«Estaría bien no seguir demorando la de honrar a los muertos: con duelo, con silencio, con sus nombres y apellidos. El luto no salva vidas, pero salva el recuerdo. Y a veces sólo se vive de memoria»
«Tras años de infantilización sufrimos las consecuencias de lo que Johnathan Haidt llama «las mentes mimadas»».
«En esta pandemia de ruido, un filántropo pasa injustamente desapercibido»
«En México el silencio es tan letal como una bala. Es un arma de doble filo: si no callas, pagas con tu vida; si lo haces, pagan otros –y este año ya van más de 20.000 personas asesinadas–»
Mi postura sobre si incorporar nuevas celebraciones a nuestro calendario apenas ha cambiado desde que tomé una temprana decisión al respecto, allá por mis seis años de edad, ante la entonces palpitante polémica de si instaurar en España los regalos de Papá Noel junto a los más tradicionales de Reyes. Sí, soy partidario de introducir festividades novedosas (¡y sus regalos!), que bastantes afanes acarrea la vida del hombre sobre la tierra y demasiados contados están sus días como para privarlos de uno u otro dulzor. Por tanto, y aunque este artículo puede reputarse como una cierta crítica de Halloween, avanzo ya que mi argumento contra esta fiesta no será misoneísta: tiendo a contemplar las cosas nuevas con simpatía y esta se acrecienta si son festivas.
Las vidas de los negros importan es la traducción al español del nombre del movimiento Black lives matter. Por la puerta del “también” entra el “únicamente” que profesan sus impulsores. Asumen un victimismo racista; los culpables son los blancos y los policías. No negocian con la realidad, y saben que los medios tampoco lo hacen. Escogen de ella una parte muy reducida, varios casos concretos (Michael Brown en Ferguson, Christian Taylor en Arlington, Walter Scott en Charleston, Gregory Gunn en Montgomery…) y los convierten en categoría. Avivan la indignación y la redirigen hacia colectivos enteros, como la policía.
Ahora saldrán muchos diciendo que parir en el agua es sano; sobre todo en el expulsivo si el niño traga agua de la piscina contaminada con orina o heces de la madre (no todo lo expulsado en un parto son niños, siento romper la magia).
Impresiona cuando son 51 de golpe los que aparecen muertos. Como empieza a impresionar ahora la huida de los sirios, que no ha comenzado ayer, o la reiteración de ataques racistas y xenófobos en Europa. En Alemania dos nazis llegaron hace dos días a orinar sobre un niño de cinco años en la calle.
Si este chico de la foto es mi hijo le falta España para correr de la somanta que le meto en el cuerpo (no literalmente, claro) y yo me reservo una habitación sin fecha límite en el Monasterio de Sobrado dos Monxes (Lugo) para preguntarle al Altísimo en qué he fallado.