El yodo llega hasta la estratosfera y puede afectar a la capa de ozono
La pérdida de ozono estratosférico debido a la presencia de yodo ocurre tanto por procesos químicos como físicos
La pérdida de ozono estratosférico debido a la presencia de yodo ocurre tanto por procesos químicos como físicos
Si la Tierra sigue recibiendo contaminación al ritmo actual, es decir, si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, el reloj biológico del planeta hará que el clima vuelva al estado en el que estaba hace 50 millones de años (durante el Eoceno) en el año 2150. Es la demoledora conclusión de un estudio publicado esta semana en la revista Proceedings of the Nacional Academy of Sciences, que establece también que en tan solo 12 años, en en 2030, el clima será parecido al de mediados del Plioceno, hace más de tres millones de años. Los autores del estudio alertan de que la cercanía de esta fecha dificulta que los humanos puedan adaptarse a un cambio tan grande.
O bien una barrera protectora para ellos o bien píldoras con demoledores efectos secundarios para ellas. Ya era hora de innovar, y por fin llegan noticias augurando un futuro prometedor: un nuevo descubrimiento podría darle la vuelta a estas cifras al ofrecer un método tanto para hombres como para mujeres, científicamente fiable y tan cómodo como imperceptible.
La investigación llevada a cabo por un equipo de investigadores de la Universidad Técnica de Múnich (Alemania), liderados por Shawn Bishop, explica que «las estrellas masivas que terminan su evolución con una explosión cataclísmica, llamada supernova de tipo II, son los motores nucleares de la nucleosíntesis galáctica». Estas estrellas emiten el componente hallado en los fósiles, el Fe 60, un elemento radioactivo que no puede producirse en la Tierra y que, por lo tanto, prueba que los primeros humanos se vieron «bañados» por la radioactividad producto de una supernova. Un artículo publicado en The Atlantic plantea la posibilidad de que la radiación de las supernovas pudieron afectar la evolución al tener la capacidad de crear mutaciones en el ADN, pero lo más probable es que la radioactividad, que sí se ha relacionado con la desaparición de varias especies marinas, no afectara a los humanos.
El neurocientífico Gilles Vandewalle, de la Universidad de Lieja, en Bélgica, ha realizado un experimento con 28 voluntarios a los que ha estudiado el cerebro en distintos momentos del año, mientras resolvían pruebas de atención. Así se ha dado cuenta de que factores como la duración del día regulan el cerebro como una manera de compensar el cambio de clima. «Algunas personas incluso se hacen vulnerables y es cuando se sienten involuntariamente tristes en invierno», ha dicho el experto.
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