Cuando era pequeña y no quería terminarme el plato de comida mi madre, e imagino que todas, me repetía una y mil veces ‘hay millones de niños que se mueren de hambre y que apreciarían mejor los alimentos que tu puedes disfrutar’.
Hace unos días estuve entrevistando a Roger Ballen, fotógrafo establecido en Sudáfrica, que durante los últimos cincuenta años ha criticado la condición humana desde un punto de vista psicológico.
Hace unos días, comentaba yo con una amiga, lo arduos que resultan los mandatos de lo sano. Como el conejo de Alicia, no llego a tiempo para tanto remedio.
Más vale un buen cerebro como compañero de viaje que una tabla de abdominales bien definida. Pero eso no quiere decir que nos gusten más los gorditos. Si no soñamos con pasar una velada romántica con John Goodman por algo es.
No saben ustedes lo bien que me viene esta noticia de que todas las dietas tienen resultados iguales y lo que importa es seguir bien cualquiera de ellas. Ahora mismo la imprimo y la sujeto con el imán a la nevera.
Hace falta que de una vez por todas nos demos cuenta que la única manera que existe de acabar con estas colas del hambre que muestra la foto es dedicar todo el dinero y esfuerzos de la humanidad en enseñar a pescar.
Lo que se me ha venido a la cabeza viendo esta imagen es que, las calorías que nosotros podríamos comernos de una sentada, en un ratito, en un restaurante, podrían alimentar a una persona durante varios días.
Todavía andan en Cataluña relamiéndose por el atracón de chocolate anual de todos los lunes de Pascua. Casi setecientas mil monas se han vendido este año, aumentando un 2% su consumo.