«Estamos entre el 23 y el 26 de octubre de 1977. En Los años que todo lo cambiaron Alberto Oliart rememora el episodio (por supuesto nacional)»
En México lo primero que nos dicen a los visitantes es que de la calle no se deben coger taxis. Que mejor llamar a una línea, o coger un Uber. Pues la amenaza no es solo que le den a uno vueltas laberínticas en una de las megalópolis del mundo, sino que, en algunos casos extremos, la vida misma entre en peligro.
Hay algo interesantemente ambiguo en la voluntad del presidente Macron de restablecer
alguna forma de servicio militar obligatorio en Francia. La medida es al mismo tiempo
progresista y reaccionaria. Es progresista el principio de que la defensa nacional sea
obligación y tarea de todos sus ciudadanos adultos, sin discriminación por clase. Y no
cabe dudar del linaje republicano de la propuesta: fueron los revolucionarios franceses
los que en 1798 implantaron por vez primera la conscripción universal en la Europa
contemporánea: «Todo francés es soldado y se debe a la defensa de la Patria».
Las terrazas de los bares, las calles, los paseos marítimos, las salas de conciertos, las estaciones, los mercadillos: ahí está hoy el frente.
Según la agencia Reuters, la escuela rusa ‘General Yermolov’ “motiva a sus mejores valores con formación militar y patriotismo” y “permite a los alumnos experimentar cómo es un entrenamiento militar. Realizan ejercicios físicos como los de los militares profesionales, e incluso se les instruye en el manejo de armas”.
Siempre se suele ser más de la última copa que de la resaca, aunque en este día tengamos que invertir los términos. Tras el miércoles festivo del 12-O, el paraguas de Cristina Cifuentes, el esnobismo de los que nada creen celebrar y el eterno debate, nivel jardín de infancia, sobre el genocidio, el exterminio y la opresión, la noticia: encuentran en un zulo de Francia lo que parece ser los últimos coletazos de los terroristas de la ETA. Arsenal con el que, según nos advierten, se aprovecharían para la enésima extorsión al Estado: yo te entrego las armas y negociamos la condición de los presos. Por suerte, y gracias a esta jugada por sorpresa, el chantaje nunca sucederá –al menos a corto plazo-, aunque ya haya sucedido en épocas pasadas. El trueque del Estado y el terrorismo, digo. Algo, sin duda, horrible.
La Policía ha pillado un agujero de ETA al noroeste de París. Allí guardaban casi un centenar de armas y documentación importante sobre las intenciones de la banda, que nunca son buenas. Dicen los expertos que ETA pretendía utilizar el material incautado para escenificar una entrega negociada de armas con presencia de mediadores y prensa internacional. Pretenden los terroristas forzar un diálogo con el Gobierno español. O sea, que aunque en octubre de 2011, tras 43 años de actividad criminal y cerca de 900 asesinatos después, anunciaron el “cese definitivo de la actividad armada”, siguen ahí, en la últimas, agazapados, pero vivos.
La noticia nos deja estupefactos. La Cámara de Representantes de los Estados Unidos bloquea un contrato para vender aviones civiles a Irán. El único bloqueo que podría funcionar sería el de vender armas a los países u organizaciones que promovieran el terrorismo. Sin embargo, sabemos que las bandas terroristas se proveen de armas con toda tranquilidad en el mercado internacional. No importa que tales ventas se realicen de forma más o menos clandestina. Esa vía lo único que consigue es elevar los precios y los beneficios.
Pistolas y todo tipo de armas para uso particular. Es la supervivencia medieval que existe en los Estados Unidos. Hace unos meses, el verborreico Pablo Manuel Iglesias declaró que no le gustaba nada de los Estados Unidos, excepto que la gente podía comprar armas y tenerlas consigo. La frase representa exactamente lo contrario de lo que yo opino. Me gusta el modo de pensar y los usos dominantes en los Estados Unidos, excepto la estúpida libertad para disponer de un rifle o un revólver.