El genocidio de Ruanda acabó con la vida de más de 80.000 personas, en su mayoría tutsis y hutus moderados. Fueron cien días sangrientos que comenzaron tras la muerte de Juvenal Habyarimana, el 6 de abril de 1994. El avión en el que viajaba fue abatido por un misil en el aeropuerto de Kigali, capital del país, y aunque nadie reivindicó el ataque, fue atribuido a los rebeldes tutsis entre los que se encontraba Paul Kagame. La comunidad internacional se mantuvo impasible ante el baño de sangre. Muchos han pedido perdón a posteriori, como es el caso de la Iglesia Católica ruandesa hace unos días. La fiscalía ya se ha puesto en contacto con las autoridades francesas, de quienes esperan una “colaboración total” para la investigación de los 20 funcionarios. La administración de Kagame no sólo cree que Francia estaba aliada con Habyarimana, sino que también tenía conocimiento de los planes hutus ya que sus militares estaban siendo entrenados por soldados franceses.