Sin embargo, el decreto no permite a los trans con «signos visibles de ambos sexos» casarse con nadie. La fatua también contempla que las personas transexuales no pueden ser privadas de una herencia y hace un llamamiento al gobierno para procesar a los padres que tomen este tipo de acciones. También declara como pecado «humillar, insultar o burlarse» de las personas transexuales y reivindica su derecho a ser enterrados por el rito musulmán. El decreto, aunque no es legalmente influyente, supone un importante cambio a favor de los derechos de las personas transexuales o hijra, víctimas del estigma social y de una dura discriminación que les convierte en una paria en la conservadora sociedad paquistaní.
Aunque no existen cifras oficiales sobre el número preciso de personas trans en Pakistán – o del tercer género, como se conocen en este país de 200 millones de habitantes – se calcula que existen entre 80.000 y 500.000.