Modelos de negocio para el futuro: empresas que restauran el mundo
Las empresas regenerativas no nacen de la nada. Florecen cuando se crean las condiciones

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Una idea incómoda se abre paso entre titulares catastróficos y promesas tecnosalvadoras: no estamos esperando al futuro. Ya estamos en él.
Mientras debatimos si la sostenibilidad basta o si la inteligencia artificial salvará o destruirá nuestras economías, algo mucho más potente y transformador está ocurriendo. No es un nuevo gadget, ni una cumbre climática más. Es una forma radicalmente distinta de entender cómo funciona (o debería funcionar) la economía. Un nuevo paradigma donde las empresas no solo dejan de hacer daño: comienzan a hacer el bien. Y no un bien simbólico o cosmético, sino estructural, restaurador, regenerativo.
Sí, ya existen modelos de negocio para el futuro. Pero su corazón no está en Silicon Valley, sino en comunidades, empresas regenerativas y organizaciones que han comprendido algo esencial: que los sistemas naturales no son un recurso a explotar, sino una red a cuidar y restaurar que nos pueden nutrir.
Del «menos daño» al «más bien»
Durante décadas, la narrativa empresarial dominante ha sido una de mitigación. Reducir impactos. Minimizar huellas. Ser «menos malos». Pero como apuntan Niels de Fraguier y Stephen Vasconcellos, en su último libro La empresa regenerativa ese ya no es el objetivo. Hoy, lo verdaderamente transformador es restaurar lo que hemos dañado. Regenerar suelos, economías locales, relaciones laborales. Hacer más bien, no solo menos daño.
Y lo más revelador: ya sabemos cómo hacerlo. Subestimamos, y mucho, el hecho de que contamos con las herramientas para resolver casi cualquier problema local o global que enfrentamos. Tecnología, conocimiento, innovación… están ahí. Lo que falta no es capacidad técnica, sino voluntad colectiva.
No hay héroes solitarios, hay narrativas que unen
El futuro no será diseñado por genios individuales ni CEOs carismáticos. Será cocreado por quienes dominen la habilidad de unir voluntades, ideas y aspiraciones. Por quienes entiendan que la transformación no vendrá de la uniformidad, sino de la diversidad radical organizada. Equipos que abracen la complejidad y la colaboración como motor.
Pero sobre todo, el futuro lo van a crear quien consigue crear las mejores narrativas. Ni los mejores planes ni las mejores estrategias sino las historias, las visiones y la manera de compartirlas y co-crearlas capaz de atraer la motivación y la ilusión de quien tendría que hacerlas realidad.
Las empresas regenerativas no nacen de la nada. Florecen cuando se crean las condiciones para una colaboración auténtica: cuando activistas, diseñadores, ingenieras, agricultores y políticas se sientan en la misma mesa, no para competir, sino para regenerar. Se unen alrededor de una narrativa que merece la pena lograr.
Economías que imitan la naturaleza
Imaginemos una economía que funcione como un bosque. Donde no hay residuos, porque todo se reintegra en un ciclo. Donde el crecimiento no es infinito, sino equilibrado. Donde cada parte colabora con el todo.
Ese es el principio de la economía regenerativa: un sistema interconectado, en equilibrio, alineado con las leyes de la vida. Lejos de ser utópico, este enfoque ya inspira a miles de organizaciones que diseñan modelos de negocio circulares, inclusivos y profundamente humanos.
Deseo, orgullo y propósito
Pero, ¿cómo se activa este cambio? ¿Qué hace que una empresa —o una persona— decida dejar de operar desde el miedo o la inercia, y abrazar el reto de la regeneración?
La clave está en el deseo. En la emoción profunda que despierta sabernos parte de algo que vale la pena. Cuando conectamos con el orgullo de haber cambiado, de haber contribuido, los miedos se diluyen. Lo urgente deja de ser excusa, y se convierte en impulso.
Lo que nos toca ahora
Vivimos rodeados de visiones distópicas. Pero hay una alternativa. Una que ya está ocurriendo. Una que requiere, sí, valentía, pero también humildad y conexión. El cambio no llegará por decreto. Llegará cuando más y más personas decidan que no basta con sostener lo que hay. Que hay que regenerar. Que el futuro merece ser construido, no temido. Y en esa construcción, cada empresa, cada comunidad, cada uno de nosotros tiene un papel que jugar. Un futuro que crear y compartir con las mejores narrativas para el mundo. Porque como dijo la activista Xiye Bastida en una charla que compartimos en un evento de las Naciones Unidas en Dubai: Juntos, podemos ser la ReGeneración.