Por qué el tiempo pasa más rápido a medida que crecemos
El tiempo vuela cuando nos lo estamos pasando bien, pero también cuando nos hacemos mayores. Esa sensación de que los minutos corren a mayor velocidad según cumplimos años es una sensación generalizada, y ahora la Ciencia tiene una respuesta. Y, obviamente, no es que el tiempo pase más deprisa: es que eso nos parece.
El tiempo vuela cuando nos lo estamos pasando bien, pero también cuando nos hacemos mayores. Esa sensación de que los minutos corren a mayor velocidad según cumplimos años es una sensación generalizada, y ahora la Ciencia tiene una respuesta. Y, obviamente, no es que el tiempo pase más deprisa: es que eso nos parece.
El paso cronológico de los minutos, las horas, los días y los años en nuestros relojes y calendarios es un fenómeno constante y que se puede medir. Sin embargo, nuestra percepción del tiempo cambia continuamente, según las actividades que realicemos, nuestra edad e incluso cuánto tiempo dedicamos exclusivamente al descanso.
El profesor de ingeniería mecánica de la norteamericana Universidad de Duke, Adrian Bejan, ha estado estudiando este fenómeno durante años, en los que ha examinado minuciosamente los mecanismos de la mente humana y cómo éstos se relacionan con nuestra comprensión del tiempo, proporcionando una explicación física de nuestra percepción mental cambiante a medida que envejecemos.
La teoría de Bejan gira en torno a una idea principal: el tiempo que experimentamos representa los cambios percibidos en los estímulos mentales. A medida que el tiempo de procesamiento físico de la imagen mental y la rapidez de las imágenes cambian, también lo hace nuestra percepción del tiempo. Y, en cierta forma, cada uno de nosotros tenemos nuestro propio «tiempo mental» no relacionado con el paso real del tiempo, algo que se ve afectado por la cantidad de descanso que tenemos y otros factores. Bejan es la primera persona en observar el paso del tiempo a través de esta lente en particular, pero sus conclusiones se basan en los hallazgos de otros científicos que han estudiado los procesos físicos y mentales relacionados con el paso del tiempo.
Básicamente, lo que viene a decirnos este físico es que el tiempo físico no es tiempo mental. El tiempo que percibe uno mismo no es el mismo que el que percibe el otro.
Cuando envejecemos, la velocidad a la que se perciben los cambios en las imágenes mentales disminuye debido a varias características físicas transformadoras, que incluyen la visión, la complejidad del cerebro y, posteriormente, la degradación de las vías que transmiten información. Este cambio en el procesamiento de imágenes conlleva la sensación de aceleración del tiempo.
El movimiento ocular sacádico, clave en el paso percibido del tiempo
Este efecto está relacionado con el movimiento ocular sacádico. Los humanos no observamos una escena de forma estática, al menos por lo general. En lugar de esto, nuestros ojos se mueven, buscando partes interesantes de una escena y construyendo un mapa mental referente a ella. Las sacadas son movimientos oculares inconscientes y similares a las sacudidas que se producen varias veces por segundo. Entre las sacadas, nuestros ojos se fijan y el cerebro procesa la información visual que ha recibido. Todo esto sucede inconscientemente, sin ningún esfuerzo por nuestra parte. En los bebés, esos períodos de fijación son más cortos que en los adultos.
Hay una relación inversamente proporcional entre el procesamiento de estímulos y el sentido del tiempo acelerado, afirma Bejan. Cuando somos jóvenes y experimentamos muchos estímulos nuevos, todo es nuevo y el tiempo parece pasar más lentamente. A medida que envejecemos, la producción de imágenes mentales disminuye, dando la sensación de que el tiempo pasa más rápidamente.
El cansancio influye también en las sacadas, creando superposiciones y pausas en estos movimientos oculares que conducen a señales cruzadas. Un cerebro cansado no puede transferir la información de manera efectiva cuando trata simultáneamente de ver y dar sentido a la información visual. Está diseñado para hacer estas cosas por separado. Por eso los atletas, cuando están agotados, tienen un rendimiento cerebral deficiente. Su capacidad de procesamiento se confunde y su sentido del tiempo se desactiva, por lo que no pueden ver o responder rápidamente a nuevas situaciones.
Otro factor en el paso percibido del tiempo es cómo se desarrolla nuestro cerebro. A medida que el cerebro y el cuerpo se vuelven más complejos y hay más conexiones neuronales, las vías por las que viaja la información son cada vez más complicadas. Se ramifican como un árbol y este cambio en el procesamiento influye también en nuestra experiencia del tiempo, según asegura Bejan.