«Hemos bajado del pedestal a los hombres y mujeres de ciencia, y ocupan su lugar unos portavoces de no se sabe qué con tanta cara como ideología»
«A Carlos Henrique Raposo, Kaiser, no le bastaba con parecer futbolista; además, ansiaba su propia parcelita de gloria»
Aún no ha tomado posesión en el palacio del Planalto y ya ha estallado el primer escándalo de la presidencia de Bolsonaro. Pero contra lo que podría pensarse después de toda la polvareda levantada por sus mensajes a favor de la tortura o en contra de los pobres y los gays, el escándalo no le afecta a él, sino a uno de los enemigos ideológicos que prometió combatir si llegaba al poder: la Cuba castrista.
La retirada en Los Ángeles de la estatua de Cristóbal Colón me ha producido un desagrado no patriótico, ciertamente, sino filosófico, existencial. Una náusea. Ha sido otra manifestación de nihilismo, de individuos que no aprecian su existencia.
Ha vuelto a suceder. Un ultra indisimulado gana unas elecciones aupado por la ola reaccionaria que recorre gran parte de Occidente. Jair Bolsonaro será el próximo presidente de Brasil después de haber dicho, entre otras cosas, que el destino de los partidarios de su rival del Partido de los Trabajadores era irse del país, o que un policía que no mata no es un buen policía.
Mi amor era al país entero y mi rechazo lo es ahora también. Hasta que pase Bolsonaro. Una cosa es cuando a un pueblo ‘le dan’ un golpe de Estado y otra cuando es el pueblo el que vota al militarote.
Bolsonaro ha arrasado en Brasil, y ya solo queda esperar que contenga sus peores impulsos y la comodidad del poder le vuelva magnánimo. Tenemos el consuelo de que la alternativa (gobernada como España desde una cárcel) tampoco era garantía de nada. Y siempre podemos recordar que no sería la primera vez que un pésimo candidato es un buen presidente. (Pienso en el peruano Ollanta Humala, exmilitar y aspirante filochavista que decepcionó a sus entusiastas del Foro de Sao Paulo al continuar las políticas de liberalismo sensato que han permitido al país crecer sin interrupción desde que comenzara el milenio).
Primero Turquía. Luego Argentina. Tras la huida masiva de capital de estas economías y la vertiginosa depreciación de sus monedas, ahora se vive un momento de calma tensa. Un diagnóstico irritante que manejan sin piedad quienes operan en los mercados. ¿Piedad? ¿Mercados? Dos conceptos que probablemente no casan bien, ¿cierto? Y ahora es el turno de Brasil, que celebra sus elecciones presidenciales este domingo. El país más poblado de Latinoamérica ha salido tímidamente de la recesión de 2015-16 pero acumula preocupantes desequilibrios…
Mi grito de guerra viajero, “¡Nada cultural!”, me impidió entrar en el Museo Nacional de Brasil en mis visitas a Río. La idea es que los museos siempre estarán ahí, sin mudanza, mientras que la calle muda cada cinco minutos. En los viajes con los días contados, me cuesta sacrificar por un museo media hora en un chiringuito de Copacabana tomando un agua de coco o una cerveza ‘bem geladinha’. Pero ahora Copacabana sigue ahí y el museo ha desaparecido. Podré volver a Copacabana y al Museo Nacional ya no.