«Del mundo del boxeo surgió la expresión ‘Go the Distance’: aguantar los asaltos, permanecer en pie hasta que suene la campana. Este es el momento»
Hay mucho político que estuvo de mitin y de manifestación contagiando. Malditos imbéciles
Hay una casa en Waterloo. La llaman la Casa de la República. Es el refugio de muchos derrotados. Yo, ay Dios, podría haber sido uno de ellos. No he estado allí, no la he visto. Lo contaba ayer con bastante detalle un reportaje (¡sin firmar!) del diario digital Vilaweb. Lo leí mientras escuchaba primero el arpegio de Valentine, luego la herida biográfica en el aullido de Burdon, después las teclas de pesadilla del desquiciado teclado de Price. Hay una casa en Waterloo. Está solo a dieciséis quilómetros de Bruselas. No es sólo una residencia presidencial. La llaman la Casa de la República.
Lo más difícil de la navidad fuera de casa es el desayuno. Más que todo por la hora. Es costumbre en todos lados que el veinticinco, cuando no hay regalos, se desayunan las sobras, las cuales normalmente ni se guardan la noche anterior. Se dejan por ahí para antojar a sonámbulos y mal dormidos, los cuales van a ellas a veces con hambre y a veces con pena. Así sea en un hotel, o habiéndola pasado solo: El desayuno después de la navidad siempre es raro — justamente por su informalidad, su aire clandestino y su olorcito a resaca.