Adamo Dimitriadis inquieta a Madrid con su exposición 'Ciudad Terminal'
Al entrar a la exposición Ciudad Terminal del artista Adamo Dimitriadis en la Galería Utopía Parkway el primer cuadro con el que uno se choca se titula Crash.
Al entrar a la exposición Ciudad Terminal del artista Adamo Dimitriadis en la Galería Utopía Parkway el primer cuadro con el que uno se choca se titula Crash. Supongo que no es casualidad. Se trata de un óleo sobre lino en el que se observan tres coches en una autopista bastante vacía. Hay una furgoneta roja y otro coche de ese mismo color que choca con uno blanco. El recorrido inicia con esa sensación de desconcierto que genera cualquier choque. Hay incomodidad, pero también limpieza. Es una exposición de contrastes. Dimitriadis reflexiona sobre la falsa ilusión de seguridad en la ciudad contemporánea, “supone una sacudida de realidad que sacude como solo sacude el presente”, señala el catálogo .
“La ciudad terminal de Adamo Dimitriadis es la certera expresión del esplendor quebrado de lo ficticio como antinomia de lo real, el espacio que nos deja indiferentes a las ciudades sin alma y a la pintura sin compromiso”, escribe Carlos Hernández Pezzi en la introducción de la obra y prólogo al catálogo de la exposición.
A la distancia, las obras pueden parecer fotografías. Hay paisajes desolados, edificios solos y avenidas vacías que se nos hacen extrañamente cercanos. “Soledad, silencio, miedo, hipocresía, quietud, la aparentemente amable amenaza y destrucción del ser humano, involución…”, explica una nota de prensa sobre la exposición. El paradójico contraste entre la superpoblación y la soledad, el aislamiento al que nos vemos abocados y que Adamo Dimitriadis expone en una narración impactante, comprometida y técnicamente impoluta conforman el marco en el que se encuadra la exposición que será mostrada hasta el 8 de marzo en la Calle Reina 11, Madrid.
En la obra de Adamo Dimitriadis uno puede encontrar rasgos –nada forzados– de René Magritte. De hecho, cuando se lee sobre la vida del autor todo cobra sentido:
“La pintura le seduce desde niño, pero sería la visita a una exposición de René Magritte, ya en la veintena, la que determine su vocación. Acababa de finalizar sus estudios de Diseño. Aquellos fueron unos inicios cercanos al lowbrow o surrealismo pop. Las visitas al Museo del Prado con su padre, un ingeniero griego, se sucedían un fin de semana sí y otro también. Entonces descubre el gusto por lo figurativo y la investigación del color en artistas como José de Ribera, Diego Velázquez, Francisco de Goya o El Bosco. Luego surgiría su interés por diferentes estilos pictóricos: prerrafaelismo, simbolismo, surrealismo, constructivismo, futurismo, arte pop o el precisionismo”.
En su biografía también se lee que a partir de 2014 su obra evoluciona hacia un realismo científico. Ciencia y moralidad son dos conceptos indisociables en su obra. El progreso auscultado desde la lupa de la ética. En esta exposición, cuando se llega a la tercera sala de la galería, hay una obra titulada Visiones de China que parece tratar la hipocresía de las dictaduras en las que las propagandas del Estado Comunista roza la publicidad del capitalismo que tanto critica.
En la misma introducción Hernández Pezzi añade que en Ciudad Terminal el escenario ha perdido el romanticismo de la desesperanza. “En ella, los edificios se asemejan a silos de vacío, en los que se justifica la vida o su interpretación en el neón que alumbra su decadencia. Suelen ser emblemáticos manifiestos de sitios que ‘reconocemos’ como propios, sin darnos cuenta de que ya han sido arrasados previamente por el terrorismo de lo aéreo, el fuego, o la arena, la sequía y los engañosos cielos de la polución multicolor. No he encontrado unas gamas de color tan inquietantes y perturbadoras como estas, que el autor destina a la configuración de un futuro tan deshumanizado como las vistas del asolamiento de lo aislado”.