Bertrand Tavernier: «El concepto de película antigua no existe, el cine no expira sino que inspira»
Nos encontramos con el director, guionista, actor y productor francés Bertrand Tavernier en el Festival Lumière en Lyon para conversar acerca del pasado, presente y futuro del cine
Durante largo tiempo, Bertrand Tavernier (Lyon, 1941) estuvo preguntándose a qué respondía un vívido recuerdo infantil de una persecución nocturna en blanco y negro. Resultó ser una secuencia de la ópera prima de Jacques Becker, Dernier Atout (1942). El director francés vio este thriller policíaco con tan solo seis años, durante un prolongado ingreso hospitalario. Sería la evocación que inauguraría un vasto conocimiento del séptimo arte.
“Era una obra menor, pero no está nada mal que siendo tan niño, la primera película que te marque sea obra de uno de los más grandes autores franceses”, comparte el veterano realizador durante la cita con el cine clásico de la que es presidente, el Festival Lumière, que hasta este domingo, 18 de octubre, tiene lugar en Lyon contra restricciones y temores pandémicos.
En paralelo a una fecunda y variada trayectoria tras la cámara, el infatigable cinéfilo ha dedicado su vida al estudio y la reivindicación del patrimonio. Su entrega no cesa, en estos momentos trabaja en un próximo guion y ultima para 2021 el que está llamado a convertirse en un libro de referencia monumental, una nueva edición de su enciclopédico 50 años de cine norteamericano (1995) que ahora ampliará medio siglo su recorrido y unos cientos de páginas su extensión, y llevará por título 100 años de cine norteamericano. Tampoco descarta ampliar en un par de episodios su documental Las películas de mi vida (2016), disponible en Filmin. Cuando día sí día no, se nos anuncia el fin del cine, esta leyenda viva del audiovisual nos convence de que de eso, nada.
Tengo entendido que le molesta sobremanera el término película antigua. Tras 12 ediciones del Festival Lumière, ¿han conseguido corregir esa percepción del cine clásico en el espectador?
Cuando creamos el festival queríamos mostrar, precisamente, que el concepto de película antigua no existe, que el cine no expira sino que inspira. Es como decir que las obras de Federico García Lorca, Shakespeare o Lope de Vega son antiguallas. Hay enormes tesoros en el cine. Son películas que no han de verse de manera arqueológica, puesto que dialogan con nuestro presente, tratan temas que se mantienen actuales y son de una audacia formal y visual extraordinarias. En muchos casos son obra de directores infravalorados o mal vistos en su época. Hace falta tiempo para formar parte de la historia de un arte. También hay pintores y músicos olvidados y desconocidos. Este festival es la ocasión de redescubrir este cine. Podemos llegar a congregar a 4.000 personas para ver un filme de cine mudo. Jamás Sergio Leone ha tenido tantos espectadores en una sesión como en nuestro festival.
¿Qué le provoca que una de sus películas, Un domingo en el campo (1984), forme parte de la programación de este año?
Me agrada, porque es una de mis películas favoritas, pero como presidente del festival, me molesta dar la impresión de estar promocionando mi trabajo. No obstante, es coherente, porque este año se le ha dedicado un homenaje a Sabine Azéma y es la protagonista.
El director general del Instituto y el Festival, Thierry Frémaux ha lamentado que cuando era joven, en Lyon no se hablaba para nada de los hermanos Lumière. ¿También lo percibía usted así?
Cuando Bernard Chardère creó el Instituto Lumière en 1982, los hermanos Lumière estaban muy subestimados. El ayuntamiento anterior había dejado que se destruyese una de sus dos casas, e hizo falta que un grupo de gente se tumbase frente a las excavadoras para impedir que la localización del rodaje de la primera película de la historia del cine, La salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon, no fuera arrasado. La creación de este instituto ha sido una batalla contra la ignorancia. Hizo falta una década de activismo para que la gente se diera cuenta de la relevancia de este legado. Con un presupuesto cinco veces inferior al de la Filmoteca francesa tenemos mejor ratio de retorno de la inversión pública.
No obstante, para poner en marcha el Festival no las tuvieron todas consigo. ¿Cuáles fueron las pegas?
Las autoridades municipales nos preguntaba por qué queríamos volver a los tiempos del cineclub y hacer un festival dedicado a películas viejas. Ya sabes, todo esa argumentación ligada al signo de los tiempos, esa dictadura imbécil. Pero, de inmediato, el público respondió, las proyecciones fueron un éxito y fuimos apoyados por los directores y la gente de la industria que tanto Thierry como yo conocemos, y que cada edición nos visitan para presentar al público sus películas favoritas. Desde la primera edición se convirtió en el festival más bonito del mundo.
¿Opina, como Frémaux, que un festival online no es un festival?
Por supuesto. Además del contacto físico, hace falta compartir una emoción. La diferencia entre Edison y los Lumière era que los filmes del americano se veían individualmente, cada uno en su kinetoscopio. Las proyecciones de los Lumière eran colectivas. Y eso es capital.
El séptimo arte celebra su 125 aniversario amenazado por un contexto de crisis sanitaria, social, política y económica. ¿Es optimista de cara al futuro?
El cine ha estado en crisis y bajo amenaza desde sus orígenes. La primera proyección de los Lumière fue un fracaso, el salón estaba prácticamente vacío de espectadores, pero luego funcionó el boca a boca. De hecho, el propietario que alquiló el espacio de proyección pensó que había hecho un buen negocio al cerrar una suma fija, pero al día siguiente se dio cuenta de su error, porque había una cola que daba la vuelta al edificio. Hace al menos treinta años que periódicamente se habla de la muerte del cine, normalmente en periódicos que luego han desaparecido. El cine ha resistido la mayor parte de las crisis precedentes evolucionando.
Eso en lo que respecta a la creación, pero ¿qué hay de las salas?
Es una batalla que ha de darse a nivel político. Hace falta que reflexionemos. No es cuestión de decir, hale, ahora Amazon, Netflix o Disney + lo sustituyen todo, porque llegará un momento en que se convertirán en una dictadura perniciosa para el cine de autor, para la visión y para el pasado. ¿Piensas que a Disney le interesa el patrimonio o la historia del cine? ¿Crees que esas plataformas americanas están interesadas en hacer descubrir una película finlandesa o kazaja, iraní, africana? La hegemonía en términos de imagen ya ha provocado efectos muy negativos en el pasado.
¿Me da un ejemplo?
Durante el mandato de George H. W. Bush Sr., el cine estadounidense quería controlarlo todo en Turquía. Cuando los cineastas locales solicitaron limitar el número de películas de Hollywood, los americanos amenazar con reducir la importación de textil. La supresión de los filmes turcos en la cartelera se convirtió en un cheque en blanco para los movimientos islamistas, que odian Estados Unidos y consideran a Hollywood el diablo. La gente estaba totalmente exasperada con aquel pensamiento único. Se revolvían frente a imágenes que para ellos son escandalosas, de pecado y vida disoluta. Por necedad, por estupidez, se facilitó la propaganda del radicalismo religioso. Es como si Bush hubiera financiado a los terroristas.
Al respecto del pensamiento único, ¿qué simboliza el Óscar a la mejor película a Parásitos?
A mí me dan exactamente igual los premios. No veo ni los Óscar ni los César. Lo que me interesan son las obras y sus autores. Dicho esto, me parece formidable que Parásitos ganara, porque es magnífica. Bong Joon-ho es un director al que defiendo desde sus inicios. Memories of Murder (2003) sigue siendo un filme magistral. Yo soy un fanático del cine italiano e inglés. También me gusta Wong Kar-wai, y me parece muy bueno que películas iraníes como Nader y Simin, una separación (Asghar Farhadi, 2011) encontrase distribución en Francia. El cine que me gusta es el que no tiene fronteras.
¿Se enfada cuando ve una película mala en el cine?
Sí, pero no es grave, se me pasa. Por el contrario, también puede suceder que una película me perturbe o me conmueva y es entonces cuando tengo ganas de compartirla.