigida por los hombres de la secretaría de Organización de la que salió Sánchez. Ahora hay una tercera: ese alguien ha pavimentado el camino para que, tras la derrota de Sánchez, salten acontecimientos que conduzcan a una mujer como secretaria general.
Varias ideas de fondo se deslizan, derivadas de la gestión pro domo sua de Sánchez en el gobierno.
Las cesiones a los partidos independentistas, que en esta etapa pueden acelerarse y multiplicarse, solo pueden desintegrar la imagen del PSOE como partido nacional (luego explicaremos esta idea).
No es exagerado decir que Moncloa está cercada por sospechas (que se alargan a Zapatero) que en los próximos meses se concretarán en procesamientos. Ha cristalizado la idea, injusta para la mayor parte de los cuadros socialistas, de que alrededor de Sánchez se agruparon dirigentes marginales en el PSOE unidos por su oposición a las estructuras del partido, allá por las elecciones internas (primarias). López Burniol, en Vozpopuli (15-12-2025) los equiparó al perfil de oportunistas sin escrúpulos que trazó Sebastian Heffner de los dirigentes que rodearon a Hitler. Simultáneamente a Heffner, Alan Bullock los perfiló como una «conspiración orgánica contra el Estado […] ávida de poder, posición social y riquezas» (Bullock, Hitler, Bruguera, 1969, pág. 169, primera ed. 1952). Ambos autores son contemporáneos de aquellos acontecimientos. La política se juega en percepciones.
En los meses que aguardan, la actividad del Gobierno se limitará a su supervivencia. El derrumbamiento que se vislumbra hace difícil pensar que el PSOE pueda sostenerse como partido nacional, el que configura un país, gobierna más tiempo y, en suma, lo ahorma. No es que el PSOE se parezca al país, es que el país se parece al PSOE porque lo construyó en los ochenta, recogiendo los materiales sociales que andaban a mano, tanto los procedentes de la oposición democrática como los que «transitaron desde el paternalismo autoritario franquista al Estado de bienestar socialdemócrata» (idea de Luis Martín de Dios) y la generación socializada en aquella década larga.
Por eso, cuando gobierna el PP, lo hace incómodo; se comporta casi como si estuviera en la oposición y sus periodos de gobierno son transitorios, paréntesis. Esto ha cambiado en alguna comunidad. Es rara la oportunidad que va a tener el PP de poder modelar, venciendo resistencias e inercias, un nuevo país. Pero para esto ha de tener ideas y que la sociedad las perciba y comparta. Echar a Sánchez no es suficiente. La política es una batalla de ideas. El PP aún no tiene la palabra clave que condense su propósito para el país.
Mientras esto pasa aquí, en el planeta Estados Unidos se publica una nueva Estrategia Nacional que convierte a Europa en un objeto, no en un socio; se negocia sobre el territorio de Ucrania casi sin la UE, etc. Como en «Nunca pasa nada», la película de José Antonio Bardem, España parece hecha un ovillo sobre sí misma. Los problemas vuelven una y otra vez.
[i] Fernández, Mercedes; Ruiz, Paula: «Explorar los sesgos de género en el liderazgo desde la investigación cualitativa». Investigación y Marketing, 163, noviembre 2015, pág. 6 y ss.
