«Una de las noticias intelectuales del año viene siendo, desde hace unos cuantos, el libro de Manuel Arias Maldonado, quien ha alcanzado la meritoria cadencia de Woody Allen con sus películas»
«Vivimos en un auténtico imperio del emotivismo; y lo malo es que este a menudo nos gobierna con modos dictatoriales»
«Para no caer en la vergonzante petulancia de quien cree que por haber estado allí ha visto o entendido algo»
Sentimos que el Holocausto necesita ser representado, pero al hacerlo nos asalta la sospecha de que no hay imagen que lo pueda hacer sin degradarlo.
Eran las seis de la tarde en Ciudad de México. Íbamos al aeropuerto. Llovía a cántaros y tronaba.
— ‘Vaya pinche tráfico. Esto no se aguanta más, joven’
Están Jordi Cañas, Miquel Iceta, Loquillo, Federico Jiménez Losantos, Albert Rivera, Alfonso Guerra, Antonio Muñoz Molina, Xavier García Albiol, Carles Francino, Miquel Roca, Rosa Díez, Toni Cantó, Pedrojota Ramírez y, cómo no, Albert Boadella. Todos ellos han hecho méritos (bien que unos más que otros) para figurar en el apartado ‘Banalización del nazismo’ de la Base de Datos de la Catalanofobia del diario Vilaweb, que registra, con un alarde taxonómico propio de la entomología, lo que sus hacedores consideran manifestaciones de odio a Cataluña.
Grupos neonazis desfilan, arrollan, queman y matan. Grupos neonazis, que ya son hijos y nietos de neonazis. Que ya, de tan antiguo su corte de pelo y sus botas y su violencia, han viajado al pasado de un campo de concentración con los ojos cerrados, sin ver nada, acostumbrados a la verdadera muerte y han escogido sus cuatro símbolos molones: bandera confederada, Dixie, blancura, pistola. Parece que los veo asesinando a Ana Frank. Pero no, qué demonios, no saben ni quién es Ana Frank porque no han leído un libro en su puñetera vida que no esté diseñado para refrendar lo que ya nacieron siendo: hombres defectuosos, sin generosidad ni amor, ni empatía, ni nada. En todo eso consiste la maldad. La maldad no es ser, es carecer.
Alguien dijo, cuando liberaron a José Antonio Ortega Lara, que parecía salido de un campo de concentración nazi. Se horrorizaba de que algo así se hubiera visto de nuevo en Europa. Cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco, la comparación fue con los últimos fusilamientos franquistas: la espera atroz, “al alba, al alba…”.
La tragedia griega está instalada en el corazón de Europa. Las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides llevaron a los escenarios una manera muy concreta de entender la vida. Nietzsche supo explicarla muy bien recurriendo a las figuras de Dioniso y Apolo. El primero, el dios de la embriaguez, representa cuanto de caótico existe en las remotas profundidades del hombre: lo más salvaje, lo más irracional, el puro desorden. El segundo, el dios de la belleza y el equilibrio y la razón, es quien permite dar forma a todo ese anárquico barullo que nos constituye. Lo trágico es eso: el momento en que lo más oscuro se hace carne.