Llamando a parar
¿Por qué querría el régimen castrista detener a cualquiera que pase por la calle arriesgándose a alienar a toda la población y así su base de apoyo ciudadano? No parece tener mucho sentido.
¿Por qué querría el régimen castrista detener a cualquiera que pase por la calle arriesgándose a alienar a toda la población y así su base de apoyo ciudadano? No parece tener mucho sentido.
Sus compatriotas del fusil y la selva, los que tienen secuestrado un pedazo del país, arden en deseos de que Paulina Vega resulte pieza decisiva en la resolución de las conversaciones que mantienen con el ejecutivo colombiano en La Habana.
El gobierno cubano estima que el impacto total del embargo en la economía de la isla es de 90 000 millones de dólares. Hasta dia de hoy.
La RAE define al estadista como aquel que tiene un gran saber y experiencia en los asuntos de Estado… este adjetivo se emplea cuando alguien es capaz de pactar con el diferente, aunque para ello tenga que sentarse con el que le produce picores
La Cuba que conocemos es una polaroid de los 60. A uno le queda la duda de si para llegar a La Habana hace falta un avión o el famoso DeLorean.
Lo malo de la política del marketing es que genera expectativas, todo parece maravilloso y luego te encuentras con el precio que tienes que pagar.
La noticia del día, de la semana, del año y quién sabe si del siglo. Quizá tocaba hablar de ese suceso, pero os confieso que he visto esta fotografía y no he tenido dudas.
Obama ha encontrado un nuevo punto débil en Putin y Venezuela y de paso quitarse de en medio un pequeño problema. Y en el Vedado la gente solo quiere comer y en el puerto que se siga oliendo a queroseno y así se puedan mover los camellos (autobuses públicos).
…Justo en el 78 cumpleaños del papa Francisco, Barack Obama y Raúl Castro han anunciado el reinicio de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba. Ambos confesaron que estaban agradecidos al papa Francisco porque la decisión se debía a su petición y a la colaboración de la diplomacia vaticana.
No es la única dictadura del mundo con la que Gobiernos de países democráticos se relacionan apelando a la necesidad de hacer política. Pero en Cuba son demasiados años ya.
La revolución de los barbudos en 1959 y el implacable asentamiento del sistema comunista detuvieron, en cierto modo, los relojes de ya tres generaciones de cubanos, y cercenaron el desarrollo material del país.
Fidel Castro se haría un gran favor, antes de dejar este mundo, si derribara el muro de un comunismo que sólo les ha traído montañas de miseria.
La cruz se alza sobre los escombros de la hoz. Siempre pasa lo mismo pero aún hay personas que siguen defendiendo el infierno que provocan sus promesas de construirnos un paraíso en la tierra.
Ocho jóvenes aprovecharon que se encontraban de gira en Puerto Rico con el Ballet Nacional de Cuba para acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. Con los pies en suelo americano, comienzan su andadura hacia la libertad: un derecho escaso en el régimen castrista. La disidencia cubana sigue denunciando la violación de derechos humanos perpetua del gobierno de los Castro. Una realidad que suma más de medio siglo y miles de cubanos en el exilio huyendo de la represión y la pobreza.
Cada vez son más los artistas, deportistas, escritores o periodistas que salen de la isla por piernas. Y eso solo pasa cuando hay desesperación, cuando hay hambre y cuando no hay futuro.
Me remueve la noticia de que ocho bailarines del Ballet Nacional de Cuba abandonaran la Gira de Puerto Rico para acogerse al asilo político tras pisar suelo norteamericano. No me sorprende por lo que es en si, sino por lo poco que avanzamos en unas cosas y, en otras tan rápido.
Vivía en La Habana. Cada día a las cuatro de la madrugada, diez de la mañana en España, llamaba por teléfono para planificar la jornada. No pasaba un día sin escuchar al otro lado ¡ay ladrón, qué suerte viviendo en Cuba!.
“Tengo documentación comprometedora para el Gobierno de Fidel”. Así comenzó Pedro Riera, el misterioso ex cónsul que me había pasado información sobre el caso a cambio de unos dólares. Me pedía ayuda para conseguir un pasaporte y escapar a España, donde sacaría a la luz la documentación sobre Castro. A cambio, me daría los papeles de Paco y Lozano. Intenté huir de aquella situación y terminé ingresado en el Cira García. ¿El diagnóstico? Envenenamiento. En un encuentro con Castro, le conté que me había sin pagar del Cira García por la exagerada factura. “Ha hecho usted bien”, me dijo. Pero al día siguiente tenía a sus esbirros en casa. A mi me retiraron la acreditación de corresponsal y los crímenes de corrupción de menores quedaron impunes. Me marché de Cuba.
Llegué a Cuba en 1996 para cumplir un sueño: ser corresponsal. Compartía casa en Miramar con un médico cooperante en Cuba, que llevaba una vida misteriosa, y que de la noche a la mañana huyó del país. Su chófer se quedó conmigo y quiso instruirme en las diversiones cubanas que frecuentaban. La dueña de nuestra casa confesó y supe que habían sido denunciados por una de las jóvenes de las que abusaban. “La niña murió”, fue el mensaje que dejaron para el médico. Entonces comencé la investigación, con ayuda del ex cónsul Pedro Riera, desenterrando algo mayor –y peor- que un simple crimen aislado.
Con la misma contundencia con la que atacan al Aedes Aegypti, los viejos y eternos comunistas apoltronados en su isla son también especialistas en acabar con aquellos que intentan trabajar por la libertad de información de los cubanos.
Recuerdo el libro rojo tímidamente escondido en la biblioteca caraqueña de papá. Un título poco atractivo para una niña de seis años: Patología de Simón Bolívar.
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