Dos etarras revelan las conexiones de la banda con América Latina y el «santuario» de Francia
Dos miembros arrepentidos explican cómo procedía la banda contra quienes se negaban a ejecutar una acción terrorista
ETA era una organización jerarquizada en la que las órdenes se obedecían sin rechistar. «No podías ser crítico. Si eras crítico lo tenías que dejar», ha revelado uno de los dos etarras arrepentidos. Estos antiguos miembros de la banda terrorista, que anunció el cese definitivo de su actividad en octubre de 2011, han mostrado su intención de colaborar con la justicia. De hecho, se han convertido en testigos protegidos. Uno de ellos explicó al juez Manuel García-Castellón en abril que les obligaban a marcharse a América Latina si se negaban a ejecutar órdenes o tenían miedo. Pero antes de cruzar el charco pasaban por el «santuario» de Francia.
Las declaraciones de los dos testigos protegidos, cuya identidad permanece en secreto, ofrecen detalles del funcionamiento interno de ETA, señalan a dirigentes concretos por dar órdenes para atentar y especifican cómo se elegían los objetivos. La dirección era quien daba instrucciones para cometer asesinatos concretos de políticos, fiscales y jueces a través de un sistema de buzones. En cambio, los comandos tenían autonomía para «atentar contra Policía, Ejército y Guardia Civil».
Los etarras arrepentidos, que formaron parte de la banda terrorista entre los años ochenta y noventa, también revelaron una de las caras más desconocidas de la organización: qué sucedía con quienes se negaban a cumplir órdenes o quedaban paralizados por el miedo. La mayoría eran obligados a marcharse fuera de España.
Represalias contra etarras
Las actas de declaración de los testigos a las que ha tenido acceso THE OBJECTIVE confirman las conexiones de ETA con varios países de América Latina y cómo durante muchos años gozaron de cierta impunidad en Francia. Muchos de sus compañeros acudieron al país galo a esconderse tras cometer un acto terrorista. García-Castellón preguntó en abril a uno de los arrepentidos si la dirección de la banda tomaba alguna represalia contra sus miembros críticos.
«Si es por miedo lo mandaban a otro país. Por ejemplo, te obligaban a marchar a Venezuela o México por no haber actuado en una acción concreta. Dependiendo de la falta que hagas, por seguridad te tenías que marchar», especificó uno de los etarras arrepentidos. García-Castellón le interpeló sobre cómo se organizaba el operativo para el traslado, a lo que este respondió que «el operativo lo llevaba el aparato de logística, me imagino que conseguirían pasaporte y demás».
El modus operandi siempre era similar. Los etarras que se marchaban pasaban primero por Francia y «de allí los enviaban a otro lugar». Uno de los testigos protegidos reconoció a preguntas del fiscal que en el país galo existía una estructura que se encargaba de recoger a esas personas, hasta que estos comenzaron a marcharse directamente a América Latina. El otro etarra arrepentido afirmó desconocer si existían represalias: «Seguramente habrá ocurrido, pero no lo he conocido».
La confesión de los etarras Juan Carlos Besance y Xavier Atristain en 2010 aportó luz sobre el uso de Venezuela como escenario para su entrenamiento. Hasta ese momento, los indicios de cómo el régimen de Hugo Chávez permitía a la banda terrorista operar en su territorio se limitaban a la documentación intervenida a etarras en Francia, a los emails en poder del jefe de las FARC Raúl Reyes, muerto en un bombardeo del ejército colombiano, y a testimonios de antiguos miembros de la guerrilla.
Campaña contra los huidos
Besance y Atristain, que habían sido detenidos en Guipúzcoa, añadieron un relato que demostró el amparo de Chávez a los miembros de ETA. Ambos viajaron a Caracas en 2008 para realizar un curso de armas. Les recibió Arturo Cubillas, un vasco nacionalizado venezolano que se convirtió en funcionario del país sudamericano tras ser deportado desde Argelia después del fracaso de las Conversaciones de Argel entre la banda terrorista y el gobierno de Felipe González.
Los servicios de inteligencia españoles detectaron en esos años un traslado constante de etarras desde México y Francia a Venezuela. Este último país se convirtió a principios de este siglo en un lugar donde los etarras podían descansar, entrenarse y obtener asesoramiento de las FARC. La asociación Dignidad y Justicia inició en 2020 la campaña #StopHuidosETA en colaboración con la Policía Nacional y la Guardia Civil para dar con el paradero de los casi 60 antiguos terroristas que calculan que siguen huidos.
Empezaron ofreciendo 1.000 euros por información que ayudase a encontrar a algunos de los históricos miembros de ETA que se encuentran prófugos. Luego, gracias a las donaciones recibidas, la recompensa ascendió a los 4.000 euros. Según los datos de la organización que preside Luis Portero, Venezuela es, con 26, el país que más huidos de ETA cobija, por delante de México (16) y Cuba (ocho). El motivo: la escasa colaboración con las solicitudes de extradición efectuadas por España.
Peor suerte corrió María Dolores González, Yoyes, asesinada por la banda en 1986, tras su regreso a España para reinsertarse. La primera mujer dirigente de la historia de ETA fue sorprendida cuando paseaba con su hijo por una exposición de maquinaria agrícola en la localidad guipuzcoana de Ordizia.
Su ejecutor se presentó como un militante de la banda terrorista que tenía la misión de ejecutarla y le descerrajó cuatro tiros, el último cuando estaba en el suelo para rematarla. Al día siguiente, ETA reivindicó el crimen de Yoyes, a la que acusó de «colaborar en los planes represivos del Estado opresor español y traicionar al proceso de liberación del pueblo trabajador vasco».