«El destino dirige a quien acepta ser guiado y arrastra a los demás»
«En Los dos papas planea, claro está, la corrupción y la pederastia atávica de estos señores disfrazados de santos que se comportan como el mismísimo diablo»
Jordi Évole ha entrevistado a Francisco, cabeza de la Iglesia Católica. Évole le llama de “usted” y le habla con el mismo respeto y cariño que a Nicolás Maduro. Es una entrevista muy mundana, en la que el Santo Padre le pide al periodista que rece por él, o que al menos le mande “buena onda”. Un deseo muy New Age, por otro lado.
Una luna teñida de sangre se cierne sobre la colina vaticana. De fondo, un fresco de intrigas palaciegas que reflejan una crisis mucho más honda. La carta escrita por el exnuncio vaticano en los Estados Unidos, Carlo Maria Viganò, –un J’accuse en toda regla contra el papa Francisco y algunos de sus colaboradores– supone un paso del Rubicón inaudito en la reciente historia de la Iglesia.
En una de las mejores escenas de Seinfeld, Jerry se presenta en la iglesia para hablar con el párroco sobre su dentista, porque sospecha que se ha hecho judío simplemente por los chistes. “¿Y eso te ofende como judío?”, le pregunta el párroco. “No. Me ofende como cómico”.
En la primera escena de The Young Pope, la serie de televisión dirigida por el napolitano Paolo Sorrentino, un joven Papa de 47 años da su primera homilía desde el balcón del Vaticano y defiende la masturbación, el aborto, los anticonceptivos y la posibilidad de que las mujeres den misa. En resumen (dice él) “la libertad y el juego”. Los fieles aplauden enfervorizados mientras agitan sus banderitas de plástico.
Evangelio del ordenador: En el principio fue el Iphone y el Iphone era con Jobs y el espíritu estaba con él y todo en el mundo era hecho por Steve Jobs y nada en la creación fue hecha antes del momento epifánico en que Bill Gates creó la computadora personal…
Reconozco que me cae bien el papa Francisco. ¿Cómo podría no hacerlo un hombre tan dicharachero, tan paternal? En un mundo repleto de gritos, es reconfortante contar con un líder como él, tan bienhumorado (o, al menos, bienhumorado hasta que le mencionas el liberalismo, que parece ser de las pocas cosas que le excitan cierta agresividad). Me imagino perfectamente a Jorge Bergoglio como un buen cura de mi parroquia, alguien con quien sentarte a tomar pastas en torno a las faldillas de la camilla mientras el invierno castellano, fuera, arrecia, enciende un poco el brasero, Jorge, anda.
No hay cosa que más me aterre que encontrarme con un ‘pero’ en mitad de una oración. Y es que la experiencia me dice que lo que normalmente viene después no suele ser bonito.