Con la muerte de Fidel Castro se han destapado ciertos debates en principio olvidados, o al menos superados en los primeros pasos del siglo XXI. De hecho, hay una generación, en la que me afirmo, nacida o educada en esos años, a la que la dictadura de Castro o el Tratado de Belavezha le suena más a Historia que a nostalgia. Pero si doctores tiene la Iglesia, no digamos la economía, ese dios material, de papel y hueso, absoluto. Estos últimos predicadores han ido por el mundo de sus ideas pontificando un argumento más antiguo que el hilo negro, aunque revestido, en su ideario, se entiende, de original novedad.