Al observar de cerca los resultados electorales de las derechas radicales en Europa en los últimos tiempos, se aprecia que la brecha de género ha ido disolviéndose
La política española me recuerda a las parodias de las telenovelas que hacen en Saturday Night Live, donde cada réplica es un giro de guion aún más disparatado que el anterior
Es domingo, todavía, mientras escribo esto. Esta mañana bajé a la calle en pijama y abrigo -ejecutando el sueño ese de parecer cívica aun sin ropa interior-, me pedí un café para llevar, compré tabaco y me senté en un banco con la boca abierta al sol, como las abuelas disfrutonas.
A las niñas chinas les rompían los deditos y les vendaban sus extremidades inferiores en un aullido de dolor. El objetivo era lograr pies diminutos, más atractivos para el futuro esposo, inútiles para echar a correr. Era la versión asiática de «la mujer en casa y con la pata quebrada». La tortura duró mil años, hasta su prohibición por ley en 1949. Mao cambió el refrán: “el hombre es el cielo de la mujer”, por: “la mujer es la mitad del cielo” y se dinamitaron tradiciones.
Es evidente que la violencia de género en este país campa a sus anchas. Lo cierto es que llevamos unos meses para olvidar. Mujeres degolladas, quemadas vivas, muertas a golpes… son el reflejo de una sociedad muy enferma.