Los fondos de impacto: cuando el propósito también genera rentabilidad
Los inversores están premiando a las empresas que gestionan con responsabilidad sus impactos ambientales

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La inversión con propósito ha dejado de ser un gesto ético para convertirse en una estrategia inteligente. Los datos más recientes del Sustainable Reality 2025 de Morgan Stanley lo confirman: los fondos sostenibles alcanzaron los 3,9 billones de dólares en activos gestionados durante el primer semestre del año, con una rentabilidad media del 12,5%, más de tres puntos por encima de los fondos tradicionales.
Lejos de ser una tendencia pasajera, los fondos de impacto están demostrando que es posible generar retorno financiero y valor social y medioambiental de manera simultánea. Fondos como Secular Trends, gestionado por de Pury Pictet Turrettini, ejemplifican este nuevo paradigma. Su estrategia única Buy & Care® combina la inversión en empresas líderes de sus sectores con un enfoque activo de acompañamiento: el fondo se centra en tres grandes ejes estratégicos —transformación digital, retos demográficos y cambio climático—, mientras orienta a las compañías en la implementación de proyectos de impacto positivo a través de su Comité de Engagement.
Esta evolución está transformando el modo en que entendemos la rentabilidad. Ya no se trata solo de obtener beneficios, sino de medir el valor que se crea en el entorno. Los inversores están premiando a las empresas que gestionan con responsabilidad sus impactos ambientales, que promueven la diversidad y que entienden la innovación como una herramienta de regeneración social. A su vez, las compañías que acceden a este tipo de capital encuentran una oportunidad para financiar su crecimiento alineado con valores, reforzar su reputación y atraer talento comprometido.
En Europa —que concentra el 88% de los activos sostenibles globales— esta transformación está más avanzada. Las nuevas exigencias regulatorias, como el reglamento SFDR, y la madurez de los fondos clasificados como Artículo 8 y 9, están impulsando una mayor transparencia y rigor en la medición del impacto. Ya no basta con prometer sostenibilidad; ahora los fondos deben demostrar con datos cómo sus inversiones contribuyen a resolver desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad o la digitalización inclusiva.
El resultado es un círculo virtuoso: los fondos canalizan capital hacia empresas que generan impacto positivo, y esas empresas, a su vez, demuestran que el propósito puede ser una fuente de competitividad y resiliencia. Así, la economía del propósito deja de ser una aspiración teórica para convertirse en un modelo operativo real, capaz de reconciliar el beneficio económico con el bienestar social.
En Impactco lo vemos cada día: cuando las organizaciones integran criterios sociales y ambientales en su estrategia, no solo crecen, sino que construyen confianza y relevancia. Los inversores de impacto están acelerando esta transición, demostrando que el dinero puede ser una palanca de cambio hacia una economía más humana, más justa y más consciente.
Porque, al final, la pregunta no es si podemos permitirnos invertir con propósito, sino si podemos permitirnos no hacerlo.