El Departamento de Estado de Estados Unidos ha pedido a los ciudadanos que se encuentren de viaje en Barcelona que extremen la precaución en el paseo de las Ramblas por el riesgo de que se cometa un ataque terrorista
La gran pancarta en uno de los edificios de plaza Cataluña dejaba bien claro la manera que tienen los independentistas de entender la acogida: “The spanish King is not welcome in the catalan countries”.
Un año después del atentado, no hay en el lugar recordatorio alguno ni parece que vaya a haberlo. La presidenta del grupo municipal de C’s en el Consistorio, Carina Mejías, lo ha solicitado varias veces y siempre ha recibido la misma respuesta: “Una actuación así debe ser fruto del consenso, y no lo hay”. Insólito, máxime teniendo en cuenta la propensión del Gobierno municipal a manosear el callejero (de Puig Antich a Rubianes), y a proyectar su ideología sobre la simbología y señalética barcelonesas, del lazo amarillo de la Casa de la Ciudad al Open Arms de Colón. Y no sólo sin consenso, sino con la voluntad de reventarlo sin remedio.
Cuando se cumplen seis meses de los atentados de Barcelona y Cambrils, en los que fueron asesinadas 16 personas, el Ayuntamiento de Barcelona ha anunciado a través de un comunicado que se personará como acusación en el juicio por el ataque cometido en Las Ramblas el 17 de agosto del pasado año.
“Al doblar la esquina de la Rambla nos hemos llevado una sorpresa tremenda: ante nuestros ojos, de golpe, la revolución”, escribió Frank Borkenau al llegar a Barcelona. ¡Y qué hermosa parecía! De repente era posible improvisar la propia vida para acercarla a la medida de los sueños.