Como escribe mi tronco Javier Menéndez Flores, agosto se desangra sin remedio tras un sueño breve y azul, pero aún en su ocaso nos ofrece algunas experiencias placenteras, como la música, siempre la música, y si es en directo mejor.
Sientan ese dolor. Esos abrazos en la profundidad de la desesperación. Esos ojos que ya no ven. Ese cuerpo que ya no se sostiene. ¿Los notan? ¿Les duelen la piel, el estómago y el corazón?
Me temo que, lamentablemente, aún no lo hemo visto todo. Pero el corazón del hombre, cuando está podrido o narcotizado, es capaz de las mayores fechorías y atrocidades.