Ninguno de los cuentos de navidad que he escrito por encargo sucedía en realidad en navidad, siempre he hecho un poco de trampas. Me gusta la nochevieja, la noche de reyes, pero la navidad me resulta profundamente antipática.
Lo más difícil de la navidad fuera de casa es el desayuno. Más que todo por la hora. Es costumbre en todos lados que el veinticinco, cuando no hay regalos, se desayunan las sobras, las cuales normalmente ni se guardan la noche anterior. Se dejan por ahí para antojar a sonámbulos y mal dormidos, los cuales van a ellas a veces con hambre y a veces con pena. Así sea en un hotel, o habiéndola pasado solo: El desayuno después de la navidad siempre es raro — justamente por su informalidad, su aire clandestino y su olorcito a resaca.
No es difícil adivinar que el Rey eligió con cuidado el color de la corbata que debía ponerse para su discurso de Navidad.