Vox evitará entrar en los gobiernos autonómicos antes de las elecciones generales
Desde fuera del poder, los conservadores han podido hacer oposición tanto al PSOE como al PP

El presidente de Vox, Santiago Abascal. | EP
Vox piensa que la salida de los gobiernos autonómicos que compartía con el Partido Popular, en julio de 2024, es su mayor acierto estratégico de los últimos años. Era una moneda al aire, pero que salió cara, por cuanto evitó que la formación de Santiago Abascal sufriese el desgaste de gobernar, con catástrofes como la riada valenciana y los incendios de este pasado verano, que hubiesen dañado su imagen. También alejó la imagen de partido bisagra que condenó a Ciudadanos. Desde fuera del poder, los conservadores han podido hacer oposición tanto al PSOE como al PP, con un discurso contra el «bipartidismo» que ha llegado a los descontentos con el sistema, y que les ha permitido presentarse como una «alternativa» aún por explorar.
Ha permitido, también, consumar ese giro ideológico para acercarse a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, conocido como giro obrerista, en su afán por convertirse en un partido atrapalotodo. De hecho, Vox lidera la intención de voto entre los desempleados, la mitad de los grupos de asalariados más humildes, y los que se consideran pobres. También es el partido preferido por los jóvenes, que lo utilizan para canalizar su rebeldía. Las elecciones extremeñas constataron una realidad: la formación conservadora es la que más crece, y lo hace rodeada aún de un cariz de oposición, sin sufrir el desgaste de gobernar, ni de escándalos graves de corrupción.
Ante lo acertado de la decisión, la intención de la cúpula es no entrar en ningún gobierno autonómico antes de las siguientes elecciones autonómicas, recalcando públicamente que priorizan «políticas concretas y no sillones», de cara a evitar sufrir un desgaste. En este sentido, según ha podido saber THE OBJECTIVE, Óscar Fernández, el ganador indiscutible del pasado 21 de diciembre, pedirá a María Guardiola una batería de medidas concretas (como la supresión de subvenciones a los sindicatos o la derogación de la ley LGTBI) y la presidencia de la Asamblea de Extremadura a cambio de la investidura.
Esta será, mutatis mutandis, la hoja de ruta en 2026, en las que el partido se enfrenta a tres elecciones, y en todas ellas tiene como objetivo condicionar la formación de los gobiernos, aunque con fuerzas dispares. El objetivo es duplicar escaños en Aragón, pasando de 7 a 14, superar el umbral del 20% del voto en Castilla y León, dando el soñado sorpasso al PSOE, y arrebatarle la mayoría absoluta a Juanma Moreno Bonilla en Andalucía. En estos tres escenarios se presentarán respectivamente Alejandro Nolasco, Carlos Pollán y Manuel Gavira, aunque la campaña estará protagonizada por Santiago Abascal, que no dejará a sus candidatos entrar en futuribles gobiernos con el PP.
Abascal deberá gestionar bien internamente esa situación, aunque las voces críticas se encuentran acalladas tras las salidas de los gobiernos autonómicos, cuando el dirigente vasco asumió en sus carnes las consecuencias de actuar como «un partido nacional, sin baronías ni marquesados», razón por la cual no habrá excepciones regionales por mucho que los resultados vayan a ser, previsiblemente, mucho más beneficiosos para Vox en Castilla y León que en Andalucía, por ejemplo.
¿Y tras las generales?
Con el objetivo de que no haya fisuras ni discordancias en la estrategia, Santiago Abascal ha decidido, con el apoyo del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) que confeccionó a su voluntad, expulsar a Javier Ortega Smith, la única voz crítica que restaba entre los primeros espadas tras la salida de Juan García-Gallardo, quien últimamente ha exigido en X una mayor contundencia del partido —en el que aún milita— a la hora de defender sus valores en los pactos con el PP. Iván Espinosa de los Monteros se ha limitado a exigir que se pongan de acuerdo de un modo «reformista, ilusionante, ambicioso y sensato».
La cuestión autonómica está clara, y la duda en Vox es si entrar o no en el Gobierno de España si los resultados de las próximas elecciones, que los conservadores ubican en 2027 y no antes, lo permiten. Santiago Abascal cree que si PP y PSOE pactan, él sería el candidato más votado en 2031, de modo que no tendría inconvenientes en que eso sucediera. A modo de profecía autocumplida, la formación conservadora lleva meses alertando de que una gran coalición entre populares y socialistas podría reeditarse en España, en una réplica de la Grosse Koalition alemana para excluir a AfD.
Si finalmente se produjera, esto confirmaría la teoría de Vox de que PSOE y PP son dos caras de la misma moneda, y abonaría el terreno para su crecimiento. Pero se cumplan o no los pronósticos de Santiago Abascal, que no espera elecciones antes de 2027, aún falta mucho para aquello, y lo primero es cerrar un acuerdo en Extremadura que justifique ante sus electores «hacer valer los votos» sin entrar en el gobierno.
