Sé muy bien que los Mercader ya no me dejarán en paz. He dedicado tanto tiempo a entrometerme en sus vidas, que Ramón, el asesino de Trotsky, y Caridad, su madre, ya son como de mi familia. Me alegro mucho cuando descubro alguna noticia relacionada con ellos y me parece que se han olvidado de mí cuando dejan de darme señales de vida durante unos meses.
La Fiscalía ha pedido a la Audiencia Nacional de España que reclame a Brasil la extradición de Carlos García Juliá, detenido el pasado miércoles en Sao Paulo por una matanza terrorista cometida en 1977 en Madrid.
Las fuerzas de seguridad brasileñas han detenido a Carlos García Juliá, que contaba con una requisitoria internacional por su participación en la matanza en 1977 de los abogados de Atocha, según han informado fuentes de la investigación.
Es una paradoja incomprensible, y un operación que puede tener consecuencias negativas para España y los españoles. Pedro Sánchez, como antes ZP, se ha empeñado en resucitar a Franco para que parezca que el dictador está vivo
“Proletarios de todo el mundo, perdonadnos”, se leía en una pancarta en el Moscú de Boris Yeltsin y yo, cuando oigo hablar de memoria histórica, pienso en ella y en aquellos campesinos andaluces que Ehrenburg vio lanzarse a pecho descubierto contra las trincheras enemigas al grito de “¡Viva Stalin!”. Ehrenburg cuenta también que un día fue a visitar a Koltsov a su oficina de Pravda y, entre otras cosas, hablaron de Teruel. De pronto, sin razón aparente, Koltsov lo condujo a un cuarto de baño y le dijo a media voz: “¿Quieres escuchar un chiste divertido? Dos moscovitas se encuentran. El primero: ¿Te has enterado, ha caído Teruel?. El segundo: ¿Y su mujer?”.
Va perdonando la vida Pablo. Es el fin de la Historia pasado por Vallecas y Somosaguas. Lo suyo va de dinamitar el sistema desde dentro, hacia el final de la escapada o hacia un edén de sonrisas. Quien no sonríe se va al gulag, donde hace frío y los lobos/trolls te despellejan por traidor al militante de base que no era militante; quizá era un círculo, una marea, un perro, una ‘quechua’, una flauta.
Jorge Verstrynge es uno de los personajes más siniestros de la política española. Aunque inofensivo, su presencia en los medios como analista defensor de Trump y Le Pen es preocupante. Tras la victoria de Macron afirmó en La Sexta que Le Pen no es fascista, porque él sabe bien lo que es un fascista, ya que lo fue. Vestrynge empezó militando en la extrema derecha, en el grupo neonazi CEDADE, donde escribiósobre los peligros de “la degeneración de nuestra raza y la progresiva judaización de nuestras instituciones”. Luego pasó a Reforma Democrática, de Fraga, que acabó convirtiéndose en Alianza Popular. En Alianza Popular fue secretario general desde 1979 a 1986. Tras su abandono del partido, fue asesor de Francisco Frutos en el PCE e Izquierda Unida, y ya se quedó en la izquierda radical. Ahora es defensor de Podemos, y a la vez el analista al que llama La Sexta, como buena prensa equidistante y sensacionalista, cuando quiere a alguien pro Trump. Es un personaje despreciable.