La vida 'vedette'
Huérfano de tertulias a las que acudir ahora que en agosto la política se ha ido a la playa, Revilla se inventó una jornada de puertas abiertas en la sede del gobierno regional para seguir saliendo en las fotos.
Huérfano de tertulias a las que acudir ahora que en agosto la política se ha ido a la playa, Revilla se inventó una jornada de puertas abiertas en la sede del gobierno regional para seguir saliendo en las fotos.
La noticia me llenó de una felicidad imprevista: un disco perdido de John Coltrane. No un pastiche de grabaciones o de versiones alternativas, no un recopilatorio ni una versión de lujo de algo ya conocido, sino un disco entero, abandonado durante años en el fondo de armario de los estudios Van Gelder de Nueva Jersey. Sentí algo muy parecido al spleen burgués de Amanda Petrusich en las páginas de The New Yorker:
Acabo de terminar de traducir una novela del escritor y periodista norteamericano Dominick Dunne para Libros del Asteroide. Era algo que quería probar y Luis Solano me dio la oportunidad de hacerlo. Supongo que he caído en todos los errores de principiante y que, si lo hiciera de nuevo, no sudaría la tinta que he sudado para poner el punto final. Habré leído la novela 20 veces (o más) y los personajes y lugares me son tan familiares como si fueran parte de mi pasado. Por la noche las frases y los nombres volaban en mi cabeza como fuegos artificiales hasta caer dormido. Philip Quennell, Pauline Mendelson, Flo March, la cafetería Viceroy en el Strip de Sunset Boulevard…
No hay un lugar donde el verano se presente de forma más destilada que en un camping. Son pequeñas reservas donde la estación más esperada —y la propia naturaleza humana— despliega todas sus variantes en cualquier momento dado. Los matrimonios de jubilados que hacen pequeñas fortalezas con sus caravanas y se tiran horas jugando a las cartas, los partidos de bádminton de la familia extranjera, los niños gritando en la piscina, el caminante solitario que llega a media tarde para montar la tienda y comer caliente, los adolescentes en pequeñas manadas de bicis ensayando los primeros amores. Helados, ping pong, teles o radios con el Mundial o el Tour de Francia, siesta, periódicos deportivos, libros, fiambreras, barbacoa, chanclas.
Algunas deudas antiguas se acaban cobrando. De niño tenía el sueño recurrente de ir en moto; nada de velocidad, curvas cerradas o dunas del París-Dakar, solo estar subido en un ciclomotor y notar la brisa en la cara.
Fantasmas queridos se me aparecen por una grieta del día; un respiro a lo que hay que hacer sin saber muy bien para qué en este Madrid tedioso donde nadie mueve un pelo. Me he acordado de ellos y de una época en la que las cosas eran de otra manera; así las recuerdo, un giro inesperado tras cada una.
La disciplina de fitness extremo ha conquistado medio mundo en apenas unos años por los rápidos resultados que ofrece y por su rápido crecimiento económico
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