Madrid se ha llenado de monigotes. Unas meninas como de playmobil, pintarrajeadas por famosos que dicen ser artistas, han tomado la ciudad.
El asunto me parece delirante, pero ha despertado mi interés. Achacarle a Uber la responsabilidad de su divorcio, como ha hecho un ciudadano francés, y reclamar una indemnización de 45 millones de euros resulta de coña, sin conocer el detalle de la causa judicial. Dice el tipo que contrató los servicios de Uber desde el teléfono de su esposa, tras solicitar el servicio y cerrar la sesión, ella estuvo recibiendo notificaciones de sus viajes, el nombre del conductor y la hora de llegada, lo cual despertó dudas en la señora de posibles infidelidades, en un conflicto que terminó en divorcio.
Algunas sentencias recientes por delitos contra el honor, o injurias, o calumnias en redes sociales encienden el debate, sobre todo cuando castigan a artistas cuya libertad de expresión se ve menoscabada. Se alzan voces trémulas sobre la Inquisición digital que llega. Yo no lo veo así: creo que tenemos el mismo problema que sufrimos desde hace mucho en España con un Código Penal, aun tras su reforma de 2015, que deja prácticamente al albedrío del juzgador la apreciación de delitos de injurias (artículo 208), o de calumnias (art. 205), o de amenazas (art. 169). Los periodistas y demás personas que escriben o hablan con frecuencia en los medios de comunicación tradicionales (en un sentido lato: del diario impreso al digital, pasando por la radio y la televisión) lo han sufrido muy directamente. Lo que sucede ahora es que el universo de los amenazados por alguna sentencia ha crecido exponencialmente por ese fenómeno de las redes sociales, y de ahí la alarma de algunos.
“Cuántos deberían seguir el vuelo de Carrero Blanco”. Las palabras que publicó en Twitter César Strawberry, cantante del grupo ‘Def con Dos’, le han valido una condena de un año de prisión por los tipificados delitos de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas. La cita que abre corresponde sólo a una de las desafortunadas groserías que el rapero tuvo a bien compartir en lo que en aquel momento constituía para él un espacio público de discusión.