'Scream Queer': así es el ensayo que analiza la evolución de la representación LGTBIQ+ en el cine de terror
Del predominio de clichés negativos a la plena aceptación de la diversidad: así ha evolucionado la representación LGTBIQ+ en el género fantástico
Drácula, la criatura de Frankenstein o Mr. Hyde. Son monstruos cinematográficos procedentes de la literatura gótica que, además de pasar a formar parte del imaginario colectivo, fueron algunos de los primeros ejemplos de representaciones queer en la gran pantalla. Ejemplos, eso sí, ligados siempre a lo diferente, a lo raro y, en definitiva, a todo aquello que iba en contra de lo heteronormativo. «Si tenemos en cuenta que creadores de la talla de F.W. Murnau o James Whale eran abiertamente homosexuales, es innegable hablar de que el cine de terror nace siendo queer», comenta a The Objective el crítico de cine Javier Parra, autor de Scream Queer. La representación LGTBIQ+ en el cine de terror (Dos Bigotes), un ensayo que propone un amplio recorrido por la evolución de la representación LGTBIQ+ en el género fantástico y de terror.
Cuando Parra menciona a Drácula y compañía, lo hace considerándolo desde una perspectiva que habla directamente desde el subtexto. «Volviendo a esa forma de representación de villanos y monstruos entendidos como personas ajenas a lo heteronormativo, nos encontramos con las teorías de la dualidad entre héroe y villano, en las cuales también cabe la dualidad entre heterosexual y no heterosexual. Si además tenemos en cuenta la gran tradición de villanos representados de forma amanerada, y relaciones de poder entre dos hombres en las que prima la sumisión, de aquí es de donde surge dicha afirmación, la cual mantuvo durante algunas décadas la asociación entre la monstruosidad y el colectivo LGTBI», explica.
Entre otras cosas, Scream Queer analiza cómo surge realmente en el cine hollywoodense la concepción monstruosa del homosexual y la lesbiana, o de qué forma se fue convirtiendo al monstruo de turno «en una amenaza disfrazada de hombre blanco aparentemente heterosexual desvelado más tarde como homosexual reprimido —o pedófilo, o travestido enajenado, o gay deliberadamente violento—, en una concatenación de casos que se habían adentrado en lo más oscuro del psychothriller».
«La forma en la que aparece la lesbiana villana en el cine de terror es algo claramente deliberado (…) con La hija de Drácula nos topamos ante la primera representación lésbica de un personaje codificado como villano»
Aunque el autor opina que la aparición de los primeros personajes queer fue «algo mucho más orgánico» de lo que la gente pueda creer: «Por lo referente a los personajes homosexuales, sí que nos encontramos con un montón de segundas lecturas, subtextos, etc. Sin embargo, la forma en la que aparece la lesbiana villana en el cine de terror es algo claramente deliberado. Pese a que en el año 1934 ya estuviese implantado el Código Hays, con La hija de Drácula nos topamos ante la primera representación lésbica de un personaje codificado como villano».
En aquella película de 1936 dirigida por Lambert Hillyer, la actriz Gloria Holden fue la encargada de interpretar a la condesa Zaleska, quien, como bien indica el título del filme, hereda el rol de villana que Bela Lugosi había interpretado tiempo atrás. «Dejando clara la predilección que siente por las mujeres», apunta Parra, «tan solo hay que rescatar algunas de las frases promocionales que acompañaron a la película, como ‘Save the women of London from Dracula’s Daughter’ (Salvad a las mujeres de Londres de la hija de Drácula). Del mismo modo en el que la ciencia ficción utilizó a los extraterrestres para hacer claras alegorías sobre la amenaza comunista, Harry M. Benshoff expone que las amenazas al heteropatriarcado se representan a través de todas esas ‘monstruosidades’ que se escapan de la norma».
El auge del cine de explotación en los años setenta contribuyó al inicio de la normalización de los personajes LGTBI en las películas de terror. Por suerte, su presencia no ha hecho sino aumentar en las últimas décadas, y del predominio de clichés negativos se ha pasado a la plena aceptación de la diversidad. «Cada vez son más las personas del colectivo que aparecen representadas en pantalla (esto sería equiparable a la representación de personas racializadas)», comenta el autor, «y cada vez lo hacen de una forma mucho más empoderada y alejada de los clichés que vienen perpetuándose desde hace décadas».
«Cada vez son más las personas del colectivo que aparecen representadas en pantalla de una forma mucho más empoderada y alejada de los clichés que vienen perpetuándose desde hace décadas»
La obsesión de Parra por el cine de terror empezó con los libros de Pesadillas y continuó con cintas como Scream, o la impactante y provocativa El almuerzo desnudo, de David Cronenberg —en la que un escritor adicto a ciertas drogas comienza a sufrir alucinaciones que lo transportan a un mundo de pesadilla totalmente kafkiano, donde la fascinación por las relaciones entre hombres y el sexo libre son concebidos como una parte normalizada de la existencia—. «Sería muy positivo llegar a vivir en un mundo así, donde las líneas entre lo queer y lo heteronormativo no supongan límites ni fronteras. Quizá entonces quedaría claro el motivo por el que películas como ¿Qué fue de Baby Jane?, La muerte os sienta tan bien, El fantasma del paraíso o La novia de Chucky sean vistas como pequeñas joyas pese a que su representación LGTBIQ+ sea más bien nula», reflexiona en su libro.
Asimismo, el autor no ha querido dejar pasar la oportunidad de hablar del caso de Luca (2021), un cuento por la diversidad protagonizado por dos monstruos marinos que se hacen pasar por niños humanos en un pueblo de la costa italiana. Este agradable filme de Pixar recuerda en cierto modo a La sirenita pero, sobre todo, llama la atención por el hecho de recuperar el uso de lo monstruoso para hablar de la homosexualidad. «La fascinación del introvertido Luca por Alberto, cuyo espíritu inconformista acaba obnubilando al protagonista, conecta directamente con la asociación del monstruo con lo queer, presente desde Yo fui un hombre lobo adolescente a Jóvenes ocultos —apostilla Parra—. «Esta es la razón por la que, hoy en día, aquellos adolescentes que amen el cine de terror y no se sientan parte del colectivo, o aún no se atrevan a serlo, podrán verse mucho más identificados (y de forma más explícita) con las nuevas representaciones. Tan solo hay que leer más allá de lo estipulado por el sistema heteropatriarcal. Y si no, siempre podremos recurrir a los clásicos».