«Viéndonos a nosotros mismos encerrados como el oso en el zoo, con su trozo de terreno, su piscina para chapotear, entendiendo que no hay nada más preciado que la salud, el amor, la libertad, la capacidad de escoger tu propio destino»
Aconsejamos vivamente al ilustre profesor de Harvard que aproveche el verano para ir a comer langostas a la costa de Maine y descansar, no sea que le estalle el cerebro de tanto pensar.