La democracia griega ha ido cumpliendo la suma de deseos generalizados y particulares que ha recaído sobre ella. Ha concedido regalos y regalías, “derechos” y privilegios, como hacen todas las demás.
«Después de dar algunas vueltas por la moderna ciudad de Elefsina, con un vago aire de ciudad dormitorio mediterránea, llegamos al santuario de Eleusis a las cuatro menos cinco minutos de la tarde»
La pederastia es un abuso: consiste en utilizar a niños. La pedofrastia es un abuso también: consiste igualmente en usarlos. El pederasta utiliza a los niños para satisfacer sus deseos sexuales. El pedofrasta los usa para satisfacer sus deseos ideológicos.
Esta decantación de Bruselas es tan asombrosa como cuando, dados los postulados derechistas de Haider en Austria, se dijo de modo reiterado que eso requería expulsar a los austríacos de la Unión Europea. No era así. En realidad, Haider sigue en Austria y Austria sigue en la Unión Europea.
No será fácil que Europa se aproxime a los ciudadanos. Se trata de un proyecto racional que no se deja sentimentalizar fácilmente. A su favor están los datos; en contra, la facilidad con la que simboliza el status quo cuyo derribo promete acceso a la nación soberana y protectora. Es una ilusión, pero de ilusiones se vive.
El primer minuto griego sigue llamándose Alexis Tsipras aunque más le valdría ser rebautizado como Teafanamos Ynitekoskas, nombre tan próximo a la fonética de Homero como cercano a los tejemanejes del líder de Syriza.
Sin embargo, su principal dirigente designado Primer Ministro, Alexis Tsipras, encabeza una negociación que a todas luces adversa el espíritu refrendario y popular, conduciendo al borde del abismo un esfuerzo que por años significó la posibilidad de hacer conciliar diferentes visiones de país.
Los intérpretes de Syriza en España, los chicos de Podemos y sus partidarios, insisten en que las calamidades que han sufrido los ciudadanos griegos hasta la fecha nada tienen que ver con la gestión del Gobierno de Tsipras.
Muchas veces ignoramos que hay otros países en peor situación, y ese es el caso de los países africanos, pueblos enteros abandonados a la suerte de una tragedia, peor que la griega, pero que no genera el mismo impacto noticioso porque son pueblos que siempre han estado así.