«La frivolidad se paga, porque tiene consecuencias. Incluso las ideas razonables precisan un marco adecuado para poder fructificar de modo aceptable»
Màxim Huerta acaba de contar en una entrevista que su nombre se lo puso, mucho años después de bautizado, algún clérigo de la cadena autonómica valenciana de televisión. Convirtieron al entonces joven Máximo Huerta, de Utiel, en Màxim “por hacer país”; un poco como en versión a lo Berlanga –o Vizcaíno Casas– de la escena en que el joven Vito Andolini recibe su nombre para la posteridad de un funcionario perezoso en la isla de Ellis.
El Gobierno de Pedro Sánchez prevé un récord de ingresos fiscales para financiar el alza del gasto social. ¿Récord? ¿Cómo? Más allá de sus loables intenciones de compensar los desequilibrios en el reparto de las rentas que produjo la crisis y que no corrigió la recuperación, las ministras de Hacienda y Economía parecen querer ignorar una realidad: la recurrente corrección a la baja de las previsiones de crecimiento.
No hay semana sin escándalo que ponga en la picota a un ministro de Sánchez. Desde Maxim esto es un sin vivir. Que si un currículo, un master, un plagio, una conversación antigua, un maricón, una nenaza, unos menoreros…. La cosa está que arde, pero es que los ministros de Sánchez están probando la medicina que suministra su presidente, el campeón en exigir a los demás aquello que él no cumple. Sánchez y sus socios pusieron el listón muy alto y ahora sus ministros no llegan y andan apurados. El último Pedro Duque, el astronauta silencioso, que las pasó canutas en una comparecencia bochornosa en la que dio hasta lástima. A él le han sacado un asunto de elusión de impuestos, utilizar una sociedad para evitar pagos a Hacienda, una conducta de la Que Pedro Sánchez dijo que era incompatible con estar en la política.
Un amigo me avisó enseguida del artículo de Quintana Paz, por si quería rebatirlo. Se titulaba: “¿Por qué se acelera la decadencia de la Iglesia católica en España?”, así que afilé mis armas ultramontanas. Pero cometí un error fatal, de principiante. Leí el artículo. De modo que ahora, en vez de contradecirlo, lo voy a continuar.
Hay un pasaje de los Ensayos de Michel de Montaigne en que el gran francés se hace eco de un dilema ético (y cristiano) bien peliagudo. Imaginemos, dice nuestro filósofo, que se constriñera a un hombre bueno a optar entre realizar cierto esfuerzo o cometer una maldad. En principio, la tesitura no resultaría demasiado ardua: si es de veras persona bondadosa, no le importará arrostrar ciertas dificultades por mor del bien. Ahora bien, añade Montaigne, la cosa empieza a intrincarse cuando se le da a elegir a ese justo varón entre dos actos malvados. Ahí sí que (cedo la palabra a los Ensayos) “se le coloca ante una espinosa elección. Como le sucedió a Orígenes, a quien pusieron en la alternativa de, o bien adorar un falso ídolo, o bien gozar carnalmente de un horrible etíope que le presentaron. Al parecer, Orígenes optó por lo primero; y obró mal al hacer así, según algunos autores” (como Nicéforo Calixto).
Fantástica foto de Alberto Estévez. Leo Messi en el banquillo de los acusados, junto a su padre, al que se parece mucho, una botella de agua a mano para pasar el mal trago y la mirada fija en el Tribunal, aunque la del progenitor parece más perdida. Había gran expectación en la Audiencia de Barcelona. Los peritos fueron contundentes en la explicación prolija sobre la estructura fraudulenta de las sociedades del futbolista. Fueron duros al afirmar que Leo estaba al tanto de todo, aunque la estrella del Barça dijo con cara de yo no fui: “Me fié de mi papá”.
España hoy parece una sopa de corrupción. Cada semana un cuento nuevo… Que si la infanta, que si Bankia, que si el Pujol. Cada día amanecemos con una nueva cortina de humo.
Los venezolanos costearon a su presidente tan alto precio de pernoctación en Nueva York durante una visita de cuatro días en la que gastó 2,5 millones de dólares. Si llega a irse un mes, arruina el país, si no fuese porque su país ya está arruinado.