
El político más desastroso
José Luis Roig comparte con The Objective tres cosas sobre el que es en su opinión “el político más desastroso de todos los tiempos”: Artur Más.
José Luis Roig comparte con The Objective tres cosas sobre el que es en su opinión “el político más desastroso de todos los tiempos”: Artur Más.
La investigación de las 30 cajas llenas de documentos que fue intervenida por la Policía Nacional el pasado 26 de octubre cuando un furgón de los Mossos d’Esquadra se dirigía hacia una incineradora de Sant Adrià de Besós, en Barcelona, revela la existencia de apuntes contables que certifican el desvío de tres millones de euros procedentes del Estado al procés independentista. Así lo informan varios medios, que sostienen que el juez Ramírez Suñer, del Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona, encuentra indicios de que ese dinero perteneciera al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), creado en 2012 para que las comunidades autónomas hagan frente a los pagos de deuda más apremiantes.
El Banco de España calcula que el crecimiento económico en el último trimestre del año ha sido del 0,8%, según explica en su informe trimestral publicado este miércoles. Esto supone que se mantiene la tasa del tercer trimestre, gracias al mercado exterior, cuyos beneficios han contrarrestado los efectos adversos de la incertidumbre generada por la situación política en Cataluña.
2017 ha sido un año intenso que comenzó con la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y ha acabado con Donald Trump suspendiendo la neutralidad en la red. En medio ha habido desastres medioambientales, atentados como los de Barcelona o Londres reivindicados por un Estado Islámico derrotado en Irak
A la ficción fantasiosa y emocional del procés se le contrapuso la esperanza ensayística y racional de los constitucionalistas. Los dos bloques polarizaron la campaña a tal extremo que el voto útil derivado de la misma ha terminado por distorsionar la fotografía y hacerla poco representativa. La primera plaza de Ciudadanos desmiente, de nuevo, la ficción del sol poble independentista. Pero el sorprendente resultado de Junts per Catalunya y la suma de escaños soberanistas nos abre los ojos frente a la esperanza de una vuelta al seny que parecía a la vuelta de la esquina.
Todo parece encontrarse en caída libre desde el referéndum por la independencia celebrado el pasado mes de octubre. Todo menos un pueblecito de la comarca del Garraf que parece estar aguantando el tirón. Más o menos.
Cataluña ante el espejo. ¿Qué imagen devolverá ese espejo después de 5 años de procés? ¿Qué puede construirse después del mismo?
Cataluña ante el espejo. ¿Qué imagen devolverá ese espejo después de 5 años de procés? ¿Qué puede construirse después del mismo?
¿Qué pasa en Cataluña? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí, y por qué los que no somos independentistas hemos tardado tanto en hablar? La respuesta tiene que ver con el factor humano. Hemos tardado tanto en alzar la voz porque por mucho tiempo hemos sentido que formábamos parte de ellos: del mismo pueblo, no sé si un sol poble, pero sí un pueblo cívicamente unido. Hemos abandonado progresivamente el espacio público por temor al ostracismo o la muerte civil. A que nuestros más allegados pensaran que no éramos dignos de su confianza. Porque, digan lo que digan, la libertad más difícil no se ejerce ni contra el poder –en democracia, siempre algo abstracto y lejano– ni tampoco contra la publicidad. La libertad más difícil se ejerce contra los amigos. Contra los tuyos.
El Ayuntamiento de Dublín ha apoyado este jueves una moción presentada por una formación de izquierda anticapitalista para izar la bandera catalana durante un mes, una propuesta que ha divido al consistorio. Con 21 votos a favor y 18 en contra, el partido ‘People Before Profit’ (El Pueblo Antes que los Beneficios) ha sacado adelante un texto con que el que quiere mostrar “solidaridad” hacia la “ciudad de Barcelona” –hermanada con Dublín– y “condena la represión y violencia perpetrada por el Gobierno español” durante el referéndum ilegal celebrado en Cataluña el pasado 1 de octubre.
El juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena ha pedido nuevas diligencias en la causa por el proceso independentista y estudiará, una vez tenga los resultados, si imputa a más personas, entre las que podría estar la candidata de ERC a las elecciones autonómicas de Cataluña, Marta Rovira.
Fernando H. Valls analiza las consecuencias ocultas que ha dejado el procés en España.
Fernando H. Valls analiza las consecuencias ocultas que ha dejado el procés en España.
Aurora Nacarino-Brabo analiza la posible influencia del procés en Cataluña en el arco parlamentario nacional de cara a unas futuras elecciones generales.
Aurora Nacarino-Brabo analiza la posible influencia del procés en Cataluña en el arco parlamentario nacional de cara a unas futuras elecciones generales.
Uno de los problemas metodológicos para (intentar) comprender el procés es fijar cuándo empezó todo. Y para ese misterio no hay respuesta porque no hubo un principio único sino que a lo largo del tiempo se fueron solapando factores diversos. En este caso, pues, el mito del origen es sólo eso: un mito.
No da más de sí. Cada minuto que pasa es una losa en el prestigio y las posibilidades futuras de un proyecto político que reclama, a su vez, ser parte de la Unión Europea. La tragicómica huida de Puigdemont a Bruselas, lejos de internacionalizar el “conflicto”, ha extendido el miedo a los nacionalismos en el resto de la UE, que reacciona y toma nota. La solidaridad con España en el exterior crece al mismo ritmo en que lo hace la pulsión interior por defender la unidad y la democracia constitucional. Quién lo hubiera dicho hace dos meses.
El primer ministro belga, Charles Michel, ha afirmado que Bélgica “tiene un interlocutor” en el contexto de la crisis catalana, “que es el Gobierno de Madrid”. A su vez, ha abogado solventar este asunto a través de “una solución política duradera” que “está en España y no en Bélgica”. Michel ha sido explícito al asegurar que no existe “ninguna ambigüedad” en esta cuestión. Puigdemont es “un ciudadano europeo que debe responder de sus actos con derechos y obligaciones, sin privilegios, ni más ni menos, a quien guste y no guste”, ha aclarado.
En la madrugada del 14 de abril de 1912, Benjamin Guggenheim —quinto hijo del magnate Meyer Guggenheim— murió en el naufragio del Titanic. Como pasajero de primera clase y hombre de gran notoriedad, Ben tuvo ocasión de subir a uno de los escasos botes salvavidas. Sin embargo, llegado el momento, dio un paso atrás y le dijo a su acompañante, la cantante Léontine Aubart: “Recuerda que ninguna mujer quedó a bordo porque Ben Guggenheim fuera un cobarde”. Se despidió de ella, pidió un brandy, y se hundió con la nave.
El procés ha resultado ser un máster de filosofía política (un poco caro, eso sí) para todo aquel que no tenga suficiente con insultar a la realidad y aspire a comprenderla en un sentido maquiaveliano, es decir, objetivo, diferenciando nítidamente entre lo que le gustaría que pasara y lo que factualmente pasa.
Uno de los ‘éxitos’ más significativos del procés independentista ha sido ver a gente como mi madre en la manifestación de Societat Civil Catalana. A mi madre nunca la verán con un trapo, ni catalán ni español, ni tampoco de cocina. Para ella las banderas siempre han sido “trapos sucios de sangre”, me decía cuando, como cualquier joven con inquietudes políticas, flirtee con el independentismo en mi etapa universitaria.
¿Existe el nacionalismo español? Sí, sin duda. Cuarenta años de dictadura franquista lo enquistó como amenaza latente con ocasionales brotes de bestialidad.
Durante el ya completamente iliberal procés, la estrategia del independentismo se ha basado en apropiarse de la bandera de la democracia cada vez que, en un baño de realidad, los moradores de la Generalitat han reparado en que sus planes de separación no son respaldados por una mayoría de ciudadanos de Cataluña.
El procés jamás ha sido pacífico, como voceaban sus promotores en una de sus añagazas propagandísticas. Las sesiones parlamentarias de los días 6 y 7 de septiembre, sin ir más lejos, con el silenciamiento de la oposición, el desdén del reglamento y el menosprecio de la más mínima elementalidad democrática evidenciaron una notable carga de violencia institucional, como violento ha sido el achique de espacios que el nacionalismo ha practicado no ya con sus adversarios, sino con el más nimio de los desafectos. Menos simbólicos han sido los ataques que las hordas independentistas han acostumbrado dirigir, con la inexorabilidad de una llovizna, contra las sedes del PP, C’s y PSC.
Puigdemont, en la entrevista con Jordi Évole, vino a plantear que entendía que los mossos deberían acatar la orden judicial de retirar las urnas. (Toda una ironía a propósito de un referéndum ilegal convocado contra una orden del Tribunal Constitucional, pero sólo una ironía más entre tantas). A continuación matizó: …pero los mossos deberían desistir prudentemente en caso de encontrar a dos mil personas ante el colegio electoral aguardando para votar, para evitar males mayores.
La Guardia Urbana cifró la participación alrededor del millón de personas. Los Mossos d’Esquadra destacaron el civismo de la multitud convocada por dos organizaciones civiles: la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural. Entre el Paseo de Gràcia y la calle Aragó de Barcelona, los independentistas celebraron el Día Nacional de Cataluña con una jornada que esperan sea la última, antes de celebrar el referéndum convocado el 1º de octubre por el Govern de la Generalitat.
Fue hace un mes cuando un ministro dio el toque de alerta: “Atenta al 8 de agosto, es la fecha que más nos preocupa, aparte del 1 de octubre. Tememos que Puigdemont quiera hacer coincidir la consulta con unas elecciones autonómicas para tener así urnas, censo y colegios electorales abiertos. Si fuera así, el 8 de agosto es el día que tendría que hacerlo para cumplir los plazos que marca la ley. Apunta. 8 de agosto”.