Dimas o Gestas
La semana pasada estuve en El Escorial. Me dejo caer por allí una o dos veces al año, esta vez con la excusa de una universidad de verano. Más allá de su monasterio, brutal y sobrecogedor, me gustan sus calles empedradas, su vegetación abundante y envolvente, la vista amplia que ofrece hacia Madrid y la mole opaca que se alza a su espalda: el monte Abantos.