Lola, la peregrina de 5 años que recorre el Camino de Santiago por una buena causa
Tiene cinco años, se llama Lola Ramos y recorre junto a su padre, Kike, de 40 años, el Camino de Santiago; los de 790 kilómetros que separan Roncesvalles – de donde salieron el 15 de julio – de la capital gallega, Santiago de Compostela, donde esperan llegar el 13 de agosto. ‘Dos Ramos en el Camino’ es el nombre de esta iniciativa solidaria, pues el objetivo es dar a conocer la Fundación Atrofia Muscular Espinal (FundAME)…
Tiene cinco años, se llama Lola Ramos y recorre junto a su padre, Kike, de 40 años, el Camino de Santiago; los de 790 kilómetros que separan Roncesvalles – de donde salieron el 15 de julio – de la capital gallega, Santiago de Compostela, donde esperan llegar el 13 de agosto. ‘Dos Ramos en el Camino‘ es el nombre de esta iniciativa solidaria, pues el objetivo es dar a conocer la Fundación Atrofia Muscular Espinal (FundAME), porque Lola tiene una prima que se llama Paz, de dos años, que padece AME y quiere, con este gesto solidario, recaudar dinero que ayude a investigar tratamientos para esta enfermedad rara que no tiene cura.
“Nuestro objetivo es dar a conocer la enfermedad, que provoca pérdida de fuerza muscular progresiva; recaudar dinero para FundAME, ayudar a las familias y para ello hemos creado a través de la plataforma solidaria kukumiku.com, una página de crowdfunding para recaudar fondos que van directamente a la fundación”, cuenta Kike a The Objective en conversación telefónica, entre una y otra etapa del camino.
En dicha página Lola se presenta y cuenta los motivos por los que ha decidido seguir adelante con este gran reto para ella, incluso después de que su madre, Paula, regresara a Logroño después de un par de etapas. “Pensé que igual querría irse con ella, pero no, quiere llegar a Santiago por su prima y por los demás niños enfermos de AME”, explica Kike sobre su hija y su deseo de seguir adelante.
La Atrofia Muscular Espinal hace que niños como la prima de Lola, pierdan la fuerza de su musculatura progresivamente y con ello la posibilidad de andar, comer o respirar por sí solos.
“Hasta hace muy poco no existía un tratamiento; ahora se están haciendo investigaciones y se ha encontrado uno que aunque no cura, sí frena el avance de la enfermedad”, cuenta Kike. Por eso, para que se siga invirtiendo en investigación, Lola va a recorrer estos 790 kilómetros hasta Santiago “¡Es el momento de ir a por todas!”, dice.
Porque una cosa está clara, comenta Kike. Lola sabe que este viaje no es sólo una experiencia personal, es también y ante todo un acto de solidaridad con su prima y otros niños enfermos. “Ella es perfectamente consciente de los niveles de la enfermedad, más grave o menos grave – Paz padece grado 1 – y sabe que los niños afectados por Atrofia Muscular Espinal tienen una esperanza de vida muy corta”.
En Pamplona, padre e hija conocieron a una familia que se había enterado de su iniciativa y quisieron conocerlos, además de patrocinar una etapa. Ellos “tenían una niña con AME, Aitana, que se fue con un año, y el abuelo nos dio un molinillo de viento; Lola dice que el molinillo de viento es esa niña, que nos la llevamos con nosotros a Santiago”.
En la página que ‘Dos Ramos en el Camino’ tiene en Facebook es posible seguir a padre e hija a lo largo del camino. Podemos verlos con las camisetas yn los hastags en la espalda #BuenosDiasPaz, #Fundame y #DosRamosEnElCamino.
Pero este largo recorrido con etapas más o menos largas – Kike y Lola hacen una media de 25 kilómetros diarios – es también una diversión para la pequeña peregrina, convertida en “el juguete de todos los paisanos”, que se convierten enseguida en el tío Toni, un chico de Mallorca, o en sus amigas de Ana y Laya, unas niñas de Barcelona, o sus amigos de Salamanca, unos chicos que hacen el Camino de Santiago con sus padres. A Lola le encanta coincidir con los más jóvenes que, como dice, no tienen barba como los mayores.
Con cinco años Lola recorre la mayor parte de las etapas del camino subida en el carrito. La niña está acostumbrada. En Logroño, donde viven, su padre sale a correr a diario con Lola subida en su cochecito. Es una manera de conciliar la vida familiar, explica Kike, ya que Paula, su mujer, regenta un centro de nutrición y dietética, y es él quien compagina más las labores domésticas con su trabajo en la empresa de Paula, donde lleva la comunicación.
El camino no es sencillo y hay alguna etapa de hasta 36 kilómetros. Así que Kike y Lola se levantan temprano. Él va deprisa, está acostumbrado a correr, aunque tirar del cochecito con la niña es, en ocasiones, un esfuerzo añadido en los tramos más escarpados. Pero hay tiempo también para bajar el ritmo, momentos en los que Lola se para a coger flores para su madre, o se queda observando una ranita que encuentran a su paso…. O, sencillamente, duerme una siesta. Después, cuando llegan al final de la etapa, es la hora de los juegos para la joven peregrina en los hostales previamente reservados donde se quedan a dormir.
Cada etapa es una experiencia, Lola es la protagonista porque llama la atención y no hay peregrino que no se pare a saludarla, pero si hay que destacar una etapa donde el recibimiento fue apoteósico fue en Logroño, ciudad donde reside la familia Ramos, con un desayuno espectacular con amigos de siempre y amigos del camino.
Santiago está cada vez más cerca y para entonces Lola espera que la solidaridad de la que ella, con su corta edad, es todo una ejemplo, se haya traducido en donaciones para ayudar a tantos niños que como Paz que no pueden hacer el Camino de Santiago, pero que tienen la satisfacción de seguir cada etapa a través de los ojos y las sensaciones de la propia Lola.