«Merece la pena invertir unas horas en ver La voz más alta (The Loudest Voice): a través de siete capítulos esta miniserie da cuenta de los últimos veinte años de vida del consultor político y ejecutivo de medios Robert Ailes»
Había ayer debate sobre la chica presuntamente violada por un grupo de chicos en un polígono de Sabadell. ¿Qué debatir?, se preguntarán.
Me piden un artículo para el 8 de marzo y me siento como el soneto que me manda hacer Violante. Todo lo que puede decirse sobre igualdad y feminismo ya se ha dicho. Se lleva diciendo cien años. Se ha protestado, se ha quemado en las fábricas, se ha luchado en los manicomios, se ha muerto y se ha amamantado. No estamos donde hace cien años, está claro, pero seguimos gritando las mismas consignas, y para mí, el feminismo en los países desarrollados, ese por el que vamos a parar el 8 de marzo, ya debería ser otra cosa. Ya debería ser una fuerza de la gravedad. Quizá lo es, espero que lo sea, aunque temo que las miradas injustas y las acciones desmedidas que provoca en los círculos reaccionarios frene de nuevo su avance. Espero que ya esté aquí, lo está, aunque temo que, a pesar de su valentía, corre el peligro de caer en la última valla, de salirse de la pista en el último segundo, de mandar a la red la última pelota. Porque somos mujeres, pero vemos las cosas muy distintas unas de otras y a veces tiramos en direcciones opuestas o hay quien tira hacia los hombres, cuando los hombres solo son personas y son las costumbres y las conductas sociales, las que deben caer.
Tras Oxfam le toca ahora a Médicos Sin Fronteras, que reconoce ahora que prefirió actuar ella misma antes que le sacaran el escándalo a la luz y que expulsó a una veintena de trabajadores en 2017 por varios casos de abuso sexual, seis de ellos en MSF España.
Hace días que ando revisándome los amores por si se me caen del bolsillo: el efecto dominó de los mitos caídos me va dejando un reguero de tristeza y asco, y, a ratos, de autodesprecio y psicosis, ¡ah, cómo no se lo vi en la cara, cómo no se lo encontré en el gesto, estuvo ahí todo el tiempo…! Es absurdo: el acosador es cualquiera. La cultura del abuso no es patrimonio de Hollywood, ya nos gustaría acotar el problema: los malos están aquí, entre nosotros, seguramente haciéndose los simpáticos, haciendo como que este debate -que está abierto y sangra- no va con ellos. O incluso minándolo y repitiendo el mantra “denuncias falsas, denuncias falsas”; porque los chiquillos a veces no son muy listos y enseñan la patita. Como si uno pudiese curarse en salud del pasado. Y ya no les digo del presente.
Manchados de sangre por las heridas o rasgados sin piedad luchan literalmente con los dientes y las uñas por conservar su dignidad.