No podemos tener un final feliz
En el centro social La Morada, cerca de Arganzuela en Madrid, cuelga un cuadro que cuenta la breve e intensa historia de Podemos. Con un estilo juvenil, de tebeo, que recuerda a las primeras campañas del PSOE en la Transición, se parece a un romance de ciego. En este se iguala el partido de izquierda al pueblo y lo enfrenta a unas “fuerzas del mal” tan tópicas como banqueros, políticos o empresarios. Unos Quijotes barbados que tenían como armadura camisas de cuadros y polos oscuros frente a unos gigantes afeitados y neoliberales cuyo gabán era el traje y corbata…