
«Todas esas libertades con las que nos llenábamos la boca eran concesiones. También las sexuales»
«No sufran tanto los padres por el discurso del profe. Y no sufran tanto los educadores por el pin parental ni por las reticencias de algunos padres»
«Me sorprende mi capacidad de horrorizarme ante las escenas de sexo de las series más juveniles porque hasta las madres más progres corremos el riesgo de volvernos moralmente ultraconservadoras»
No es fácil que una generación entienda a otra. Todavía recuerdo aquella ocasión en que acompañé a una amiga (andábamos ambos por poco más de la treintena) a cierta conferencia de Celia Amorós, matriarca del feminismo hispano, que por aquel entonces superaba la sesentena. Doña Celia disertó sobre un problema que ella reputaba crucial para las mujeres: que la mayoría de los hombres las contemplaran solo como posibles madres de su prole futura. Mi amiga se revolvía incómoda en su asiento. Me había contado a menudo que su dificultad era justo la contraria: encontrar un novio que no la abandonara en cuanto ella hablaba de ir formando familia. Aun así, supo permanecer en la sala durante toda aquella charla sobre “la mujer actual”; si bien como quien escucha una disertación sobre tribus perdidas a orillas del Orinoco.
El relato de ficción Cat Person, estreno de la desconocida Kristen Roupenian en The New Yorker en su número del pasado 11 de diciembre, ha cruzado internet y el paisaje cultural anglosajón como un huracán. El cuento ha sido el más leído del año en la publicación, superando a Zadie Smith o a un inédito de F. Scott Fitzgerald, y la puja por los derechos en Estados Unidos del primer libro de Roupenian, de 36 años, anda por el millón de dólares. Todo un unicornio editorial.
La prostitución es uno de esos debates que tiene la capacidad de poner de acuerdo a personas de distinta adscripción ideológica y de enfrentar a compañeros de causa. Son muchos los progresistas que comparten con los liberales la necesidad de regular la actividad. Los primeros aluden a la necesidad de que el ejercicio de la prostitución no quede fuera del escrutinio institucional. Solo así, aseguran, podremos garantizar que se realiza en condiciones de dignidad, salud y seguridad para las trabajadoras, al mismo tiempo que las dotamos del reconocimiento pleno de sus derechos laborales. Los liberales, por su parte, arguyen que no se puede prohibir una relación contractual libre entre dos individuos adultos, al tiempo que señalan los beneficios que el afloramiento de una actividad económica clandestina reportaría al estado en forma de tributos.
¿Qué podemos esperar si llevan 40 años intentando convencernos de que el Hombre es igual a la Mujer y deben comportarse de la misma manera! ¡Aún a costa de su evidentes diferencias químicas, biológicas y hormonales!
Una sombra negra lee un libro a través de una ventana mínima que le sirve de respiradero y de abertura al mundo. Sabemos que es una mujer porque pocos hombres en este planeta serían capaces de soportar esa prenda.