Rivera contra Georgie Dann
«El misterio no es que Ciudadanos esté en crisis, sino que el PSOE no lo esté»
«El misterio no es que Ciudadanos esté en crisis, sino que el PSOE no lo esté»
Los alcaldes con sus bomberos de gala, los europeístas con su piscina de estrellas para los burócratas, como un anuncio de champán; los políticos de autonomía todos como castellanos de castillo. Va a resultar difícil pensar en ellos el domingo, pensar en el camión de la basura o en el precio mundial del cereal, cuando aún no hemos podido olvidar las elecciones generales. La sensación es que quedamos todos, los votantes y los políticos, mal votados, así que el voto del domingo tiene algo de testamento, de refutación, de segunda oportunidad, de arrepentimiento y de castigo.
«Casado también se creyó que España se derechizaba, que le hervían los cojones torrentianos».
Sánchez va a ganar por ese automatismo de la España de dos botones, y por lo que hay a su izquierda y a su derecha
Estamos, entre la derecha “trifálica” y el Sánchez autoerótico, condenados al desamor y a la parafilia política. He dicho Sánchez, y no PSOE, porque el PSOE fue un día un gran aparato, una ostentosa máquina con jefe y escalafones, pero siempre con ideas, movimiento, osadía.
Juan Manuel Moreno salía en Twitter abriendo una ventana, como una Blancanieves de oficina, proclamando la llegada del Cambio entre un olor que uno imagina de sol mentolado y sábanas recién hervidas, como la mañana de las criadas
Susana no era Susana. Susana era el producto de una sociología, casi de una orogenia, las lentas masas de la tierra que habían ido creando esa forma perfecta del PSOE andaluz, paternalista y providente, acariciador y consolador. Susana era su mejor producto, en realidad. La perfección de esa manera de hacer política sin política, sino con una mezcla de raíces sentimentales y calderilla regada que encandilaba al pueblo. Pero hasta ella ha caído.
Hace mucho que las elecciones andaluzas son sólo el espectáculo de ver si el PSOE se baja de la Junta de Andalucía como un caballito rojo que se bajara de su tiovivo, o sea una cosa entre infantil, mágica e imposible, una espera adventista o un milagro pentecostal, algo sólo para creyentes o alucinados
La imagen de Juan Manuel Moreno Bonilla, líder del PP andaluz, convocando a la prensa ante un puticlub, un puticlub a deshora, que a la luz del día es como una noria desguazada, define la situación de la política andaluza más que el anuncio de adelanto electoral de Susana con su pomposa falsedad.
El 1-O fue una tómbola de pueblo elevada a acto fundacional. La misión de ese día no era en realidad conocer ninguna verdad, sino establecerla.
El PP, en fin, de momento se reconoce. Ahora falta que lo reconozcan los ciudadanos, a los que Casado no podrá dirigirse con los mismos trucos sentimentales, guerreros, privados, del otro día. Pero todo a su tiempo. El pequeño y joven Casado acaba de terminar con algo que parecía eterno: el marianismo, que era como el culto druida a un árbol con cara de viejo.
Algunos se estarán planteando si no era mejor el dedazo, el cuaderno azul de Aznar un poco como el de Santa Claus. El jefe, moribundo o ya podrido como un rey con escrófulas, dejaba el partido en manos principescas, seguras, que continuaban la pinacoteca, la mitología y la mentira de la casa igual que la cocinera. Pero Rajoy se ha ido a su pisito de particular, ha vuelto a su trabajo pareciendo un autobusero, y ha dejado al PP no en un proceso refrescante de renovación, sino en una guerra sin fronteras, de indios contra indios. La guerra no era el plan, sin embargo.
Aquella boda de El Escorial ha terminado siendo una parrillada humana. Hubo una época en la que el PP no estaba quemado por las cajas B llevadas por managers de boxeo, los vendecoches con bigote de forzudo de la Gürtel ni los ajustes de cuentas en un Madrid julio-claudio.
Las rosas rojas, como endivias hechas de amapolas, están peleando contra las rosas amarillas, falsos tulipanes, sobre la alfombra de un dragón muerto, falso perro heráldico de la casa. Las rosas rojas dicen que son por la sangre del dragón. Hasta los monstruos, hasta la muerte, tienen hijos bellos, o al menos dejan un candelabro de sangre para el salón familiar. Un soldado romano mata un dragón en Capadocia, o eso nos cuentan, y resulta que aquí heredamos un libro atado con una delicada cinta de sangre, como el lazo de las medias de una virgen desvirgada. Pero la sangre tiene muchos vinos, las rosas tienen muchos colores, el libro se vende más como caja de música cerrada y como bombonera de bombones de cartón que como arte o pensamiento, y lo de San Jorge y el dragón jardinero y bibliotecario es una patraña.
Con los otros humores del país aliviándose en la calle, como tunos de madrugada, casi se nos olvida Cataluña, que sigue en su españolísima vuelta al ruedo (los sediciosos han llegado ya a ese mismo bordado de ridiculez y gravedad que tiene el torero, como un payaso de la muerte o un guerrero de cabaret).
Un Hércules como de Heraclio Fournier, sus columnas fundantes o batientes, unos leones levemente achinados, los colores blanco y verde, algo confiteros, y el lema “Andalucía por sí, para España y la Humanidad”.
Entre las dos esperanzas o abismos del PSOE, Susana, la antipolítica con copla, y Pedro Sánchez, el social liberal que juega a la izquierda a bandazos y a batacazos, Patxi López parecía uno de UPyD, sensato pero invisible.
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