Lo que diga la derecha
«El Gobierno hace la trampa retórica más fácil de todas: escoger siempre la peor versión de su adversario. Y a partir de ahí construye su argumentario»
«El Gobierno hace la trampa retórica más fácil de todas: escoger siempre la peor versión de su adversario. Y a partir de ahí construye su argumentario»
En la publicidad y las películas mexicanas, las personas de clase baja casi siempre se muestran con piel más oscura
Tengo cariño al barrio de San Blas. Como buen distrito obrero, es feo, impersonal, desangelado. Como el Moratalaz en que crecí, a solo unos pasos. En San Blas viví un año y vivieron mis abuelos cuando el fin de su renta antigua los expulsó, viejos y felices, del centro de Madrid. La avenida de Guadalajara no tiene el carisma de la Gran Vía, pero hay un centro comercial con cines y acceso para minusválidos y a mi abuela ya le valía. No hay un Formentor, un Nebraska, un Viena Capellanes, pero en alguna cafetería nos daban batido de caramelo y pasteles y a mi abuela ya le valía. Los portales de San Blas no son el de la casa de la calle Hermosilla, pero tener ascensor al fin, cumplidos los 80, a mi abuela ya le valía.
En Los Divinos, Laura Restrepo no solo reconstruye un feminicidio desde la ficción, sino que hace visible el espíritu machista de la sociedad donde sucede.
Hemos podido ver desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca cómo las grandes empresas norteamericanas, especialmente las afincadas en Silicon Valley, se han vestido con sus mejores galas activistas para enfrentarse a las medidas más reaccionarias del presidente. Estas iniciativas, sin embargo, parecen más encaminadas a mejorar su imagen corporativa que a proclamarse como parte del cambio social.
Esta costumbre parecía exclusiva de las mujeres. Sin embargo, desde la entrada del nuevo siglo son cada vez más los hombres que se han sumado a esta tendencia.
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