Vacaciones sin vacaciones
«La sociedad española fracasó el 23-J (¡o triunfó en su espíritu sumiso!) al no escupir indubitablemente de su vida política a un elemento como Sánchez»
«La sociedad española fracasó el 23-J (¡o triunfó en su espíritu sumiso!) al no escupir indubitablemente de su vida política a un elemento como Sánchez»
«Con frecuencia uno tiene la sensación de que Sánchez y Vox persiguen el mismo fin: impedir que el PP gane y comience una nueva etapa política en España»
«El presidente degradante, el tabernero Iglesias y una voz desencajada»
Rafa Latorre (Pontevedra, 1981) es periodista. Escribe en el periódico El Mundo y colabora a diario en Más de uno, el programa matinal de Onda Cero dirigido por Carlos Alsina. Es autor del ensayo Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido (Esfera de los libros, 2018).
“Todo ha sido transmitido en directo. Minuto a minuto. La construcción de una realidad paralela en la que se instalaron gozosos millones de catalanes, a los que su gobierno, una insólita alianza transversal de plutócratas y antisistema, invitó a un autosacrificio en el altar de la patria”. Así comienza el prólogo de Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido. El autosacrificio catalán (Ed. La Esfera de los Libros), un ensayo imprescindible escrito por Rafa Latorre, en el que se aportan las claves para entender mejor – que no justificar – el procés.
Continúa deteriorándose la situación en Cataluña, en una farsa sin fondo que ahora fantasea con la sangre en un intento desesperado por que brote la épica. Esa fantasía no es tanto la del crimen como la del martirio, pero esconde un impulso desdichadamente tanático en cualquier caso. Por fortuna, no muchos parecen dispuestos a seguirlo; pero si lo siguieran el resultado tampoco sería la épica, sino una farsa incrementada, más absurda aún, hasta la náusea. La irrisión ya es inaudita, con ese Consell per la República que Puigdemont ha montado en Bélgica, en plan Palmar de Troya del catalanismo, o con el estrafalario Torra en la ‘Generalitat’, un Ubú ‘president’ que ha dejado pequeño a Pujol y a Boadella convertido en el guionista de ‘Bambi’. Los que en su día compramos el mito de Cataluña como avanzadilla europeizante de España seguimos pasmados ante el socavón.
A Wim Wenders le indignó una secuencia de El Hundimiento. Una elipsis, en concreto: «del mismo modo que Hitler se da la vuelta cuando muere su perra Blondie, la película se aparta en el momento en que muere el Führer. ¿Por qué no mostrar que ese cerdo, por fin, ha muerto? ¿Qué clase de proceso de represión se desarrolla ahí ante nuestros ojos?».
Si hay algo peor que nuestro escandalito diario es el escandalito sobre el escandalito, ese sofocón que se alimenta de los sofocos de los demás. Así ha ocurrido con el Instituto de la Mujer del País Vasco y su lista de canciones recomendadas para las fiestas. Uno se asoma al periódico y se imagina a Luis Fonsi como a Shostakovich, con la maleta hecha esperando aterrado de madrugada a la policía política.
De todas las subespecies nacidas del sectarismo la más fascinante para mí es la del impugnador. El impugnador es un paladín de la Historia. Un tipo cuya experiencia más cercana al apocalipsis es que se le caiga internet y que sin embargo juzga con severidad el legado que ha recibido. No se acerca a la Historia para comprenderla sino para combatirla. Y en el combate se deja todas las fuerzas que otros empeñan en el estudio.
Hace siglos leí en un fanzine musical un artículo curioso. No recuerdo el nombre del autor y lo lamento. Aquella era de esas publicaciones independientes, casi gratuita, que leíamos los aficionados a una música menos minoritaria de lo que nos creíamos. El artículo hablaba de Holocausto Caníbal, una película fetiche de mi generación. Holocausto Caníbal es una de las precursoras de eso que ahora llaman found footage. Este es el argumento según Filmaffinity: “Cuatro jóvenes documentalistas se adentran en la selva amazónica, en pleno corazón de América del Sur, para realizar un reportaje sobre las tribus que habitan en esa región, de las que se dice que todavía practican el canibalismo. Debido a la desaparición de los reporteros, dos meses después un grupo de rescate es enviado para averiguar qué ha sido de ellos; lo único que encuentran es el material filmado sobre su terrible fin”
Esperanza Aguirre lleva yéndose desde el San Valentín de 2016. El día en que la Guardia Civil irrumpió en primera de planta del 13 de la calle Génova de Madrid, Aguirre decidió ir yéndose, anunció su dimisión como presidenta del PP de Madrid, asumió “la responsabilidad política de todos esos años” y emprendió un largo adiós en el que lleva ocupada un año y dos meses.
Fue Terry Pratchett quien nos enseñó a no dejarnos engañar por los gatos. El autor de Mundodisco dejó dicho aquello de que “si los gatos se parecieran a los sapos, nos daríamos cuenta enseguida de lo desagradables y crueles que son esos pequeños cabrones”. Al final todo es una cuestión de estilo y los gatos lo tienen y por eso pasan por animales domésticos cuando no lo son.
Supongo que los profesores que esta semana secundaron la huelga de la enseñanza pública tenían sus motivos. Seguro que ninguno era tan poderoso como para convertir a un niño en un arma de propaganda.
Algo bueno de ser español, no lo mejor pero sí algo rotundamente positivo, es el pertenecer a una patria poco exigente. Cuando tenía 16 años me llamaron a filas. Acudí al cuartel acompañado de dos amigos. Una señora nos recibió, nos miró y apuntó en un papel lo que creía que medíamos y lo que creía que pesábamos. No acertó en ninguna de sus mediciones. Ni siquiera se acercó. Nosotros acudíamos con vocación sumisa y le sugerimos que, ya que habíamos ido hasta allí, quizás sería conveniente que nos subiera a la báscula. El interés que la patria tenía en nosotros no daba para tanto. Nos despedimos con cordialidad. Hasta ahí llegó la patria conmigo. No volví a tener noticias de ella. Ni de la patria, ni de la señora. Para colmo unos años después me fui a vivir a Madrid, que actúa como el perfecto disolvente de la identidad.
The Objective 3.0 el diario digital de la Generación Z
El pistoletazo del putsch por etapas en Cataluña brinda una oportunidad irrepetible para la creación de un frente constitucional. No existirá una excusa mejor para que España culmine de una vez por todas su transición e ingrese en la modernidad democrática. Hemos podido comprobar que las fuerzas políticas desconfían de la madurez de sus electores. Hete aquí que el golpe en slow motion del nacionalismo ofrece a todos los partidos una contundente coartada que exhibir ante sus votantes, ya que líderes y aparatchiks les presumen cautivos de sus mismas servidumbres ideológicas.
Inicia sesión en The Objective
Crea tu cuenta en The Objective
Recupera tu contraseña
Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective