The Objective

Espacio patrocinado por

The Positive
Actualidad

Cómo un pueblo de montaña y una idea honesta están inspirando un renovado modelo de futuro

Creo profundamente que el futuro pasa por ahí: proyectos que sumen al planeta, que tengan alma y que abracen la tecnología

Cómo un pueblo de montaña y una idea honesta están inspirando un renovado modelo de futuro

Freepik.

Hace tres años conocí a Agrolinera. En aquel momento eran una idea brillante, un par de patentes y mucha ilusión para resolver un problema enorme: ¿cómo gestionar los residuos de pequeñas queserías de montaña para que no frenen su crecimiento y, además, se conviertan en un beneficio para el entorno?

Hoy, ese proyecto no solo gana premios y reconocimiento nacional, sino que está dando el salto a Suiza y a otros países con entornos rurales similares. Y yo estoy teniendo el privilegio de acompañarlos desde el principio, ayudándoles a descubrir y comunicar algo que cambió el rumbo de todo: su propósito.

Todo empieza en Picos

Quien conoce los Picos de Europa (Asturias, España) sabe que son tan bellos como complejos: carreteras estrechas, pueblos diminutos, pastos inclinados y queserías artesanales que son puro patrimonio vivo. Pero también hay una cara menos idílica: los purines y residuos lácteos.

El suero que sobra de la elaboración del queso, y los purines, en muchas zonas no tienen salida. Y su mala gestión no solo afecta a los ríos y suelos: también repercute en vecinos, turistas e instituciones que luchan por mantener el equilibrio de un entorno único.

Agrolinera nació para resolver eso con tecnología: recogida inteligente de sueros y purines, sensores, trazabilidad en blockchain, pero no bastaba con la innovación técnica. Había que contar nuestro propósito e historia, para conectar con queseros, vecinos, instituciones, inversores, y con la gente que, al final, hace posible que algo así funcione.

Ahí entré yo. No inventé un slogan: ayudé a que la empresa pusiera palabras a lo que ya les movía. Con Agrolinera trabajamos en descubrir su esencia y traducirla en una comunicación auténtica. Y comenzamos a transformar un problema ambiental en una oportunidad de desarrollo para las ganaderías y sus territorios.

Cuando logramos expresarlo así, todo encajó. Agrolinera ha dejado de verse solo como una «start-up tecnológica» y está siendo puente entre tradición y futuro, entre lo rural que resiste y la innovación que atrae talento e inversión. Tener su propósito claro les ha ayudado a ganar premios y lo más importante de todo, empezó a transformar su comunicación, su cultura interna y hasta sus decisiones de negocio. 

Con ese enfoque claro, Agrolinera pasó de ser un proyecto piloto en Cabrales e instalar su primera «agrolinera» (un contenedor‑estación que convierte residuos en una nueva materia prima), conectar a queserías locales y empezar a cerrar acuerdos para llevar su modelo a otros lugares del mundo como Suiza.

Están ganando premios de innovación, son invitados a foros de emprendimiento y están demostrando que otra ganadería de montaña es posible: rentable, sostenible y orgullosa de su identidad.

Y yo, mientras tanto, estoy viendo algo que me emociona: cómo cuando una marca se alinea con su propósito, no solo crece, sino que inspira y regenera el territorio. Porque los queseros y ganaderos están empezando a sentirse parte de algo mayor. Las instituciones ven que esto es una apuesta seria con impacto positivo real.

Te cuento esto porque Agrolinera es un ejemplo de que el cambio sistémico empieza muchas veces en lugares pequeños. En un pueblo de montaña donde parece que no pasa nada se está gestando un modelo exportable que crea futuro. Y porque muestra que las marcas —cuando son honestas— no son cosmética: son palancas de transformación.

Creo profundamente que el futuro de los negocios pasa por ahí: proyectos que sumen al planeta, que tengan alma y que abracen la tecnología sin perder su humanidad. Y ver a Agrolinera hacer todo eso me recuerda para qué hago lo que hago.

Hoy, mientras los veo esforzarse al máximo, pienso en todas las empresas rurales, sostenibles o tecnológicas que aún no han encontrado su narrativa. Las que sienten que tienen algo grande entre manos, pero no saben cómo contarlo.

Mi trabajo con ellos me reafirma en algo: cuando alineas propósito, estrategia y comunicación, lo imposible empieza a parecer normal.

Así que si estás ahí fuera, con una idea que podría cambiar tu sector o tu territorio, pero te falta foco esta es tu señal. Porque el mundo necesita más historias como esta. Más historias de regeneración. 

Publicidad