Si la vida fuera como el porno mainstream —la mayor fuente de referentes sexuales de las más de 80 millones de personas que se conectan diariamente a sites como PornHub— un ‘no’ significaría ‘lo estoy deseando’, los preliminares durarían un parpadeo y el sexo oral una eternidad y cada vez que pidiésemos una pizza tendríamos un orgasmo. Ante el eterno plano picado, los clichés y la objetivación machista de la mujer en el cine porno, el contrapicado que propone el cine porno alternativo, bastante más variado y cuyas nuevas directoras empiezan a despuntar con historias que en muchos casos nos llevan a la ciencia ficción, el mejor territorio de todos para que una escena sexual acabe en rebelión.
Cuando la directora de cine Sally Fenaux empezó a rodar su primer corto, ‘Skinhearts’, no imaginaba que una historia ambientada en el futuro sobre una sociedad en la que el contacto físico estaba prohibido la llevaría con el tiempo a dirigir porno alternativo: “Viví un tiempo en Holanda y empecé a experimentar síndrome de ‘touch deprivation’ (falta de contacto), y a partir de las emociones que sentía y las extrañas imágenes que se iban gestando en mi cabeza nació este corto. Los ‘skinhearts’ son individuos criados en una sociedad sin contacto físico que se rebelan y como no conocen lo que es el tacto cariñoso lo llevan al terreno sexual”, cuenta Sally, para quien la ciencia ficción es una gran herramienta para impregnar las escenas sexuales de otra historia más interesante, que además “te pone”.
La productora de Erika Lust acaba de estrenar su corto futurista ‘Touch Crimes’, la segunda incursión de Sally Fenaux en el porno, y aunque admite que al principio le preocupaba que fuera un shock para ella o no ser suficientemente respetuosa con los actores, todo resultó bastante sencillo: “Luna Corazón, que es una actriz porno estupenda, me decía: ‘Dime lo que quieras, no te cortes’, y empecé a dominar este lenguaje que era nuevo para mí.
Cuando ruedas porno aprendes un montón de sexo, porque todos tenemos una experiencia muy limitada y estamos muy condicionados por las películas que hemos visto. Y los actores también agradecen que quieras contar otro tipo de historia; pueden desarrollar su personaje, que es algo que no tienen la oportunidad de hacer en el cine mainstream donde se enfoca a la mujer todo el rato, porque está pensada para el placer de ellos. Yo aspiro a buscar nuevas maneras de narrar el sexo”, cuenta.
Una industria marginal
Que afecta (y mucho) a lo que ocurre en la cama y fuera. Hace unos años, durante una charla sobre la industria de la pornografía, el actor porno punk RatPenat expresaba su preocupación por que el cine X fuera la única fuente de educación sexual de los adolescentes y les diera una visión distorsionada del sexo.
“El estereotipo de la mujer en el porno convencional afianza la cultura de la violación: la mujer no quiere follar, pero siempre acaba en la cama, y su cuerpo tiene que ser usado y abusado. Lo que más vende son los títulos protagonizados por mujeres muy jóvenes que parecen adolescentes, que son vírgenes, o están siendo folladas por cinco o seis tíos, y siempre hay un lenguaje de abuso. Esto es lo que nos vamos a encontrar en el dormitorio y lo que muchos hombres piensan que nos gusta y muchas mujeres representan porque piensan que eso debería gustarles. El porno invade nuestra vida privada, sexual y nuestra relación con los demás”, dice Fenaux.
No solo el mainstream es machista, sino que además afianza, de acuerdo a la cineasta, ciertos roles racistas de los que no se salvan ni hombres ni mujeres: “Las asiáticas, por ejemplo, siempre tienen que parecer niñas, las indias aparecen con sari y se las follan en la cocina mientras preparan curry y las negras deben tener un culo enorme para poder trabajar. Y eso incluye a los hombres negros, que deben tener penes gigantes; si lo trasladamos a la vida, no es difícil ver a un afrodescendiente en una discoteca y que de repente venga una mujer y le meta mano para ver cómo de grande la tiene”.
Unos prejuicios con los que uno se topa en las calles –“en verano me pongo los cascos para no escuchar ciertos comentarios”- y también dentro del circuito profesional: “El porno, como la mayoría de sectores, es un ‘club de tíos’; a ellos les cuesta mucho menos obtener financiación y parece que si eres un hombres e innovas te hacen más caso”, resume la directora. Aunque, añade que la marginalidad de esta industria –“tú te lo guisas, tú te lo comes”- tiene cosas positivas; por ejemplo, abre camino a multitud de narrativas diferentes: “Hay muchas plataformas y creadores independientes, parejas que se graban ellas mismas y controlan qué quieren contar y cómo, y eso te permite meter el pie sin pedir permiso”.
Los nuevos cines X
Más allá del porno alternativo de sites como ‘SuicideGirls’ y las míticas películas de Nick Zedd y sus actrices punk-góticas, existe una enorme diversidad de cine para adultos donde lo que se representa y cómo se representa conlleva una gran responsabilidad ética, política y también artística. El porno ético (aunque todo porno debería serlo) aboga por unas condiciones de trabajo dignas para los profesionales que lo realizan, sin abuso ni precariedad; mientras que el porno feminista da un paso más e incluye actores de género fluido, transexuales o queer, huyendo de estereotipos machistas.
Un buen ejemplo son los proyectos de la productora canadiense PornForEveryone; el trabajo de Courtney Trouble, fundadora de IndiePorn Revolution; la directora española Amarna Miller, o actrices de género neutro como Jizz Lee, que se ha convertido en líder de opinión dentro de la comunidad queer. Y también el ‘postporno’ que realizan artistas y activistas como María Llopis, Diana Pornoterrorista o Post-Op, que es mucho más radical, performativo y no necesariamente excita al espectador.