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Salud y bienestar organizacional: el poder curativo de las comunidades

Cuando la empresa enferma a quienes la sostienen

Salud y bienestar organizacional: el poder curativo de las comunidades

Hace unas semanas, un titular recorrió los medios económicos: El absentismo laboral costará a España más de 32.000 millones de euros en 2025. Detrás de esa cifra hay historias concretas.
 
María, administrativa en una pyme industrial de Zaragoza, no falta a su puesto por falta de compromiso. Sus bajas recurrentes se deben a ataques de ansiedad. Lo paradójico es que, cada vez que regresa, se siente más sola. «Nadie me pregunta cómo estoy, solo cuándo voy a recuperar el trabajo atrasado», confiesa.
 
Su caso no es aislado: es el reflejo de un mal silencioso que atraviesa a las empresas españolas. Lo que está enfermando a María no es solo la presión de objetivos, sino la desconexión humana. Rodeada de correos electrónicos, métricas y reuniones, puede pasar días sin una conversación significativa con alguien de su equipo. Esa soledad disfrazada de productividad es la verdadera epidemia que se esconde tras las cifras récord de bajas médicas.

La desconexión se mide (y duele) en España

El absentismo laboral en España se ha disparado a niveles históricos. En el primer trimestre de 2025, la tasa nacional alcanzó el 7 % del total de horas pactadas, lo que equivale a más de 1,5 millones de trabajadores ausentes cada día.

El impacto económico es abrumador: más de 32.000 millones de euros en 2025 y 29.000 millones en 2024 en costes asociados. Desde otra perspectiva, las bajas relacionadas con estrés o fatiga cuestan alrededor de 16.000 € por empleado al año.
Pero lo importante no son solo las cifras: lo que revelan es algo mucho más profundo. Algo en nuestras organizaciones está fallando en la raíz.

Y España no está sola en esta crisis. El State of the Global Workplace 2025 de Gallup muestra un patrón estructural: solo el 21 % de los empleados en el mundo se sienten comprometidos con su trabajo. Un 62 % no están comprometidos y un 17 % están activamente desenganchados. Apenas 1 de cada 3 trabajadores (33 %) dice estar «floreciendo» en su vida, mientras que el 58 % confiesa estar «luchando» y un 9 % directamente «sufriendo». El dato más inquietante: 4 de cada 10 empleados reportan haber sentido estrés la mayor parte del día anterior.

El cuadro es claro: la desconexión laboral se ha convertido en una pandemia silenciosa, con consecuencias que atraviesan tanto la economía como la salud emocional y social de millones de personas.

El rol olvidado de los líderes de RRHH

En este contexto, el papel de los líderes de Recursos Humanos es crítico. Su gran reto es diseñar culturas de pertenencia.
 
El área de RRHH debería asumirse como un motor de conexión y pertenencia. Porque el futuro de las empresas no se juega solo en la innovación tecnológica o en la eficiencia de procesos, sino en la capacidad de reconstruir la trama social interna que sostiene la motivación, la salud y la resiliencia de los equipos.
 
Como advierte David Spinks en The Business of Belonging, las empresas que prosperan entienden que la comunidad no es un “extra”, sino una ventaja competitiva.

Comunidades: el business case del engagement interno

La falta de engagement no es un problema «blando»: es una realidad organizacional. En España, el bajo compromiso laboral está costando miles de millones en absentismo y rotación. Solo el 10% de los empleados españoles se declara comprometido con su trabajo, lo que sitúa al país como uno de los peores de Europa.
 
El coste directo:
12.245 millones de euros en absentismo en 2024.
Aumento de la rotación por encima del 24% previsto para 2025.
Caídas en la productividad, fuga de talento y dificultad para atraer a nuevos perfiles.
 
Pero más allá de las cifras, está lo humano: una fuerza laboral agotada, desvinculada y desconectada emocionalmente de la misión de sus organizaciones.

El valor añadido de las comunidades internas

Aquí es donde entra el poder de las comunidades de engagement interno. Cuando se diseñan bien —como espacios auténticos de conexión y crecimiento— generan beneficios tangibles:

  • Reducción de absentismo y rotación
    • Un equipo que se siente parte de una comunidad muestra menos estrés y menos necesidad de ausentarse.
    • Ejemplo: Salesforce, al instaurar foros abiertos y town halls regulares, elevó el compromiso del 28% al 64% y redujo significativamente las bajas prolongadas.
  • Incremento en la innovación y productividad
    • Atlassian implementó “días de innovación” en sus comunidades internas, lo que disparó un 50% la producción de nuevas funcionalidades y mejoró la moral.
    • Las CoP (Comunidades de Práctica) funcionan como incubadoras: facilitan la transferencia de conocimiento, resuelven problemas compartidos y aceleran la curva de aprendizaje.
  • Atracción y retención de talento
    • Zappos aumentó un 30% la satisfacción laboral en seis meses tras empoderar a empleados como promotores culturales.
    • Empresas como AXA han visto un +15% en satisfacción de clientes gracias a comunidades internas que refuerzan la motivación de los empleados.

Conclusión: la conexión es salud (y estrategia)

El absentismo, las bajas largas y la «renuncia silenciosa» no son problemas de productividad: son síntomas de desconexión social. Y lo que está en juego no es solo la cuenta de resultados, sino la salud integral de las personas.

La evidencia es contundente: las empresas con altos niveles de conexión social reportan un 37% menos de absentismo, un 31% más de productividad y una mejora del 58% en la retención.

La pregunta, entonces, no es si podemos permitirnos invertir en comunidad. La verdadera pregunta es: ¿puede tu empresa permitirse no hacerlo?

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