Jurassic World: el fastuoso retorno de la franquicia que marcó nuestras infancias
La expectación es enorme: las calles que bordean el Wizink Center en Madrid están cortadas y tomadas por los incondicionales y, mientras cae el sol, se puede seguir el rastro de luz que provocan los flashes. Las predicciones de tormenta se confirman al momento y cae un aguacero tropical que no se prolonga más que unos minutos. Pero nadie se mueve. El estreno mundial de Jurassic World: El reino caído se produce entre un dispositivo encomiable, todo decorado con atrezzos de dinosaurios, una banda sinfónica repitiendo una y otra vez la banda sonora que compuso John Williams en los noventa y la gente siguiendo la melodía entre silbidos.
La expectación es enorme: las calles que bordean el Wizink Center en Madrid están cortadas y tomadas por los incondicionales y, mientras cae el sol, se puede seguir el rastro de luz que provocan los flashes. Las predicciones de tormenta se confirman al momento y cae un aguacero tropical que no se prolonga más que unos minutos. Pero nadie se mueve. El estreno mundial de Jurassic World: El reino caído se produce entre un dispositivo encomiable, todo decorado con atrezzos de dinosaurios, un fabuloso paisaje de Lego, una banda sinfónica repitiendo una y otra vez la banda sonora que compuso John Williams en los noventa y la gente siguiendo la melodía entre silbidos.
Y dentro del recinto, en la sala de cine, solo unos pocos invitados, los suficientes para llenarla, en un ambiente que no es como los grandes estrenos de Hollywood, ni siquiera por la fama de los invitados locales –algún actor de televisión y músicos de la radiofórmula–, pero que en cualquier caso se le acerca y se agradece. El director, J. A. Bayona, se codea con los grandes de la industria y que un español alcance esas cotas merece el respaldo del resto.
No hay nada que pueda decirse de la película, toda opinión queda embargada hasta el 5 de junio por contrato con Universal, pero solo un día más tarde del estreno el cineasta catalán y Chris Pratt y Bryce Dallas Howard –los protagonistas de Jurassic Wold: El reino caído, la segunda de la nueva saga– responden con diligencia a algunas cuestiones en una rueda de prensa en el lujoso hotel Villamagna, en el Paseo de la Castellana.
A Bayona se le nota un empaque en sus respuestas, queda lejos su debut con El Orfanato en 2007 y en sus palabras se comprende a un cineasta que piensa en grande, como autor y como productor. Todavía tiene presente el momento en que Steven Spielberg, productor y creador de la saga, le felicitó por aceptar la propuesta para dirigir la película: “Tenemos suerte de tenerte”.
Para él debió ser todo un impacto: a lo largo de su carrera siempre lo compararon con el maestro norteamericano y los críticos siempre encontraron paralelismos en sus formas de comprender el cine. Bayona tampoco se esconde. “En otras películas me decían que se notaba la mano de Spielberg”, alega, “y en esta me dicen que se nota más mi mano”. En cambio, comenta conteniendo la risa, él ve justo lo contrario. Para El reino perdido trabajó mano a mano con Spielberg y reconoce que encontró en todo momento una “sintonía”. Tanto es así que el maestro le alabó con una opinión sincera: “Esta película honra el recuerdo del primer Jurassic Park”.
Bryce Dallas Howard y Chris Pratt tampoco reservan elogios hacia el director catalán. Ella dice que Bayona aporta a la superproducción un aroma europeo, otra sensibilidad, y reconoce sentirse muy cómoda en el trabajo diario porque siempre escucha al actor y está dispuesto a colaborar, incluso a cambiar de opinión. Pratt asiente con la cabeza y añade que no tardó en comprender que a Bayona le encanta el cine, “puedes sentirlo”, y valora con entusiasmo que esa capacidad para disfrutar filmando se imponga a la tensión de unos plazos demenciales y la presión a la que se somete a los directores en Hollywood: “Bayona es una rareza”.
Le pregunto a Bayona por esa presión tan particular de la industria, o la autoimpuesta por tener a alguien como Spielberg midiendo cada paso. Eso debe plantear ciertos desafíos. Bayona responde, con cierta calma y eludiendo hablar de la presión, que el principal desafío lo resumió Pratt en un comentario entre bastidores: “Queremos darle al espectador lo que quiere ver, pero no lo que se espera”.
Aceptar una película así es un reto inmenso: hay mucho dinero por medio, varias películas detrás –cuatro–, y el riesgo a fracasar es muy elevado. Con todo, aquello no le impidió aplicar algunos trazos presentes en toda la filmografía: las sombras, el suspense, el componente humano. El aspecto gótico, dice, se debió a los guionistas, pero que precisamente fueran a buscarle se debió a que querían en Jurassic World una esencia –que a ratos logra– de El Orfanato.
En cualquier caso, Bayona parecía tener claro que esta historia estaba por encima de su nombre, incluso del propio Spielberg, y que su aportación es algo así como una piedra más en la muralla: “Hay una historia más larga que contar y yo solo aporto este episodio”.